viernes, 4 de mayo de 2007

Paraísos

No soy una urbanita, qué le vamos a hacer. Y, como la cabra tira al monte, yo en cuanto puedo me escapo al campo. Si puedo me voy de cuerpo presente y si no, me subo al tren de la memoria y veo pasar paisajes del pasado.Hace unos días José Julio Cabanillas hablaba de los paraísos de la infancia.El mío tiene una chimenea encendida, un volcán nevado y un cielo limpio bajo la luz de la luna. Un septiembre lleno de fiestas ancestrales junto a danzantes, procesiones y plegarias a la Virgen del Rosario. Caballos al galope por lomas infinitas cubiertas de cebada; toros negros, de mirada penetrante, pinos y pajares de páramo andino. Cantes flamencos, tertulia taurina, capotes y sombreros de ala ancha para brindis y paseíllo. Leche tibia, recién ordeñada, mariposas y cometas huidizas, en pleno vendaval de agosto con el sol de la sierra.
Hay castillos de arena, juegos de cocinita con despensa ilimitada: arena de colores, hierbas de mil aromas, flores de tamaños y figuras exóticas, miel de abeja recién cosechada. Juego del escondite entre matorrales, raíces de antiguos eucaliptos, y ese olor a mentol, que curaba resfriados y chichones. Aperitivo por sevillanas, siesta por fandangos y nanas. Madrugada junto al fuego con historias de la abuela, cuadros imponentes: La Tempestad Calmada, La Última Cena, El Huerto de los Olivos, la capilla nueva con sus viejos relicarios, las cruces procesionales, los cirios de colores, los velones, los escapularios.
Las travesuras de niña: buscar, revolver, descubrir; el sitio de las llaves de la despensa de las golosinas, el tabaco del abuelo, las cerillas en la cocina. Los paseos en bicicleta después del aguacero, la huída de las ocas, las carreras de barcos de papel por las acequias, la rayuela, los paseos a la quebrada con expedición por el río. Los juegos en la plaza de tientas, el acoso y derribo de Lucifer (un borrego de mi abuelo que embestía como un Pablo Romero.)
Este fin de semana me voy al campo, y habrá chimenea y palomitas, capotes, fandangos y muchos libros. No es aquel de mi infancia, pero no puedo negar que es también un paraíso.

6 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Pues que disfrutes tanto el fin de semana como yo tu entrada.

Jesús Beades dijo...

Yo vengo de la playa. El mar, la mar, el mar, la mar...

Corina Dávalos dijo...

He disfrutado un montón. y reconozco que el mar es otro mundo paradisíaco, efectivamente.

Anónimo dijo...

Me gusta el campo! (y el campus.) Gracias, Anacó.

Anónimo dijo...

Gracias por mostrarnos este paraíso tan necesario para sobrevivir al lunes.

Anónimo dijo...

Leí sobre tu paraíso y simultáneamente, se iba apareciendo el mío. ¡Qué bien estaría poder visitarlos todos!
Este fin de semana pasé por uno y fue estupendo: renové los ánimos aunque todavía hoy arrastro sueño...

PD- y el libro por el que te pregunté... ¿me lo compro?

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