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viernes, 12 de febrero de 2021

Mentiras, pero de las buenas

 

Leía en estos días a McEwan, En las nubes. He pasado muy buenos ratos dejando que me engañe. La literatura es la cara amable de la "mentira"; ese juego de engaños entre el escritor y su imaginación al que, luego, se une entusiasmado el lector. Ambos comparten un mundo de mentiras que, al menos durante un tiempo, les acerca.  Quizá esa sea la gran diferencia entre las mentiras malas y las buenas. Las malas rompen la posibilidad de compartir y siempre,  separan y dividen, sin excepción. 

Esa clase peculiar de mentiras, las ficciones, que nos ofrecen las buenas historias, unen de muchas maneras. Nos unen a la comunidad de lectores, nos unen a la vida -que es, según Aritóteles– la base de la poética, porque las mejores historias son las que imitan la vida de manera verosímil. Nos unen a nosotros mismos, con nuestras luces y sombras, esas que resaltan en una lectura, –porque nos identificamos con personajes, situaciones o acciones– que nos hacen cosquillas o nos aguijonean. Vamos andando, en paralelo por el curso de la trama y por el curso de la vida, hasta que se cruzan y se entrecruzan, haciendo más ancho el camino por el que discurren nuestras andaduras. 

Stephen King lo resume en un frase redonda: "La ficción es la verdad, dentro de la mentira". La ficción nos propone un juego que empieza como muchos juegos de niños: vamos a imaginarnos que... Al abrir un libro, nos disponemos a imaginarnos que, el mundo en que me introduciré, es verdadero. Y a partir de allí, nuestra experiencia de vida se alarga, se ensancha, se hace más profunda y se hace más rica en perspectivas y experiencias imprevistas. 

La única situación en la que somos felices de que nos engañen, es cuando nos miente un buen escritor, con la verdad de sus ficciones. 

martes, 9 de febrero de 2021

Los libros son maestros, en otro sentido.


Es un lugar común hablar de los libros como maestros y se señala toda la sabiduría que contienen. El libro como contenedor de palabras sabias, de conocimiento, de historias que enriquecen la propia experiencia de la vida. Poco se habla de las lecciones que nos da la humildad de los libros. Esperan, quietos, en la estantería, como el arquetipo de la paciencia. Siempre dispuestos a compartir, a abrirse del todo sin guardarse la sabiduría, el buen humor, la historia, la frase, la anécdota, el verso. Siempre compañeros. Los libros son, en sí,  el modelo más exigente para los propios escritores. Y son también el reclamo más elocuente. La quietud, y el polvo acumulado, son la materialización de nuestra irrevocable pereza.

martes, 7 de junio de 2011

El peso de la palabra

Así se titula el magnífico ensayo de Amalia Quevedo. Pude escuchar su presentación en un seminario, hace ya algunos años. Tuvo la amabilidad de dejarme unos cuantos folios de su ensayo, entonces inédito. He aprovechado estos días de lluvia para leerlos y estoy deseando hacerme con el libro. He encontrado (feliz casualidad) un capítulo que deseaba leer y que no estaba en los folios recién desempolvados. Y (¿otra casualidad?) he hallado este escolio de Gómez Dávila que es para mí tan oportuno.

“Lo que nos enclaustra nos ofrece la posibilidad de ennoblecernos. Aun cuando sea un simple aguacero.”

El peso de la palabra lo tengo vivo y reciente, las cajas de libros de la mudanza testimonian que la palabra pesa y mucho. El peso, aún más vivo, de las palabras que ya no escucho le dan la razón a Quevedo cuando dice que "en verdad, no es sólo la palabra de Dios la que, al decir de la Escritura, es viva y eficaz. La palabra, cualquier palabra, es más incisiva que espada de dos filos y penetra hasta las junturas de los tuétanos." Y es así. Las palabras quedan en el aire, se revuelven con el viento y se quedan, a veces para siempre, en el recuerdo. A veces como reproche, a veces como consuelo, a veces como nostalgia de la voz y la letra que ya no se escucha ni se lee.

Para esta tarde de lluvia sólo tengo soledad "esta vieja e insobornable aliada, tan amable cuando se la busca y desea, tan repelente cuando no se quiere estar con ella"; y palabras. Soledad acompañada. Un tiempo para ennoblecer las lágrimas incesantes de Madrid.

sábado, 28 de mayo de 2011

Mucho metro

Hace unos meses, cuando imaginaba cómo sería la vida en Madrid, me entraba un escalofrío. Acostumbrada a la buena vida de provincia, eso de andar metida no sé cuántas horas a la semana en el metro, hacía que se me pusieran los pelos como escarpias. Poco a poco he ido cambiando de opinión. Las distancias cortas tienen sus ventajas, sin duda, pero las grandes distancias también. ¡En el metro se puede leer! Y tengo una lista enorme de lecturas que me acompañarán en mis viajes. Algo ligerito para el verano, combinado con algo de peso para evitar que termine en ligereza. Desde hace tiempo tengo pendiente a Séneca. Empezaré con él dentro de poco. Todo por estas citas (entre otras). Así cualquiera engancha...

"La amistad no es, como decía Epicuro, tener quien te asista en la enfermedad, quien te socorra en la prisión o en la escasez, sino tener a quien asistir en la enfermedad, a quien procurar la libertad cuando se vea rodeado de enemigos... ¿Por qué hacer amigos? A fin de tener por quien morir, de tener a alguien a quien seguir en el exilio, a quien salvar la vida a expensas de la nuestra.”

"Sólo la pobreza te conservará los amigos verdaderos y seguros. (...) Alejará a aquellos que acudían a ti por otra cosa que por ti mismo.”


miércoles, 2 de marzo de 2011

Leía ayer la Correspondencia de Tolstói (Acantilado, 2008). Me hizo gracia un comentario que le hace a su hermano acerca de su inesperada madurez (todavía le quedaba un trecho), y cómo describe el cambio.
(...) te diré que la vida peterburguesa ejerce una influencia grande y benéfica en mí, me enseña a estar activo y de alguna manera me obliga a tener un horario; no puede uno estar sin hacer nada; todo el mundo tiene ocupaciones; tiene cosas que hacer y no hay con quien llevar una vida bohemia, y solo es imposible. Sé que no vas a creer que he cambiado y que me vas a decir: "me lo has dicho veinte veces y el resultado no se ve, no has cambiado ni un ápice". Pero, no. Ahora he cambiado de manera totalmente distinta a como cambiaba antes. Antes me decía: "Debo cambiar", pero ahora veo que he cambiado y me digo: "He cambiado".

miércoles, 20 de octubre de 2010

Hoy, Borges

Lo perdido

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo

y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido

de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,

según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Fragmentos

He perdido mi viejo ordenador. Vamos, lo tengo conmigo, pero ha entrado en el letargo definitivo de los pecés muertos. Tenía allí muchos apuntes, fotos, canciones. Nada que pueda ya recuperar. Ayer encontré un papelillo viejo con unos fragmentos de un poema de Ernestina que hiberna junto con otros tantos que había guardado y que quizá no vuelva a leer. Este lo pongo a salvo aquí porque, conociéndome, el papel también puede desaparecer en cualquier momento.

Distancia

Hay zanjas invisibles,
ironía en los ojos,
y tienes que apretar
la mano que no sientes
para seguir andando
sin olvidar la meta.

Un día llegarás.
Imposibles retornos
te conducen por fin
adonde perteneces.
(...)

Tuviste la ilusión
de hacerte comprender,
pero alguien alzó
una pared encalada.
Todo es liso y pensado.
La ternura espontánea
se estrella contra un muro.

Como no eres de aquí
serás de alguna parte.
Hay un cielo escondido
que espera a cada uno.

Ernestina de Champourcin, La pared transparente.


martes, 14 de septiembre de 2010

Otra de libros

Por primera vez en cinco años ando rezagada en casi todo menos en la tesis. Ha venido la euforia con septiembre y su calor atenuado, con las hojas que empiezan a tropezar y caer de las ramas, con las ocho, y atardeciendo. Estoy como diría la Teresona, que vivo sin vivir en mí. Volcada sobre los libros y tomándole el pelo a los relojes: ¡a que llego yo antes! y así...

Yo ya tengo mucho libro por delante. No de los que me apetecen, (aunque ya incluso me apetecen un poco, oye...) sino de los que me urgen para acabar el capítulo final de la tesis. Pero no por eso me privo, que aunque sea septiembre y no pueda llevarme un libro en el bolso de playa y echar la tarde leyendo con las gaviotas, el otoño también se presta.

Así que dejo aquí tres sugerencias, para llevarse un libro, o dos, o tres a la mesilla, cuanto antes . Un artículo de Nuestro Tiempo "Novelas para entender el mundo", el blog de lectura de la Biblioteca de la Universidad de Navarra y un libro de Jiménez Lozano que, tal como lo pone EGM, es difícil resistirse. Y que vuelen las hojas en otoño...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Citas I


"El arte no es una copia del mundo real. Con este dichoso mundo, tenemos ya bastante".
Citado por Nelson Goodman de fuente desconocida en Los lenguajes del arte, p.21

viernes, 9 de abril de 2010

Narraciones

Hoy he preparado el documento que acogerá el quinto capítulo de mi tesis (son seis). El título: "La mediación de la narración en la comprensión de sí mismo." Curiosa relación entre vida y relato, curioso por demás que necesitemos comprendernos a través de las experiencias de otros, incluso cuando los otros no son más (ni menos) que personajes que habitan en un mundo distinto de ese que llamamos vida real.
La vida es la historia de una vida, un relato lleno de acontecimientos, personajes, peripecias, encuentros y desencuentros, que llenan las páginas de un libro cuyo título originalísimo es ¿quién soy?

Como decía Aristóteles, una buena trama es la que consigue ordenar los hechos de tal manera que los incidentes heterogéneos que componen la historia lleguen a ser armónicos, llenos de sentido, que la concordancia prevalezca sobre la discordancia.
Pero de la vida, como dice Ricoeur, no somos sus autores. Como mucho, co-autores y no le falta razón. No tenemos la capacidad de configurar la trama de nuestra vida como podría hacerlo un autor con su obra, siempre quedan cabos sueltos, una ausencia de sentido que deja incomprensibles los pasajes dolorosos, las elipsis, los giros en la historia que nos alejan del final tan esperado.

Hay cuestiones que me interpelan vivamente y que no podré incluirlas en mi tesis. Por ejemplo, la idea que he leído en el (sin razón) vilipendiado Rainiero Cantalamessa. No basta nuestra historia enriquecida por historias que se encuentran en el nivel ancho y largo de la experiencia humana. Necesitamos otras coordenadas. Hace unos días EGM glosaba aquella queja de San Juan, cuando afirma que no bastaría el mundo para guardar todos los libros que podrían escribirse sobre la vida de Jesús, su historia. Cantalamessa escribe

"la venida de Jesús en la encarnación marca un salto cualitativo, como cuando un río llega a una esclusa y reemprende su marcha en un nivel más alto. Todos los gestos realizados por Jesús durante su vida forman parte de la historia de la salvación; incluso su silencio y la vida cotidiana de Nazaret pertenecen a la historia.(…) Pero la historia de la salvación continúa después de él, y nosotros también formamos parte de ella. La vida de cada creyente en particular, desde el bautismo hasta la muerte, es una pequeña historia de la salvación, es el microcosmos de la salvación; mientras que la otra historia aquella que va desde la creación hasta la parusía, constituye su macrocosmos".

Somos por tanto co-autores de nuestra historia, y de nuestra Historia. Compartimos el tiempo con otras vidas y la Vida comparte el tiempo de la historia de cada uno. Yo procuraré, al escribir mi tesis, comprender lo mejor que pueda las tramas y giros de la historia del gran río y su corriente en el tramo que fluye hasta llegar a la esclusa. En cierto modo, es la parte menos agraciada del recorrido. La comprensión de sí mismo es siempre una tarea inacabada. En parte, porque una historia bien trabada sólo se comprende desde el final. Los poetas siempre ayudan en estos trances y Borges ya lo dijo al final de su soneto:

¿Quién es el mar, quien soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

Y la Dickinson va un poco (o mucho) más allá cuando dice en una de sus cartas a Higginson:

Hoy pensaba -al percatarme de que lo «Sobrenatural» no era sino lo natural desvelado-
No - es - la «Revelación» la que aguarda,
Sino nuestros ojos no equipados-

viernes, 12 de marzo de 2010

D. Miguel, el de la sombra larga

Ha muerto Delibes. Le habrá recibido con un abrazo tierno para toda la eternidad su señora de rojo. Habrá cambiado el fondo gris por algo más vivo e intenso, qué para algo es el Paraíso. Los últimos años fueron para Delibes una lección de paciencia y aceptación de la adversidad: viudo, con sus capacidades disminuídas por un cáncer, Quijote de los débiles del siglo XXI. Sus declaraciones sobre el aborto fueron lúcidas, valientes y sufridas. Repasando las numerosísimas publicaciones que se apresuran a informar sobre la vida de el escritor de Castilla me encuentro con una anécdota que me ha dado qué pensar.

Dicen de D. Miguel, que topó de frente con la literatura al estudiar un manual de Derecho Mercantil, escrito por Joaquín Garrigues. Allí descubrió "la belleza del lenguaje y la eficacia de la metáfora y el adjetivo oportunamente empleado". ¡Toma! Así que le debemos a un manual de mercantil el punto de ignición que luego ardería como una pasión por la literatura y nos regalara obras que se incluyen en lo mejor de la literatura en castellano del siglo XX. ¡Dios mío!, pienso...¡qué responsabilidad para la manualística!

Miguel Delibes era un defensor del buen gusto, se hiciera lo que se hiciera: literatura o informes periciales, al estilo del heroísmo que solía proponer también Eugenio D'Ors. Sólo queda agradecer leyendo a Delibes, recordando su valentía, tomando la posta de sus causas peleadas con elegancia desde las letras. Y dedicar una oración por su alma. O tantas como frases memorables nos ha dejado.



jueves, 18 de febrero de 2010

Aperitivo

Un par de frases de Autorretrato con radiador de Christian Bobin. Sólo una cuantas y prometo hacer una selección más suculenta dentro de unos días. Digamos que dejo ahora el aperitivo. Por cierto, podría decir que es un aperitivo doble. Este librito, publicado en la editorial Árdora Express en 2006, tiene unos compañeros de catálogo muy interesantes. Que yo sepa no han traducido nada más de Bobin, al que acompañan otros como Mandelstam, Milosz, John Berger o Julien Gracq. De modo que este es el primer bocado de la colección. Lo dicho, doble abreboca.

" Las rosas han dado todo y ahora se mueren, lo que es una manera de dar aún más."

"Me encuentro muy lejos de la bondad y del amor. La prueba: escribo sobre ellos."

"Lo que se llama el 'encanto' de una persona, es la libertad que ejerce respecto a sí misma, algo que, en su vida, es más libre que su vida."

"Lo que parece que empieza tan sólo continúa."

"A veces tengo ganas de morirme como el niño tiene ganas de abrir su regalo antes de tiempo."

"De todos los que me encuentro espero algo, y puesto que lo espero, lo recibo."

viernes, 12 de febrero de 2010

Ad hoc

Un poema para capear el temporal.


Villancico en Central Park

Mañanicas floridas
del frío invierno
recordad a mi niño
que duerme al hilo.
(Lope de Vega)

Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.

José Hierro, de Cuaderno de Nueva York, 1998.


miércoles, 3 de febrero de 2010

The road


He vuelto a leer, con más atención y gusto si cabe, La carretera de Cormac McCarthy. Tenía que escribir sobre la novela por encargo y gracias a ello he podido adentrarme un poco más en aquella historia, fascinante por lo que muestra y cómo lo muestra. McCarthy ha sido considerado como uno de los mejores novelistas americanos del siglo XX. A veces la crítica lo ha relacionado con el dirty realism de los 80, otras lo ha considerado como otro Salinger, en especial por su renuencia a las apariciones públicas y otros fuegos de artificio que abundan en el mundo literario de las grandes ventas.

Mondadori ha traducido y publicado en una excelente edición de tapa dura esta novela maravillosa. El editor de Random House que apostó por McCarthy allá por los años 60 lo fue también de Faulkner. Buen olfato. La fama de McCarthy se ha consolidado tras el Pulitzer que ganó en 2007 con La carretera. Muchos recordarán (por su versión cinemátográfica la mayoría) otra de sus obras recientes, No es país para viejos. Sin embargo, la vida de McCarthy como escritor no ha sido un camino de rosas. Lo cuenta en una de las poquísimas entrevistas que ha concedido y que dejo aquí por si os interesa verla. Os la recomiendo, aunque haya que hacer un pequeño esfuerzo para captar el inglés que subyace a su acento neoyorquino.

Veréis un hombre natural, medio tumbado en un sillón del plató de Oprah Winfrey, con el atuendo americano por excelencia: una camisa vaquera, unos chinos color camel y unas botas sin gracia. No parece importarle un pimiento el quedar bien ante las cámaras. Natural y despreocupado. Reflexivo. Humilde. No sabe -dice- de dónde han salido sus libros. De algún lugar misterioso, como todo lo que lleva el sello de la belleza. Eso que llamamos arte.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Ringraziamento

Así, en italiano, pues Mann pone la frase en boca de Settembrini, en una de esas almabicadas conversaciones de las que hace gala este personaje. Este párrafo me dejó anoche una perplejidad, un asombro y una mina de pequeñas alegrías.

Usted perjudica a nuestro anfitrión haciendo gala de tanto ingenio y le expresa muy mal su agradecimiento por este exquisito pastel. Pero, ¿acaso sabe usted qué es el agradecimiento? Yo entiendo que el agradecimiento consiste en hacer buen uso de los regalos que se reciben...

Perplejidad: el ingenio perjudica... más exactamente, hacer gala de él cuando lo que corresponde es disfrutar de lo que se nos ofrece con sencillez.

Asombro: si todo lo recibimos, no hay vida más recta que la vida feliz, la que consigue desenvolver los regalos de la vida e invita a sus amigos a jugar con ellos.

Y de repente una descubre que, como dice Gómez Dávila, "Lo más común nos deslumbra de pronto con esplendor de epifanía".

lunes, 23 de noviembre de 2009

Editores

Después de disfrutar tanto, y de sufrir un poco también, con los cuentos de Carver, resulta que sus relatos le deben mucho a su editor. Ahora sabremos cuánto. Me imagino que estas historias nos vienen muy bien para recordar que, al final de la vida, si nos sale tan bien como le salían a Carver sus cuentos, tendremos que reconocer el trabajo de los editores vitales. Los roces, inevitables en esta vida, pueden dejarnos como un clásico de la literatura.

¡Feliz Navidad!