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viernes, 19 de febrero de 2021

Una pluma y un amigo


Tengo una pluma nueva, barata y azul, de punto medio. La última que tuve se me perdió en la mudanza. Echaba de menos escribir con pluma, el ritual de rellenar el cartucho con tinta, esa sensación diferente que hace que los trazos sean más míos, según va dando de sí el plumín hasta acoplarse a mi pulso. Hace ilusión estrenar cosas nuevas. Pero, no hay nada como sentirlas ya tuyas, un poco envejecidas, sin resistencias. Como dice un aforismo de Enrique García-Máiquez: "Los objetos también se domestican."


Son esos objetos y lugares con las que nos sentimos como con las viejas amistades. Esos amigos con quienes no hace falta acomodarse y discernir prolijamente qué decir o qué hacer. Con ellos basta juntarse y todo lo demás se acomoda al nosotros. De esas amistades hay pocas. Y qué pena cuando, como la pluma, se pierden en una mudanza de carácter o de circunstancias. Y por otra parte, qué bueno; porque las personas no se domestican, no sin dañarlas. Se conocen, se acompañan, se aceptan y se quieren. Y, en todo caso, a través de la amistad, se domestica el carácter de cada uno, libremente. Cada uno lo hace consigo mismo, para estar a la altura del otro. Aquel refrán, uno poco gastado que dice que "quien tiene un amigo, tiene un tesoro", se podría interpretar desde esta perspectiva. Sí, es un tesoro,  y esas grandes amistades han contribuido, sin duda, a pulir el diamante en bruto. 

miércoles, 17 de febrero de 2021

Ya casi...

Quién no pronuncia esta frase a diario o, por lo menos, con mucha frecuencia. Ya... casi cierro el contrato, ya casi está la comida, ya casi he terminado, ya casi llego, ya casi la he olvidado, ya casi soy feliz. Se podría decir que este estado de inconclusión permanente, en algún aspecto de la vida, paradójicamente nos define. Es decir, estamos determinados a estar indeterminados. Las acciones que realizamos en el tiempo viven mientras dure el "casi". Nuestra vida se mantiene mientras dure el "casi". 

Esto puede causarnos, a veces, cierto malestar. Porque, no sé qué espíritu de nuestro tiempo, nos aprieta y nos mete prisa por terminar, por cerrar, por acabar lo que sea, como sea. Y, sí,  también, los plazos están para cumplirlos, benditos ellos.  No se trata de dilatar innecesariamente tareas, decisiones y, lamentablemente, tampoco las vacaciones. Todo tiene su cajoncito en el tiempo, que se abre y se cierra.

Yo agradezco esa posibilidad de estar en el casi. Primero, porque quiere decir que la parca todavía no me ha llevado.  Y segundo, porque eso me permite aspirar a ser mejor, a estirarme un poco y saber que, si experimento el "casi" como oportunidad, cada día puedo ir un poco más allá, sin frustraciones. 

Las acciones puntuales empiezan y acaban, y continúan sucediéndose en ese juego del principio y el final. En cambio, la tarea del perfeccionamiento humano, lo abarca todo, lo mezcla y lo aglutina durante cada día con sus noches. Y el casi, puede ser una ayuda para no desanimarse en ese afán de crecer. Porque –sabemos de antemano– que no alcanzaremos la meta, y no por renunciamos al avance. Hoy casi... Si todos los días vivimos con esa hermosa tensión del que no deja de saltar, para llegar cada vez más alto y más lejos; casi... habremos alcanzado la sabiduría. 

domingo, 14 de febrero de 2021

Qué pinta aquí Valentín, el santo


Celebrar San Valentín, como el gran día del amor y la amistad, me produce cierto rechazo. Será porque mi convicción acerca de la celebración cotidiana que requieren ambos, hace que lo vea con cierta sospecha. Hoy, además, me di cuenta de que no sabía nada acerca del santo, de su historia y, por qué, en algún momento, se le adscribió este patronazgo. 

Resulta que, para empezar, no se sabe si el santo, efectivamente existió. La primera en la frente. Se supone que fue uno de los tres mártires ejecutados por, no se sabe si, el Emperador romano, Claudio II, o su sucesor, Aureliano, alrededor del año 270 d.C. San Valentín habría sido un obispo que casaba, en la clandestinidad (cosa que ya tiene su toque de romanticismo), a los soldados romanos. En la época, un soldado se casaba con las armas de Roma y no más. El amor humano se consideraba un estorbo y, el matrimonio, traición. 

De ahí que Valentín, valientemente, daba a los soldados (doblemente valientes, por ser soldados y por optar por el matrimonio), la posibilidad de formar una familia, saltándose la ley –nunca mejor dicho– alegremente. Al parecer, se llegó a conocer lo que Valentín hacía por los enamorados militantes que, por militares, estaban condenados a privarse de mujer e hijos y lo apresaron. Lo acusaron de ser cómplice de incumplir los mandatos del emperador y de profesar la fe cristiana. Se supone que lo ejecutaron un 14 de febrero, después de negarse a renunciar al cristianismo. 

En 1969 se retiró a San Valentín del santoral, pero, para entonces, ya la fiesta se había secularizado y siguió celebrándose al margen del bueno de Valentín de Recia, tal como se celebra hoy. Después de conocer la historia, pienso que más que el patrón de los enamorados, le pega más serlo de los casados por convicción, los partidarios del yo contigo para siempre, incluso si las circunstancias lo ponen muy difícil. Yo, por lo que he visto, el matrimonio es una institución maravillosa, pero que requiere no poca valentía y perseverancia, ambas hijas directas de la virtud de la fortaleza.  

Así que, aunque ya no esté en el santoral,  yo ya veo la fiesta con otros ojos. Que sea el patrono de los que se enamoran, con el compromiso de llegar juntos mucho más allá del enamoramiento, me parece fantástico. Y en los tiempos que corren, este santo tiene mucho trabajo, más que casando parejas, intercediendo porque se mantengan así, fieles a su compromiso y luchando, como aquellos soldados, por ahondar en el amor conyugal, en el valor de la familia y la alegría que emana de un hogar, en el que la brasa nunca se apaga. 

De modo que, con estos matices, ¡feliz día de San Valentín a todos!


domingo, 12 de junio de 2011

Vidas

Anoche estaba a punto de perder la paciencia. A las 7 me llamaba el condutor de la empresa que traía mi moto de Pamplona a Madrid. Llamaba para anunciar que llegaría con el encargo a eso de las 12.30 de la noche. El conductor, con su acento extraño. Por mi cabeza pasaban juicios como relámpagos de verano. Hay que ver qué poca profesionalidad. Hay que ver qué horas. Hay que ver...
El hombre del acento extraño llegó a la hora prevista. Tenía la cara desencajada por el cansancio. Llevaba tres días conduciendo por toda España, durmiendo apenas dos horas. Le dolía la cabeza. Un tipo fornido y vulnerable como un niño desamparado. Le dimos una pastilla para la cabeza. No teníamos nada para paliar su cansancio. Por favor duerma, hable con su jefe...
Su respuesta resignada, al borde de la desesperación, pronunciaba con su acento extraño: hay que trabajar. Desaparecieron todos los juicios como desaparece una tormenta de verano. Querría denunciar a su empresa, pero quizá sería peor para él. Qué vidas. Qué deseos de hacerlas diferentes.
Anoche no perdí la paciencia. Pero tuve la tentación de perder la esperanza.

martes, 7 de junio de 2011

El peso de la palabra

Así se titula el magnífico ensayo de Amalia Quevedo. Pude escuchar su presentación en un seminario, hace ya algunos años. Tuvo la amabilidad de dejarme unos cuantos folios de su ensayo, entonces inédito. He aprovechado estos días de lluvia para leerlos y estoy deseando hacerme con el libro. He encontrado (feliz casualidad) un capítulo que deseaba leer y que no estaba en los folios recién desempolvados. Y (¿otra casualidad?) he hallado este escolio de Gómez Dávila que es para mí tan oportuno.

“Lo que nos enclaustra nos ofrece la posibilidad de ennoblecernos. Aun cuando sea un simple aguacero.”

El peso de la palabra lo tengo vivo y reciente, las cajas de libros de la mudanza testimonian que la palabra pesa y mucho. El peso, aún más vivo, de las palabras que ya no escucho le dan la razón a Quevedo cuando dice que "en verdad, no es sólo la palabra de Dios la que, al decir de la Escritura, es viva y eficaz. La palabra, cualquier palabra, es más incisiva que espada de dos filos y penetra hasta las junturas de los tuétanos." Y es así. Las palabras quedan en el aire, se revuelven con el viento y se quedan, a veces para siempre, en el recuerdo. A veces como reproche, a veces como consuelo, a veces como nostalgia de la voz y la letra que ya no se escucha ni se lee.

Para esta tarde de lluvia sólo tengo soledad "esta vieja e insobornable aliada, tan amable cuando se la busca y desea, tan repelente cuando no se quiere estar con ella"; y palabras. Soledad acompañada. Un tiempo para ennoblecer las lágrimas incesantes de Madrid.

lunes, 6 de junio de 2011

Por no hacer mudanza en su costumbre...

He cambiado de ciudad, de trabajo y hasta yo misma me encuentro distinta y cambiada. Incluso he pensado cerrar las ráfagas y crear un nuevo espacio -borra y va de nuevo- para escribir. La experiencia me ha enseñado que el cambio es siempre continuidad, (y no soy reaccionaria) por mucho que nos empeñemos en inaugurar la vida. Comienzo sólo hay uno. Lo demás son vericuetos y peripecias en la trama, algunos tan desconcertantes que parecerían un comienzo nuevo. Creo que sólo hay un espacio de re-creación, tan delicado y misterioso que pasa desapercibido a los ojos que ven y al corazón que siente. Sólo cuando el suave dedo de Dios toca el alma (ego te absolvo) para perdonar hay una novedad real. Curioso. Lo más real es lo menos tangible. Todo un reto para este tiempo que se queda en dos dimensiones con frecuencia: lo material y lo virtual. Y sin embargo... lo más real, lo único importante, ya lo dijo Saint Exupery, sólo se ve con el corazón, cum fide.
Llueve con fuerza. ¿Quién dijo que el norte era lluvioso? Madrid es un continuo lagrimeo. Al menos así me parece que no he dejado el norte. Que no lo he perdido.

sábado, 28 de mayo de 2011

Mucho metro

Hace unos meses, cuando imaginaba cómo sería la vida en Madrid, me entraba un escalofrío. Acostumbrada a la buena vida de provincia, eso de andar metida no sé cuántas horas a la semana en el metro, hacía que se me pusieran los pelos como escarpias. Poco a poco he ido cambiando de opinión. Las distancias cortas tienen sus ventajas, sin duda, pero las grandes distancias también. ¡En el metro se puede leer! Y tengo una lista enorme de lecturas que me acompañarán en mis viajes. Algo ligerito para el verano, combinado con algo de peso para evitar que termine en ligereza. Desde hace tiempo tengo pendiente a Séneca. Empezaré con él dentro de poco. Todo por estas citas (entre otras). Así cualquiera engancha...

"La amistad no es, como decía Epicuro, tener quien te asista en la enfermedad, quien te socorra en la prisión o en la escasez, sino tener a quien asistir en la enfermedad, a quien procurar la libertad cuando se vea rodeado de enemigos... ¿Por qué hacer amigos? A fin de tener por quien morir, de tener a alguien a quien seguir en el exilio, a quien salvar la vida a expensas de la nuestra.”

"Sólo la pobreza te conservará los amigos verdaderos y seguros. (...) Alejará a aquellos que acudían a ti por otra cosa que por ti mismo.”


miércoles, 2 de marzo de 2011

Leía ayer la Correspondencia de Tolstói (Acantilado, 2008). Me hizo gracia un comentario que le hace a su hermano acerca de su inesperada madurez (todavía le quedaba un trecho), y cómo describe el cambio.
(...) te diré que la vida peterburguesa ejerce una influencia grande y benéfica en mí, me enseña a estar activo y de alguna manera me obliga a tener un horario; no puede uno estar sin hacer nada; todo el mundo tiene ocupaciones; tiene cosas que hacer y no hay con quien llevar una vida bohemia, y solo es imposible. Sé que no vas a creer que he cambiado y que me vas a decir: "me lo has dicho veinte veces y el resultado no se ve, no has cambiado ni un ápice". Pero, no. Ahora he cambiado de manera totalmente distinta a como cambiaba antes. Antes me decía: "Debo cambiar", pero ahora veo que he cambiado y me digo: "He cambiado".

martes, 22 de febrero de 2011

Missing

Tengo que pedir disculpas a mis lectores (¡todavía los hay!) que al venir aquí se han encontrado con la puerta cerrada. Abandoné el blog como se deja una casa de verano, con las persianas cerradas y la tranca puesta. Lo que pasa es que cuando uno deja la casa de veraneo, las visitas enseguida piensan, ¡vaya!, se ha ido. Ya vendrá algún fin de semana, o el próximo verano.

En el cuarto de estar de mi blog no hay persianas, no hay verano, ni cartelito que anuncie: "vuelvo dentro de un mes". Y las visitas pensaban que se había vuelto un blog exclusivo para invitados particulares. Si sirve de algo, la culpa no es mía sino de mi inquilino, Blogger, que no da pie a muchas explicaciones. Vuelvo, pero para volver a irme, y volver, y así; como quien tiene casa de verano.

La tesis a punto de concluir, un máster de comunicación en marcha, presentaciones de Memoria del Paraíso. Y la vida misma, que de pronto se vuelve laboriosa (más, quiero decir).
Aunque no pase mucho tiempo por aquí, lo de siempre: gracias por venir, está en su casa.

martes, 18 de enero de 2011

18-01-2011

Empiezo el día como un palillo de algodón de azúcar: doy vueltas y más vueltas, para enroscar la niebla.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Involución gramatical

Empezamos bien con la búsqueda del justísimo "a cada uno lo suyo"; y por desgaste de la lengua, entre otros lugares del alma, acabamos con el "cada uno a lo suyo". Y así nos va.

jueves, 21 de octubre de 2010

Robots

Hace unos días, mientras hacía una búsqueda para la tesis, tuve un pequeño problema de comunicación con el filtro de búsqueda. No sé si los duendes informáticos hacen una de estas para reírse un rato del internauta incauto, o es sencillamente que andamos todavía en pañales a la hora de interpretar términos de búsqueda. Lo cierto es que yo no daba crédito a lo que me sugería mi electrónico interlocutor: os lo dejo, que no tiene desperdicio. No me extraña que lo que sigue a la web 2.0 sea la web semántica.

jueves, 14 de octubre de 2010

Otoño


Un capricho: pisar las hojas caídas de los árboles, crujientes como hojuelas de maíz sobre la hierba.

Una tristeza: la luz es más escasa, más fría.

Una alegría: los colores del atardecer.

Un asombro (o tres): Aquí, de Wislawa Szymborska y dos poemas de Natalia de Barbaro (gracias a Abel Murcia).

Una ilusión: no lo digo...

lunes, 28 de junio de 2010

Frase febril


La distancia más corta entre dos puntos es la línea (telefónica). La más larga, el silencio en línea.

viernes, 18 de junio de 2010

Sorpresas

Voy en el metro. Me fijo en la gente que viaja conmigo en el vagón. Me llama la atención un tipo grande, más bien, gordo. Lleva barba y el pelo rapado. Lleva unos pantalones cortos y camiseta, todo negro, que dejan ver una parte de los enormes tatuajes que lleva en los brazos y las piernas, como un guerrero preparado para el combate. Parece que tiene su guerra particular, en la PSP que lleva en las manos, y que no deja de mirar, sin distraerse. Él no se fija en nadie, cosa que agradezco, porque con esa pinta –pienso- me sentiría intimidada si llegásemos a cruzar una mirada.

Para el tren y sube un mendigo. Camina con su bastón y su gorra mirando a los viajeros, por si alguno se compadece de su aspecto famélico y le echa unas monedas a la gorra. Todos miran hacia otro lado, salvo el tipo de los tatuajes. Deja a un lado su juego y se le cambia la cara. Mete la mano en el bolsillo y saca unas monedas. Se acerca al mendigo y se las deja en la gorra despacio, mirándole a los ojos. Me quedo pensativa. Cómo me alegro cuando la vida contradice la majadería esa de "piensa mal y acertarás". El mendigo se llevó algunas monedas y una mirada digna del tipo más bondadoso que viajaba en el vagón.

jueves, 3 de junio de 2010

Under the rainbow

Quedan dos meses antes de que se esfume el arcoiris. Después, nunca se sabe. He tenido una visita entrañable durante 15 días. Sólo una madre se sube en una vespa roja con su hija al volante en Pamplona, la ciudad de las rotondas, ¡con el miedo que le dan las curvas! Reímos mucho, comimos bien. Y hablamos, y hablamos, y hablamos hasta bien entrada la noche, día tras día.
Ahora de vuelta al trabajo, con calor y el polvo que levanta el incipiente edificio de la Facultad de Económicas. En breve empezará a levantar polvo el Museo. La biblioteca ha pasado de ser un Think tank a un tank a secas. No he pasado por tantas medidas de seguridad ni en los aeropuertos de EEUU tras el 11.S. Se ha puesto enferma una profesora a la que admiro mucho. Una amiga, muy amiga casi no lo cuenta tras un accidente en moto. Y eso que seguimos bajo el arcoiris. Ya en agosto se verá cómo se aleja el polvo cuando sople el viento. Y hacia qué dirección sopla. Lo mío por ahora será seguir, procurando que los libros no me miren con la hojas polvorientas. Trabajar mucho, mucho, mucho. Que el final está muy cerca y quedan dos meses antes de que se pierda el arcoiris.

viernes, 9 de abril de 2010

Narraciones

Hoy he preparado el documento que acogerá el quinto capítulo de mi tesis (son seis). El título: "La mediación de la narración en la comprensión de sí mismo." Curiosa relación entre vida y relato, curioso por demás que necesitemos comprendernos a través de las experiencias de otros, incluso cuando los otros no son más (ni menos) que personajes que habitan en un mundo distinto de ese que llamamos vida real.
La vida es la historia de una vida, un relato lleno de acontecimientos, personajes, peripecias, encuentros y desencuentros, que llenan las páginas de un libro cuyo título originalísimo es ¿quién soy?

Como decía Aristóteles, una buena trama es la que consigue ordenar los hechos de tal manera que los incidentes heterogéneos que componen la historia lleguen a ser armónicos, llenos de sentido, que la concordancia prevalezca sobre la discordancia.
Pero de la vida, como dice Ricoeur, no somos sus autores. Como mucho, co-autores y no le falta razón. No tenemos la capacidad de configurar la trama de nuestra vida como podría hacerlo un autor con su obra, siempre quedan cabos sueltos, una ausencia de sentido que deja incomprensibles los pasajes dolorosos, las elipsis, los giros en la historia que nos alejan del final tan esperado.

Hay cuestiones que me interpelan vivamente y que no podré incluirlas en mi tesis. Por ejemplo, la idea que he leído en el (sin razón) vilipendiado Rainiero Cantalamessa. No basta nuestra historia enriquecida por historias que se encuentran en el nivel ancho y largo de la experiencia humana. Necesitamos otras coordenadas. Hace unos días EGM glosaba aquella queja de San Juan, cuando afirma que no bastaría el mundo para guardar todos los libros que podrían escribirse sobre la vida de Jesús, su historia. Cantalamessa escribe

"la venida de Jesús en la encarnación marca un salto cualitativo, como cuando un río llega a una esclusa y reemprende su marcha en un nivel más alto. Todos los gestos realizados por Jesús durante su vida forman parte de la historia de la salvación; incluso su silencio y la vida cotidiana de Nazaret pertenecen a la historia.(…) Pero la historia de la salvación continúa después de él, y nosotros también formamos parte de ella. La vida de cada creyente en particular, desde el bautismo hasta la muerte, es una pequeña historia de la salvación, es el microcosmos de la salvación; mientras que la otra historia aquella que va desde la creación hasta la parusía, constituye su macrocosmos".

Somos por tanto co-autores de nuestra historia, y de nuestra Historia. Compartimos el tiempo con otras vidas y la Vida comparte el tiempo de la historia de cada uno. Yo procuraré, al escribir mi tesis, comprender lo mejor que pueda las tramas y giros de la historia del gran río y su corriente en el tramo que fluye hasta llegar a la esclusa. En cierto modo, es la parte menos agraciada del recorrido. La comprensión de sí mismo es siempre una tarea inacabada. En parte, porque una historia bien trabada sólo se comprende desde el final. Los poetas siempre ayudan en estos trances y Borges ya lo dijo al final de su soneto:

¿Quién es el mar, quien soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

Y la Dickinson va un poco (o mucho) más allá cuando dice en una de sus cartas a Higginson:

Hoy pensaba -al percatarme de que lo «Sobrenatural» no era sino lo natural desvelado-
No - es - la «Revelación» la que aguarda,
Sino nuestros ojos no equipados-

jueves, 8 de abril de 2010

El Principito



Tengo un pijama nuevo del Principito. Me lo regaló una amiga a la que adoro, y con eso bastaría para que mi pijama fuese único. Es talla L. La dependienta le recomendó que lo comprara grande porque el tallaje viene apretadito. Por lo visto a los modistos no les basta con estrangular a las ex–damas solamente cuando van de calle (y más de noche que de día), sino que ahora el estrangulamiento se extiende a las ropas de cama (que ya es inquina) cuando es evidente que el sentido común reclama hacerlas amplias, como se hacen las sábanas.
Yo miro mi pijama y ya con eso me basta para ser dichosa, porque ¡hay que ver lo que cabe en estas cuatro telas! En él se juntan muchas cosas: tengo un pijama fresco, de abolengo, discreto en sus colores –¡literario!– y además, profundamente humano.

Contiene la luna, las estrellas, los planetas -cosa que se agradece en esta latitudes, porque las nubes del norte pocas veces conceden ver los cielos despejados-. Mi padre se sentirá también contento con el regalo, porque donde está el Principito está su rosa. Y de las rosas vive, come, duerme, estudia y se divierte mi familia desde hace más de 25 años.

Y tengo aquí montañas y flores y un pequeño amigo con gesto soñador, que me recuerda mucho a quien me hizo este regalo. Sólo echo en falta al zorro que no aparece por aquí, ni salvaje, ni amansado. Pero eso tiene arreglo fácil: desde ahora, el zorro seré yo. Por las mañanas, cuando suene el despertador, seré seguramente un zorro esquivo, asalvajado. Y por las noches, cuando llegue hasta mi cama pidiendo tregua, seré el zorro del Principito, domesticado.

¡Feliz Navidad!