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lunes, 8 de noviembre de 2010

La Sagrada Familia



A propósito del viaje del Papa y la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia, merece la pena releer el artículo que le dedicó Nuestro Tiempo al templo del genial Gaudí. Aquí lo dejo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Imagine...

Todo cambia. Y España más. Incluso, a veces, a mejor. La idea del ministro Gabilondo de acabar con los doblajes me gusta mucho, muchísimo. Entiendo que haya mucha gente a la que le guste menos, o nada de nada. Pero lo cierto es que los idiomas se cuelan por el oído y se nos vuelven familiares casi sin que nos percatemos. Las nuevas generaciones, aunque sean escasas, vienen con el software adaptado a los tiempos: son nativos digitales y no le temen al inglés, o al menos no tanto. Han venido al mundo cuando el mundo ya era global, cuando los vuelos baratos e internet ya campaban a sus anchas y han visto más mundo que las generaciones anteriores, a veces incluso sin salir de casa. Escuchar la versión original de las películas es una manera de ensanchar el horizonte (o la longitud de onda, ya que se trata de oír). Quizá nos llevemos una sorpresa cuando escuchemos la voz de los actores, con su personal acento dramático, o se reduzcan en un 80% los tacos que al doblar se insertan en los guiones. No digo que por eso vayamos a ser más universales, pero con suerte un poco más internacionales, sí. Si la iniciativa sale adelante, habrá que llevar las gafas al cine e importará menos hacer ruido con la bolsa de las palomitas. Estoy deseando ver la polémica en pleno auge: original version with subtitles, yes; die Originalfassung mit Untertiteln, nicht. Ya se verá.

martes, 15 de diciembre de 2009

Asunto de tres

Acabo de leer la declaración que han hecho, frente a la ley del aborto, los decanos de las facultades de Medicina, Enfermería, Ciencias, Farmacia, junto con el director general de la Clínica Universidad de Navarra. Para ser veraz hay que ser valiente, y para ser compasivo, fuerte. La declaración entera me parece un acierto, pero en especial me ha gustado ver una universidad que no pacta con simplificaciones, ideologías, ni con la presión aplastante (en su sentido más violento) del political correctness. Dos ideas que se recogen en el documento me han tocado especialmente, quizá porque ni se oyen ni se leen, a pesar del peso de la evidencia:

"La vida que comienza es un asunto de tres" (ni sólo la mujer, ni la mujer sola)

"La historia juzgará nuestra pasividad cómplice o nuestro compromiso solidario con el débil."

No hay lugar para la indiferencia, ni para la neutralidad. En el mejor de los casos, un resquicio para la duda. Pero al parecer, ni eso. La ciencia tiene ya suficientes respuestas como para salir del titubeo. Después del climagate se ha generado un clima de sospecha en la sociedad respecto de la fiabilidad del discurso científico. No se trata de lanzar ahora la duda por sistema, sobre la ciencia ni sobre los científicos, sino de evitar absolutizarla y recordar que también cabe utilizar la ciencia para intereses distintos del conocimiento.

Hay que exigir transparencia y honradez, y es la sociedad quien debe hacerlo, no sólo los responsables de las instituciones, de allí que no valga la posición de espectador: en democracia, todos somos protagonistas, y no sólo el día de las elecciones. No es un panorama cómodo, pero es que lograr el bienestar real y para todos nunca lo ha sido. Pasividad o compromiso: la elección del día a día.

lunes, 25 de mayo de 2009

Fuenterrabía


Ayer fui de excusión a Fuenterrabía (Guipúzcoa), un precioso pueblo pesquero fundado en 1203 por Alfonso el Noble, Rey de Castilla. Para llegar a Fuenterrabía hay que proponérselo. Imagino que ahora con la guía Michelín y el GPS la gente lo tiene más fácil, porque las autoridades de tráfico no se lo facilitan a ningún españolito medio. Ni a ningún mexicanito, panameño, uruguayo o inglesito que aprendió spanish con esfuerzo. Y ya es lástima, porque merece la pena conocer aquel precioso pueblo de mar, vecino de Hendaya, en plena frontera con Francia en la desembocadura del Bidasoa.

En todo el trayecto desde San Sebastián los carteles anuncian Hondarribia(como se denomina oficialmente por acuerdo municipal desde 1979) con frecuencia. Menos mal que una ya se ha perdido varias veces y ha encontrado gente amable que le ha explicado en su idioma, es decir, el que por un capricho del destino heredó de sus padres, hispanohablantes de América, y ha utilizado sin problemas durante años para comunicarse.

Ya digo, lo de las señales de tráfico tiene su truco. Primero no hay manera de llegar a Fuenterrabía, sino a Hondarribia, si uno adivina que se trata del mismo lugar. Debe de ser evidente quoad nos, para los que ya sabemos que son el mismo pueblo. De ahí que tráfico no traduzca, porque seguro que allí sólo van los de allí y no hace falta explicarles a los propios como se llama lo que es de su propiedad. Y si fuera alguna vez alguien de fuera, que se fastidie, se pierda varias veces, pregunte otras tantas y aprenda bien la lección para la próxima; si llega...

Pero si no te lo ponen fácil para llegar, tampoco te lo ponen fácil para salir. Cuando intentaba volver a Pamplona me pusieron una multa por cambio de sentido antirreglamentario grave. Lo de la gravedad, según me dijo el agente, venía de que estaba en la calle más transitada del pueblo. La misma infracción en otro barrio la habría pasado por alto. Y claro, sin señales de prohibido, ni marcas de incorporación, es evidente que una tiene la culpa. Por no adivinar. (Aunque confieso que la dificultad del giro algo me hizo intuir...) Y eso me pasa por no ser muy de allí y saber que esa calle es la más transitada del pueblo.
También evidente.

Aún así es un sitio muy recomendable. Se come muy bien, el paisaje es maravilloso y en lo alto del monte Jaizquibel hay una antigua ermita (siglo XVI), dedicada a la Virgen de Guadalupe que suele estar abierta. Y se puede rezar en castellano. Y en euskera y nahuatl si se prefiere. También a eso está abierta.

Latest news III

Los que estéis por aquí, que no se os olvide:

“El arte y el poder”, a cargo de D. César Antonio Molina (escritor).
Aula 30 del Edificio Central
12.30

Seminario organizado por la Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Cría cuervos...

En un descanso de la tesis me asomé a la ventana de mi habitación y encontré una urraca muerta en el patio. Me quedé muy sorprendida al ver al pobre pajarraco. Y ya que ella ya no iba a volar más, dejé que mi imaginación volara en su lugar, aventurando la causa de su muerte: un pequeño cazador con tirachinas o el calor (tan inusual por estas latitudes). Pero subió más alto, más alto y pensé que quizá la pobre se cruzaría en pleno vuelo con una página del diario traída y llevada por el viento. Quizá tuvo la mala fortuna de que fuese la página que recogía las declaraciones de la ministra de igual-dá. Y claro, el corazón le daría un vuelco, ante semejante disgusto.
Habrá quien lea esta entrada y piense que no digo más que tonterías. Y quizá tenga razón. Pero creo que tendría, como se cree que tiene la ministra, el beneficio de la duda y el apoyo de los científicos para respaldar mi teoría del infarto de la urraca. Probablemente no hay evidencias suficientes para afirmar o negar que la urraca murió de susto, tras leer las palabras de Aído. Quizá me sorprendería que las urracas puedan leer el diario en pleno vuelo. Me sorprendería menos que se infartaran con las declaraciones de Bibiana. Porque eso de que con 13 semanas un embrión de nuestra especie (humana mientras no se demuestre lo contrario) es tan sólo un ser vivo, sinceramente, ¡no lo aguantan ni los cuervos!

sábado, 16 de mayo de 2009

Pars pro toto


La parte más perniciosa de la mentira, toma paradoja, es la parte de verdad que contiene. Santo Tomás resumió hace siete siglos con esta sencilla frase muchos de los desarreglos de nuestras laceradas democracias. Hoy me sorprendí contemplando, con gusto, desde el balcón de mi casa una manifestación nacionalista que avanzaba por la Avenida del Ejército. No simpatizo con sus ideas, no simpatizo con su estética y, sin embargo, la marcha serena de cientos de personas unidas por un ideal común se me hacía tan atractiva, que no pude evitar quedarme embobada mirando ese colorido cortejo de hombres y mujeres unidos por la exclusión.

Y ahí está la cosa, la unidad es siempre algo atractivo. Esa armonía humana que se eleva como una orquesta de pasos encaminándose hacia un ideal compartido. Unum et pulchrum convertuntur, la unidad y la belleza son lo mismo, bajo diversos puntos de vista.

Otra cosa es el motivo que promueva esa unión, y allí es donde se cuela el engaño que nos invita a medir el todo por la parte. El fin es lo que congrega, de modo que si el fin está más allá del límite de lo bueno, mal andamos, por mucho que andemos juntos. Y si el fin es bueno, pero para llegar pactamos con el horror, pues mal llegaremos.

Y pasa con todo, la unión de personas del mismo sexo tiene una parte de belleza, la unión por amor, pero esa parte de belleza esconde otra realidad menos hermosa: la rebelión contra la propia naturaleza. Y a la naturaleza no hay lobby que la desvíe del inmemorial sendero por el que conduce a los seres humanos. Al final se llega al fin. Y a sus consecuencias. Pero de eso no le gusta hablar a nadie y menos a los gobiernos, que la parte de verdad de las mentiras son las que mejor salen en las fotos de campaña. Por eso se censuran las imágenes de los abortos, porque allí la dignidad de la mujer que tanto se empeñan en proteger, no sale ni de perfil en una esquina. Sólo sale el aborto. Y si se cuela algún daño colateral: no hay que preocuparse, contamos con Photoshop, las campañas mediáticas y los gabinetes de pura imagen.

La imagen es un fotograma del vídeo Danza de mujer de Anna Malagrida.

viernes, 27 de marzo de 2009

Lecciones de periodismo

El Mundo sacaba hace un par de días la primicia que ahora está en el candelero. Un colegio concertado que llevan las adoratrices de Logroño había emitido un video escandaloso durante una clase de educación para la ciudadanía. Y efectivamente el video es escandaloso, pero no precisamente por lo que ahora llena las páginas de los periódicos.

El mundo se escandaliza porque el video muestra fotos de algunos miembros del gobierno junto a los miembros de niños abortados. Y el escándalo es que pongan las fotos de unos y otros miembros sugiriendo que los unos tienen algo que ver con el estado de los otros. No sé si se me escapa algo, pero me suena que la ley de plazos ha sido una iniciativa de los miembros del gobierno, y los beneficiados son los miembros de los niños. Pues, no es tan ilógico que las fotos se relacionen.

Es cierto que las citas de las bienaventuranzas, junto con la mano y la rosa del PSOE y las fotos de las criaturas forman un collage confuso (a mí tampoco me gusta el cocktail).Y ahí viene la segunda lección de buen periodismo. Pero antes voy a hablar de la primera. No es casualidad que El Mundo diera la noticia basándose en una sola reacción, precisamente la de una madre enfadada. Me habría gustado ver, por darme el gusto de ver un buen periodista en acción, al menos tres o cuatro fuentes más, que den una visión más ajustada de lo que piensan otras personas implicadas. Pero, para qué gastar en móvil, localizar a otras madres que opinen de otro modo, si con una madre cabreada ya tenemos la noticia sensacional en bandeja.

La segunda lección de buen periodismo es la manera de contextualizar la noticia. No es lo mismo emitir un vídeo con una explicación en una clase, que sacarlo por ahí sin más, para dar leña al fuego. La tercera y la más sorprendente es que nadie se atreva a hablar del escándalo mayor: el saldo del aborto. A una sociedad esterilizada como la nuestra no le gusta que le pongan delante estos horrores. En un video que denuncia la inhumanidad del aborto y defiende el derecho a la vida de los más débiles, Eduardo Verástegui hace un silogismo nítido, al alcance de cualquier bolsillo: Si la realidad del aborto es tan horrible que no se puede ni ver, ¿no será que no se debe hacer?

Nos llevamos las manos a la cabeza porque -con más o menos acierto- hay voces en la sociedad que no están dispuestas a callar ante el crimen generalizado contra los no-nacidos (no nacidos, pero vivos). Porque nos lo muestran con toda su fealdad, sin maquillajes, sin intereses electorales por medio. Por necesidad moral. Resulta que el profesor Neira es un héroe por defender a una mujer maltratada. Y lo es, sin duda. Pero quienes defendemos a quienes estás aún más desvalidos que las víctimas de la violencia de género, somos prácticamente unos sádicos. Gente sin escrúpulos que se atreve a ventilar esas imágenes que muestran la realidad en toda su crudeza. A mí que me llamen como les dé la gana. Pero la brutalidad está en el aborto; en callar, en procurar que nadie se entere de lo que estamos permitiendo, no vaya a ser que nos escueza la conciencia. Pues que escueza, que escueza. Es lo que hay.

jueves, 26 de marzo de 2009

Contradicciones

A veces pienso que Chesterton habría disfrutado como polemista de nuestro siglo. El gran maestro de la paradoja tendría el campo sembrado para mostrar las inconsistencias y contradicciones en las que hoy se mueve la sociedad como pez en el agua. El problema con las contradicciones es que generan nudos, y terminamos poniéndonos tontamente la soga al cuello por falta de debate y diálogo verdadero. Esta época de destape, liberación sexual y armarios abiertos también guarda sus pequeños cofrecitos cerrados, para más desdicha de la democracia. Por ejemplo, las transparencias que abundan en la Cibeles no abundan en el Congreso de los diputados, en las comisiones que estudian leyes que regirán a todos los españoles.
Tampoco abundan en las declaraciones del gobierno respecto a las cosas que de verdad importan: qué pasa con la crisis, qué pasa con las tropas, qué pasa con los jueces, qué pasa con la declaración de más de mil científicos españoles que se oponen a la ley del aborto con argumentos científicos. Nos tratan como niños, la ley se elabora para el pueblo y a espaldas del pueblo, no vaya a ser que se nos estropee la sorpresa del día de Reyes. Eso sí, la envoltura se cuida mucho. Tanto la ministra de Cultura como la ministra de Defensa, no dejan cabo suelto cuando se trata de empaquetar con lazos retóricos sus declaraciones a los medios. Luego, mira por dónde, pasa lo que pasa, se enredan con su propio lazo y de nuevo: nudos.

Hace poco leía en una entrevista a Alejandro Llano una afirmación que tendríamos que tomar en serio. “Para salir de una crisis como la actual, es preciso tener ideas claras y saber hacerlas operativas, sin miedo a una polémica abierta.” Basta ver los foros de los periódicos on-line, las evasivas de los políticos, y el sesgo de pensamiento único que imponen los medios en temas controvertidos para darse cuenta que lo de la apertura, ya será menos. Las cuestiones que debieran ser objeto de debate público son precisamente las que por todos los medios se intenta que no se discutan. Tanta democracia, pero mira, los argumentos quedan tímidamente relegados por el silencio de los medios, el silencio de la sociedad civil y el ruido ensordecedor que montan los que tienen la sartén por el mango.

Como dice Llano, en el caso de la misteriosa ley del aborto, no se trata sólo de un atentado contra la vida, sino contra la lógica. Si a la vez mantenemos que un embrión es jurídicamente protegible y a la vez establecemos excepciones cada vez más arbitrarias, entonces estamos ante una contradicción pura y dura. Ya no protegemos al embrión, sino la posibilidad de establecer excepciones a la protección a la que decíamos que tenía derecho, y por tanto lo dejamos desprotegido. Otra vez: nudos.

Hay que señalar los silencios. Hay que hablar y argumentar sobre lo que no quieren escuchar. Hay que sacar el sentido común de su letargo invernal, hay muchas cosas en un armario que también se deberían ventilar. Hay que sacar la voz del niño políticamente incorrecto de El traje nuevo del emperador. Que dejen en paz la época del NODO y hagan el favor de mirar sus nudos.

sábado, 21 de marzo de 2009

Eco...

Hoy me hago eco de mi vecino de blog J. J. García-Noblejas y le agradezco que ponga a nuestra disposición en castellano el artículo de Ferrara. No os lo perdáis:

Y Paco Sánchez aporta también fuentes y preguntas muy interesantes:

miércoles, 18 de marzo de 2009

Terapia anticrisis

El talante cenizo se expande como el polen en primavera. Tal vez por eso empiezo a notar reacciones alérgicas a la palabra crisis con todas sus derivaciones. Antes ante el cartelito de "se alquila" o "disponible" que colgaban de los escaparates de las tiendas, apenas notaba un ligero escozor en la imaginación que remitía en cuanto recordaba los efectos colaterales que trajo para el pequeño comercio la apertura de El Corte Inglés. Ahora los síntomas son mucho más preocupantes. El ligero escozor degenera en una comezón insoportable: ya está la crisis, otro más, desde luego, dónde vamos a parar, esto no ha hecho más que empezar...

Ya me había resignado a esta congestión crónica del optimismo, cuando de repente la vida misma me aplicó una terapia de shock. Mientras volvía de la universidad -cazando cartelitos de "se vende"- me encontré con un escaparate pequeñito. Era una de esas boutiques de señora, típica de las ciudades pequeñas que recuerdan a otros tiempos de rancio esplendor. Entre los maniquíes viejos y las lycras de leopardo, se podía ver un cartelito, discreto y solitario. Escrito con rotulador negro, a mano y con un pulso tembloroso ponía con un estremecedor laconismo: "Cerrado por defunción". Contra la alergia a la crisis, mano de santo.

viernes, 20 de febrero de 2009

El talante del Talento

Discutían la semana pasada en Pamplona, los gurús del talento y algunos aprendices. Pero ojo, que igual el aprendiz era el que se anunciaba como gurú y viceversa. No hay que fiarse demasiado de los eslóganes de marketing intelectual, sino escuchar y juzgar lo que se escucha sin dejarse camelar por las bambalinas del Ágora.
Me gustó -el que más- el discurso de Sir Ken Robinson y creo que leeré su libro The Element. Todos abogaban, como llevan haciendo muchos desde Peter Drucker o antes, a favor del capital humano, de aprovechar los talentos naturales de las personas, de colocar a cada quien en el sitio en el que mejor podría rendir dentro de las empresas, etc. Ahora quizá el matiz es el énfasis que se pone en el papel de la creatividad y la imaginación en todas estas cuitas. Ahora resulta que el aire de despistado y el mote -antes peyorativo- de poeta es un activo valiosísimo que hay que reconducir para que genere beneficios empresariales cuanto antes. -No digas que es poeta, tío, que eso es... ¡TALENTO!

Me ha llamado la atención, sin embargo, la ausencia de debate acerca de los costes que esas apuestas generan. Se ha hablado mucho del mito de la linealidad, del itinerario que sigue la mayoría -de la guardería a la universidad y de la universidad a la jubilación- y que difícilmente se atreve a transgredir por voluntad propia, y menos porque las instituciones lo fomenten. Se ha hablado de que aún vivimos y actuamos -tanto en la economía como en la sociedad- acudiendo a los paradigmas de la revolución industrial, y nadie quiere atreverse a reconocer que llevamos un siglo desde que expiró su fecha de caducidad. Puede ser.

Pero no se ha hablado del mito del control. O más bien de la casi obsesiva tenacidad con que buscamos controlarlo todo para conseguir -al menos- el espejismo de la seguridad. Al parecer todos los espejismos acaban siendo destronados por la realidad, como nos va mostrando la crisis. Apostar por la creatividad es apostar por lo imprevisible. Se suele decir que quienes saben de riesgos son los empresarios, vale. Pero son riesgos muy estudiados. La creatividad tiene otro estilo: una inevitable querencia hacia el fondo perdido, hacia el experimento antes que hacia el resultado, un hondo sentido del misterio y del juego.

Hemos sustituido en muchos campos el control por el compromiso. Y cuesta mucho echar la marcha atrás. A la gente al parecer le va más el: "Virgencita, Virgencita que me quede como estoy"... (y ya muchos ni Virgencita ni nada, como mucho encienden un mechero bic en un mítin de Zapatero). El procesualismo (también en su vertiente política) consigue pequeñas seguridades a costa de un orden monocromático que ahoga la vitalidad social. A mí me encanta escuchar a los pregoneros de ese otro modo de proyectar el mundo. Pero vamos... en las políticas concretas lo quiero ver. Hombre, y ya que estamos, ya que todos tenemos talento, y sólo hace falta un lince que se dé cuenta y te coloque en el sitio adecuado, que alguien se fije en mi currículum y me ofrezca el príncipe azul de los trabajos. Tengo la tarjeta de un gurú de esos, quién sabe, quizá me ofrece un cargo directivo con sólo leer mi propuesta en twitter.

jueves, 29 de enero de 2009

Tiempos

La elasticidad del tiempo y la misteriosa relación que tiene con nuestro modo de afrontar la vida siempre me sorprende. Tenemos una elaborada física del tiempo, exactos relojes suizos, rotaciones y traslaciones que cumplen un itinerario fijo desde los abismos en que el tiempo que ellos mismos nos marcan, se pierde -que paradoja- en la génesis del primer microsegundo. Todavía estoy buscando (si alguien me recomienda alguno, se lo agradeceré) un libro que explore ese terreno fascinante de la percepción subjetiva del tiempo. Magris escribió un párrafo muy ilustrativo acerca de esto en El Danubio:
"No existe un único tren del tiempo, que lleva una única dirección a una velocidad constante; de vez en cuando se encuentra con otro tren, que procede del lado opuesto, del pasado, y durante un cierto trecho ese pasado corre junto a nosotros, está a nuestro lado, en nuestro presente. Las unidades de tiempo -las que los manuales de historia clasifican, por ejemplo, como el período cuaternario o la era augusta y las crónicas de nuestra existencia como los años del bachillerato o la era del amor por una persona- son misteriosas, difícilmente mensurables."
Y es que el sentido del tiempo no tiene que ver con leyes de la física, si clasificamos el tiempo subjetivo y le encontramos una unidad de medida es siempre en relación con aquello que decidimos emplear como referencia. La referencia confiere sentido a una medida o a otra. Podemos adscribir el sentido del tiempo porque la libertad puede establecer esas medidas convencionales. Nuestro señorío sobre el tiempo y sus referencias es siempre parcial. Nosotros aparecemos en un tiempo cuya referencia no somos nosotros mismos: nos acoge, transitamos en él, nos traspasa y después nos sobrevive. Ese tiempo total, también tiene una referencia que escapa a nuestra capacidad de establecer sentido. Tiene un origen que no es ninguna perspectiva parcial, ni la suma de todas ellas. Tiene también por eso un sentido que nos sobrepasa. Siempre me ha impresionado profundamente cuando se habla de Dios como Señor del Tiempo, y más aún en lo que se refiere al tiempo humano, Señor de la Historia.

Ya podrán pintar autobuses, trenes, taxis o aviones si les parece divertido, o si de ese modo se salvan del paro dos o tres agencias de publicidad y unos cuantos chapistas. A poco que uno se pare a pensar (cosa que no se hace habitualmente en medio del tráfico de la ciudad) la conclusión a la que se llegue puede ser, más bien, la que proponía Pascal. Ante la duda sobre la existencia de Dios, es más sensato vivir como si existiera que lo contrario. Si Dios es el origen de todas las cosas con las que disfrutamos, no se trata de no disfrutar, sino de saber cómo. Y en eso la religión aporta más sabiduría que el puro instinto, no en balde lleva la humanidad muchos siglos tratando de sacarle el máximo redimiento a la vida con una larga historia de ensayo-error que no se puede despreciar.

En todo caso, no hace falta esperar a la muerte para saber qué hay más allá del tiempo. Como dice Benedicto XVI, la eternidad no es un tiempo sin límites, sino algo distinto del tiempo, otra forma de existencia que ya está incoada en la realidad temporal. Tiempo y eternidad se entrecruzan. Tiene gracia además, que haya muchos pasajeros al día en el llamado autobús ateo, que viven esa tranfusión de vida eterna y tiempo mientras van cómodamente sentados, pidiendo por quienes no creen y dando gracias a su Dios Bueno porque van calentitos y contentos al trabajo. Puede que los autobuses no crean, qué mas da... los pasajeros sí.

miércoles, 7 de enero de 2009

Credulidades

Nunca he sido demasiado crédula (que no está reñido, al contrario, con tener Fe) así que todo esto de que a los niños los traen las cigüeñas, y que los regalos los traen los Reyes o el Niño Jesús no me convencían nada, nada. En América no hay día de Reyes. Se celebra la Epifanía como en toda la cristiandad de Occidente, pero sin más aspavientos. A mí de pequeña me traía los regalos el Niño Jesús. A veces venía el 24 por la noche, a veces el 25. Hasta que una Navidad nos trajo una hermana el 25 por la mañana y después de eso ya siempre volvió con los regalos el 24, para poder celebrar con ella en exclusiva el cumpleaños de ambos.

Cuando los regalos eran pequeños mis dudas no iban demasiado lejos. Pensaba que quizá los Ángeles llevaban al Niño en volandas y como el regalo tenía un tamaño razonable, el NIño Jesús podía llevarlo sin problemas. Hasta que un día llegó el Niño con un columpio. Y eso ya no coló. Vale que se lo hubiera hecho San José que era artesano. Pero era imposible que el Niño pudiera cargar con semejante trasto... Pienso que no me habrían gustado las historias de los evangelios apócrifos. A mí me gustaba el Niños Dios de carne y hueso. Tal vez por todo ese bagaje veía yo con poca simpatía el asunto de los Reyes. Me parecía inaudito que los niños, hasta muy mayores algunos, creyeran con tanta certeza que los Reyes traían los regalos desde oriente, con camello y paje includo.

Me da un poco de vergüenza confesar que, quizá por eso, nunca me había atraído asistir a la cabalgata de Reyes y no había visto una hasta este año. Vivo en una calle céntrica por la que ha vuelto a pasar la cabalgata (en un primero con balcón para más señas). Y, cómo no, todas las familias conocidas se apuntaron en un plis, plas, para ver la cabalgata desde aquí. Compramos caramelos para los niños (desde la calle no llegaría ni un mal regaliz) y la casa empezó a llenarse de seres diminutos, nerviosos y emocionados.

Y a mí me emocionó su ingenuidad, su candor y sus nervios. Las caras de sorpresa. El ambiente tan distinto -tan distendido- que se respira entre los mayores cuando revolotean los niños cerca. La serena naturalidad con que pasa el cortejo entre aplausos: un Belén viviente, villancicos y reyes que traen regalos a los niños, porque mucho antes descubrieron al Dios Niño hace más de 2000 años. Así que de repente creo en los Reyes. Ojalá muchos políticos asistieran a la cabalgata. Quizá al ver el ambiente que se respira, se les quitaría las ganas de prohibir belenes y símbolos religiosos (es muy fácil comprobar allí que no crean divisiones: si no, ¿qué hacía una musulmana con sus niños en mi balcón?). O las ganas de facilitar que haya tantos niños que se quedan en el camino hacia el mundo y no llegan a verlo por supuestas justificaciones sin justificación. Yo los echo de menos en la cabalgata: ¡no a los políticos, no! , a los niños...

jueves, 30 de octubre de 2008

Seguimos...después del atentado




A las 10.55 de la mañana salí de mi despacho. Ese despacho de ventanales amplios de los que hablaba el otro día, cuando no imaginaba el aspecto desolador que dejaría ver unos días más tarde. Iba a rezar. Tengo por costumbre hacerlo todas las mañanas, a primera hora, pero hoy no escuché el despertador y lo tenía aún pendiente. La Universidad de Navarra es una universidad de inspiración cristiana. De respiración cristiana, diría yo. En cada edificio hay un pequeño oratorio en el que siempre se reserva al Santísimo. Profesores, empleados y alumnos pueden asistir a Misa o pasar allí unos minutos de tranquilidad para"hablar con quien sabemos nos ama", que decía Teresa de Ávila.

Rezar. Eso iba a hacer yo. En mi edificio empezaría la Misa a las 11, así que pensé acercarme a otro oratorio del campus. ¿A dónde voy? ¿Al Edificio Central o a Comunicación? Voy a Comunicación -pienso- y así paso luego un momento a Nuestro Tiempo a ver a mi amiga Sonsoles. Salgo y empiezo a andar con calma, por la explanada de Comunicación arrebujada en mi abrigo y sosteniendo un paraguas. De pronto un golpe. Un estruendo que se siente hasta las vísceras. Un temblor. Sé que es una bomba. Es la misma sensación de hace seis años. Me vuelvo y veo la columna de humo que se levanta, opaca, amenazante desde la zona del Edificio Central.

No tuve miedo por mí. Me entraron unas ganas inmensas de llorar al pensar los destrozos que podría encontrarme. Tardé unos 40 segundos en llegar a la explanada de la Biblioteca Antigua y ver los coches ardiendo, las ventanas rotas, cristales y un silencio sobrecogedor. "No han avisado", pienso. La vez anterior dio tiempo a acordonar la zona. Esta vez no. No han avisado. "No saben lo que hacen", perdona, porque es evidente, viendo lo que tengo delante, que no saben lo que hacen.

Van saliendo poco a poco la gente del Edificio de Bibliotecas. Miro la zona que arde: Oficinas Generales en pleno ajetreo, el aula 18 llena de alumnos, el Servicio de Personal, Tesorería; es decir, muchas, muchísimas personas. Algunas personas sangran, por los pequeños cortes que le han producido los cristales rotos por la onda expansiva. Sorpresa, dolor, asombro. Luego llegó la policía y acordonó la zona. Yo no vi nada más. Sólo volaba mi imaginación hacia las personas que conozco que podrían estar por allí. Estamos en el ojo del huracán y no se sabe nada. ¿Hay muertos?, ¿hay heridos graves? Nos vamos enterando poco a poco de que no ha habido daños personales de entidad. Me quedo tranquila. Eso es lo único que importa. Lo demás lo reconstruiremos, volveremos a trabajar, y volveremos todas las veces que haga falta. A trabajar por lo que creemos. Y ahora ¿qué hacer? Pues con más razón, a lo que iba. Rezar. En primer lugar por los que han puesto la bomba. Y dar gracias. Qué menos.

martes, 30 de septiembre de 2008

Crisis

Las etimologías siempre me ayudan a hacer pie. Con el permiso de tantos antepasados ilustres, sigo haciendo pie sobre los hombros en los que me encontré encaramada desde que nací. Pessoa ya lo dijo a su manera (a la manera de Bernardo Soares en El Libro del Desasosiego). Yo me apoyo en sus versos y proclamo con orgullo que mi patria es la lengua castellana. Y esa patria tiene padre, madre, abuelos y abuelas, una extensa y exótica familia dispersa por el ancho mundo. Y entre ellos anda el griego.

La palabra crisis viene del griego krisis, y éste del verbo krinein, que significa "separar" o "decidir". La crisis es una ruptura. Algo se rompe para examinarlo por partes. De allí también el término crítica que significa análisis, juicio. (Todo lo contrario de la murmuración.) Y de allí también criterio, que es el juicio adecuado. De modo que la crisis, tal como lo entendían nuestros sabios antecesores, tenía como consecuencia la necesidad de examinar el asunto, tenía la capacidad de provocar la reflexión.

Soy optimista con causa y por convicción. Me fío de la Providencia y pienso que no hay mal que por bien no venga. Si las crisis nos hacen pensar, nos ponen en camino de encontrar alguna que otra verdad. O de desenmascarar alguna que otra mentira (a algún que otro mentiroso), que no es poco. Lo peor que podría sucedernos con la crisis, además de una escalada del Euribor, sería que no sepamos aprovecharla para ser verdaderamente críticos. Es decir, que la reflexión la dejemos a un lado, como una práctica anticuada y nos dediquemos a algo tan actual e inútil como la queja. Que hay quien la utiliza como sinónimo. Pero no.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Viajes

El jueves cogí un tren a Madrid. Tenía el tiempo justo para llegar a la mesa de comunicaciones sobre Ricoeur en la UNED. Es un gusto andar por Madrid, rozarse con tantas vidas en trasiego por el metro. Comprobar otras tantas veces la amplitud del corazón de Dios ,que ha querido que seamos tantos y tan distintos. Pienso que a los filósofos nos mirará con especial ternura, viendo los esfuerzos que hacemos para llegar a apresar en conceptos verdades sutiles y escurridizas. De esas que huyen cuando ven una mufeta engolada y , en cambio, corren dando brincos cuando encuentran un niño disfrazado de catedrático.
Y el metro. A veces me parece un paisaje apocalíptico: pasadizos, túneles, cables y un ejército de ratas escondido entre las vías. Como un estéril monumento a la eficacia. Pero hay rostros, miles de rostros. Y yo me voy cruzando con ellos, deseando saber quiénes son.
- ¿Son felices?
- Ojalá.
Salgo a la calle. Con el sol los rostros son aún más humanos. Casi tan humanos como un cuadro de Juan Gris.

lunes, 10 de marzo de 2008

Elecciones

En la vida las elecciones son tan constantes como la respiración. Las que más importan son todas esas elecciones pequeñitas que uno hace cada día, semana a semana, mientras dura la vida, fuera de los cercos electorales. Esas elecciones tienen casi siempre como protagonista a otras personas, de un modo más o menos directo, nuestros días en realidad consisten en ese entrelazamiento constante y misterioso con las vidas de otros.

Como dice un sabio profesor que conozco, la historia de nuestra vida se podría escribir aunando los tramos que hemos andado junto a otros, formando parte de su historia, para bien o para mal. Pero esa historia sólo la podremos ver, con toda su significación, al final de la Historia, en esa gran sala de cine que será el Juicio Universal.

Allí encontrarán respuesta todos los interrogantes que inquietaban a Wislawa Szymborska, y como a ella, a todo ser humano que tenga un corazón latiendo en el pecho. Es un consuelo que, para las elecciones más importantes de nuestra petite histoire, no haga ninguna falta esperar al próximo año bisiesto.


ABC

Ya nunca sabré

qué pensaba de mí A.

Si B. llegó a perdonarme de verdad.

Por qué C. aparentaba que no pasaba nada.

Qué papel jugó D. en el silencio de E.

Qué esperaba F., si es que esperaba.

Qué aparentaba G., a pesar de estar segura.

Qué quería ocultar H.

Qué quería añadir I.

Si el hecho de que yo estuviera a su lado

tuvo alguna importancia

para J. para K y para el resto del alfabeto.


W. Szymborska, Dos puntos, Ed. Igitur, 2007.


miércoles, 23 de enero de 2008

Esperanzas y penumbras

Leí hace tiempo un libro de C.S. Lewis que me impresionó profundamente. El título traducido suena algo masoquista (quizá por eso hasta atractivo para tiempos de pesimismo). El caso es que de Una Pena en Observación siempre saco una lección acerca de cómo mirar, con la cabeza alta, la pesadumbre. No la propia, sino la que pesa de verdad, la que pesa sobre los que queremos.


Nada pesa tanto como el pesar de los que amamos. Por eso, al reflexiona acerca de la eutanasia nunca se debería dejar de lado este aspecto del sufrimiento compartido y su relación -tan estrecha- con la calidad del amor. Es cierto que el amor siempre desea evitar el sufrimiento de quien ama. Pero, y ahí está el escollo, evitar el sufrimiento no se encuentra en el abanico de posibilidades de los hombres. Somos frágiles por definición. Cuando olvidamos esa realidad irreversible, e intentamos reinventar nuestra propia condición, caemos en la peor de las trampas, rebajamos la calidad del amor, destruímos la condición humana que deseábamos enaltecer.


Como dice maravillosamente Benedicto XVI, la muerte sin esperanza de una vida trascendente tiene una lectura ambigua: de una parte el amor puede desear la muerte como modo de evitar un sufrimiento ilimitado, pero a la vez, la muerte no elimina sólo el sufrimiento, sino también a quien lo sufre. Y el amor, es lo más opuesto a esa solución sin solución: "los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos."


La falsa ilusión por una vida excenta de sufrimiento lleva a la larga, a una vida a la que se le añade el sufrimiento de los errores y violencias que introduce esa ceguera. Otra solución, sin duda más generosa, pero no por ello menos ilusoria, es la posibilidad de llevar sobre sí las cargas de quienes amamos. Entonces el problema sería otro: para ser capaces de semejante empresa, nos veríamos obligados a querer menos, o sólo a unos pocos. La fragilidad de la condición humana también se hace sentir entonces, ante la incapacidad de llevar hasta el final los impulsos más generosos del corazón. ¿Y entonces? Entonces me viene a la cabeza el pasaje del que hablaba antes.

Lewis describe su impotencia ante la imposibilidad de aliviar el dolor de su esposa, que se encuentra en la etapa terminal de una dolorosa enfermedad:



"El caso es que esto es insoportable. Y me pongo a balbucear: «Si pudiera aguantarlo, o por lo menos una parte, la peor, sufrirlo yo en vez de ella.» Pero no se puede saber hasta qué punto va en serio esta oferta, porque en realidad no se ha apostado nada. Si de repente «sufrir en vez de ella» se convirtiera en una posibilidad real, entonces por primera vez nos daríamos cuenta de la importancia de su significado. ¿Se nos ha permitido esto alguna vez?


Se le permitió a una Persona, según nos han contado, y me doy cuenta de que ahora puedo volver a creer que Él hizo en lugar de otro, todo lo que es posible hacer en ese sentido. Y Él contesta a nuestro balbuceo: «No puedes y no te atreves. Yo pude y me atreví.»


Pienso en las demagógicas ofertas de solidaridad que se escuchan en estos días de campaña, a la vez que se lanzan puñales contra la Iglesia, como si de un número de circo se tratase . Y la palabra que mejor describe ambas actitudes, quizá no sea malicia, sino frivolidad. No hay apuesta real y mucho de repetición histórica en la vehemencia de sus ataques. Ningún cargo público, ya sea de derecha o de izquierdas, por mucho que jure o prometa al asumir su cargo, es capaz de asumir lo que sólo ha podido llevar Quien sostiene a esa Iglesia que tantos atacan: Yo pude y me atreví.


* Para quien no haya leído el libro y, quizá no lo vaya a hacer, recomiendo vivamente la película Tierras de Penumbra, basada en la obra de Lewis que y portagonizada magistralmente por Anthony Hopkins.

martes, 27 de noviembre de 2007

De consuetudine

La llegada de la Navidad en Navarra tiene un preludio encantador, bien conocido como el acueducto foral. Aquí los santos patronos se han organizado estupendamente para ofrecernos una tregua antes de empezar con los villancicos y turrones. El 29, San Saturnino, cae en jueves. Y el lunes 3 celebraremos a San Francisco Javier. Luego vendrá el día de la Constitución, dos días antes de la Inmaculada. Y en la universidad se celebrará, desde el 30, alargando esa gran tradición universitaria, una novena en honor de la Virgen, a la que acudirán alumnos, profesores, familias, ex alumnos, personal administrativo y todos los vecinos de Pamplona y la comarca, que van hasta la basílica improvisada en el Polideportivo de la universidad. Es ya una vieja costumbre.


A mí me gustan las buenas costumbres.Y si además son viejas, me gustan más. Tienen un especial encanto las tradiciones de los pueblos. Esos modos de hacer y de vivir probados por el tiempo, rozados por tantas vidas que nos precedieron. Hace años, se construyó un camino que que subía desde la hondonada del campus hasta la ermita de la Virgen del Amor Hermoso, bordeando una pequeña loma. Pero, como la cabra tira al monte, al monte nos llevaba la costumbre y la gente seguía transitando por un camino de tierra, pequeño y maltrecho, que llevaba a la ermita de un modo más directo. Hasta que un buen día apareció un letrero que venía a ser como una prohibición de utilizar el atajo.


Recuerdo que se corrió por el campus el rumor de que, a D. Álvaro D'Ors, eminentísimo Catedrático de Derecho Romano, le parecía una norma ilegítima, porque iba contra el derecho consuetudinario del lugar. Y recuerdo también que ese razonamiento me dio qué pensar acerca de los límites del poder, el que sea, para repartir normativas a granel, y me arrancó una sonrisa de complicidad.La costumbre también hace derecho, si no es contraria a la dignidad (¡vaya con la palabrita!).


Pensaba en esto a raíz de una noticia, ya vieja también, que leí esta mañana acerca de un proyecto de ley religiosa (o antireligiosa, quizá) que ha propuesto ERC en Cataluña. Me imagino que a quienes redactaron el anteproyecto les molesta la libertad de conciencia y de culto, o quizá, porque se estudia poca filosofía últimamente, pensarán que las conciencias pueden desdoblarse y prescindir de sus manifestaciones externas sin más problema que las molestias propias de semejante curvatura.


Yo disfrutaré viendo otra vez los ríos de gente que van por las calles de su ciudad, con cara de contento hacia Javier, a visitar la Iglesia de San Cernin (Saturnino en vasco) o hacia el polideportivo de la universidad (o a tantas parroquias) a honrar a la Virgen -y a mucha honra.

Incluso invitaría a los redactores del anteproyecto de ley en Cataluña a ver lo bien que ha quedado el camino asfaltado que va hasta la ermita del campus, siguiendo justamente el antiguo recorrido, que alguien en su momento pensó erradicar. No sé en qué estado se encuentra el proceso de la dichosa ley. Me gustaría que los medios dijesen algo, porque atañe a los principios constitucionales mucho más de cerca que el carné por puntos y las infracciones de tráfico. En todo caso. Se acercan las fiestas. Y yo pienso celebrarlas todas. En la calle. También la Constitución...que coincide con la fundación española de mi ciudad: San Francisco de Quito.

¡Feliz Navidad!