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viernes, 19 de febrero de 2021

Una pluma y un amigo


Tengo una pluma nueva, barata y azul, de punto medio. La última que tuve se me perdió en la mudanza. Echaba de menos escribir con pluma, el ritual de rellenar el cartucho con tinta, esa sensación diferente que hace que los trazos sean más míos, según va dando de sí el plumín hasta acoplarse a mi pulso. Hace ilusión estrenar cosas nuevas. Pero, no hay nada como sentirlas ya tuyas, un poco envejecidas, sin resistencias. Como dice un aforismo de Enrique García-Máiquez: "Los objetos también se domestican."


Son esos objetos y lugares con las que nos sentimos como con las viejas amistades. Esos amigos con quienes no hace falta acomodarse y discernir prolijamente qué decir o qué hacer. Con ellos basta juntarse y todo lo demás se acomoda al nosotros. De esas amistades hay pocas. Y qué pena cuando, como la pluma, se pierden en una mudanza de carácter o de circunstancias. Y por otra parte, qué bueno; porque las personas no se domestican, no sin dañarlas. Se conocen, se acompañan, se aceptan y se quieren. Y, en todo caso, a través de la amistad, se domestica el carácter de cada uno, libremente. Cada uno lo hace consigo mismo, para estar a la altura del otro. Aquel refrán, uno poco gastado que dice que "quien tiene un amigo, tiene un tesoro", se podría interpretar desde esta perspectiva. Sí, es un tesoro,  y esas grandes amistades han contribuido, sin duda, a pulir el diamante en bruto. 

miércoles, 17 de febrero de 2021

Ya casi...

Quién no pronuncia esta frase a diario o, por lo menos, con mucha frecuencia. Ya... casi cierro el contrato, ya casi está la comida, ya casi he terminado, ya casi llego, ya casi la he olvidado, ya casi soy feliz. Se podría decir que este estado de inconclusión permanente, en algún aspecto de la vida, paradójicamente nos define. Es decir, estamos determinados a estar indeterminados. Las acciones que realizamos en el tiempo viven mientras dure el "casi". Nuestra vida se mantiene mientras dure el "casi". 

Esto puede causarnos, a veces, cierto malestar. Porque, no sé qué espíritu de nuestro tiempo, nos aprieta y nos mete prisa por terminar, por cerrar, por acabar lo que sea, como sea. Y, sí,  también, los plazos están para cumplirlos, benditos ellos.  No se trata de dilatar innecesariamente tareas, decisiones y, lamentablemente, tampoco las vacaciones. Todo tiene su cajoncito en el tiempo, que se abre y se cierra.

Yo agradezco esa posibilidad de estar en el casi. Primero, porque quiere decir que la parca todavía no me ha llevado.  Y segundo, porque eso me permite aspirar a ser mejor, a estirarme un poco y saber que, si experimento el "casi" como oportunidad, cada día puedo ir un poco más allá, sin frustraciones. 

Las acciones puntuales empiezan y acaban, y continúan sucediéndose en ese juego del principio y el final. En cambio, la tarea del perfeccionamiento humano, lo abarca todo, lo mezcla y lo aglutina durante cada día con sus noches. Y el casi, puede ser una ayuda para no desanimarse en ese afán de crecer. Porque –sabemos de antemano– que no alcanzaremos la meta, y no por renunciamos al avance. Hoy casi... Si todos los días vivimos con esa hermosa tensión del que no deja de saltar, para llegar cada vez más alto y más lejos; casi... habremos alcanzado la sabiduría. 

domingo, 14 de febrero de 2021

Qué pinta aquí Valentín, el santo


Celebrar San Valentín, como el gran día del amor y la amistad, me produce cierto rechazo. Será porque mi convicción acerca de la celebración cotidiana que requieren ambos, hace que lo vea con cierta sospecha. Hoy, además, me di cuenta de que no sabía nada acerca del santo, de su historia y, por qué, en algún momento, se le adscribió este patronazgo. 

Resulta que, para empezar, no se sabe si el santo, efectivamente existió. La primera en la frente. Se supone que fue uno de los tres mártires ejecutados por, no se sabe si, el Emperador romano, Claudio II, o su sucesor, Aureliano, alrededor del año 270 d.C. San Valentín habría sido un obispo que casaba, en la clandestinidad (cosa que ya tiene su toque de romanticismo), a los soldados romanos. En la época, un soldado se casaba con las armas de Roma y no más. El amor humano se consideraba un estorbo y, el matrimonio, traición. 

De ahí que Valentín, valientemente, daba a los soldados (doblemente valientes, por ser soldados y por optar por el matrimonio), la posibilidad de formar una familia, saltándose la ley –nunca mejor dicho– alegremente. Al parecer, se llegó a conocer lo que Valentín hacía por los enamorados militantes que, por militares, estaban condenados a privarse de mujer e hijos y lo apresaron. Lo acusaron de ser cómplice de incumplir los mandatos del emperador y de profesar la fe cristiana. Se supone que lo ejecutaron un 14 de febrero, después de negarse a renunciar al cristianismo. 

En 1969 se retiró a San Valentín del santoral, pero, para entonces, ya la fiesta se había secularizado y siguió celebrándose al margen del bueno de Valentín de Recia, tal como se celebra hoy. Después de conocer la historia, pienso que más que el patrón de los enamorados, le pega más serlo de los casados por convicción, los partidarios del yo contigo para siempre, incluso si las circunstancias lo ponen muy difícil. Yo, por lo que he visto, el matrimonio es una institución maravillosa, pero que requiere no poca valentía y perseverancia, ambas hijas directas de la virtud de la fortaleza.  

Así que, aunque ya no esté en el santoral,  yo ya veo la fiesta con otros ojos. Que sea el patrono de los que se enamoran, con el compromiso de llegar juntos mucho más allá del enamoramiento, me parece fantástico. Y en los tiempos que corren, este santo tiene mucho trabajo, más que casando parejas, intercediendo porque se mantengan así, fieles a su compromiso y luchando, como aquellos soldados, por ahondar en el amor conyugal, en el valor de la familia y la alegría que emana de un hogar, en el que la brasa nunca se apaga. 

De modo que, con estos matices, ¡feliz día de San Valentín a todos!


lunes, 6 de junio de 2011

Por no hacer mudanza en su costumbre...

He cambiado de ciudad, de trabajo y hasta yo misma me encuentro distinta y cambiada. Incluso he pensado cerrar las ráfagas y crear un nuevo espacio -borra y va de nuevo- para escribir. La experiencia me ha enseñado que el cambio es siempre continuidad, (y no soy reaccionaria) por mucho que nos empeñemos en inaugurar la vida. Comienzo sólo hay uno. Lo demás son vericuetos y peripecias en la trama, algunos tan desconcertantes que parecerían un comienzo nuevo. Creo que sólo hay un espacio de re-creación, tan delicado y misterioso que pasa desapercibido a los ojos que ven y al corazón que siente. Sólo cuando el suave dedo de Dios toca el alma (ego te absolvo) para perdonar hay una novedad real. Curioso. Lo más real es lo menos tangible. Todo un reto para este tiempo que se queda en dos dimensiones con frecuencia: lo material y lo virtual. Y sin embargo... lo más real, lo único importante, ya lo dijo Saint Exupery, sólo se ve con el corazón, cum fide.
Llueve con fuerza. ¿Quién dijo que el norte era lluvioso? Madrid es un continuo lagrimeo. Al menos así me parece que no he dejado el norte. Que no lo he perdido.

sábado, 23 de abril de 2011

Desempolvar los baúles

Hace tiempo que no escribo nada que no tenga que ver con mi tesis. Tesón y tesis deben venir de la misma familia léxica, y el tedio será un primo lejano que frecuenta el trato con la familia, seguro. Echo en falta la poesía. Quisiera escribir un poema, o al menos leerlo saboreando, lentamente sus versos. Los poemas que leo, a toda prisa, son como una aspirina efervescente, un analgésico rápido. Creo que necesito un tratamiento más detenido. He encontrado un soneto que escribí hace unos cuantos meses. Hoy lo releeo y lo entiendo de otra manera, quizá porque es Sábado Santo, el día de la espera por excelencia, el día más largo del año. Quizá por eso, o por algo más.

Tu tiempo el tiempo que te ha sido dado
el mínimo minuto, el largo año
que cuentas como el oro del tacaño
se fuga hacia un final desdibujado.

Se escapa tu destino sopesado,
no logras detenerte en el peldaño
feliz de aquellas horas, el engaño
de tu memoria se ancla en el pasado,

pero las horas mueren sin excusa
y la ilusión se aleja y la inconclusa
historia de tu vida se resbala

por la pendiente oscura de la tarde.
El tiempo que te hiere es una bala
de fuego que se apaga mientras arde.

jueves, 21 de abril de 2011

Quiasmo

Curioso. Este año, el cielo despejado de Navarra sonríe, mientras llora el de Sevilla. Yo escucho marchas de Semana Santa mientras procuro seguir escribiendo una tesis sobre la narración de la propia vida. La Amargura es mi banda sonora de Jueves Santo. Estoy donde no querría y quiero estar donde no estoy. La Poética de Aristóteles me consuela, recordándome que la unidad de una narración está llena de discordancias. Y el Jueves Santo me recuerda cuál debería ser siempre el norte y el sentido de mi pequeña historia personal. También a pesar de que no discurra en los lugares añorados, ni tenga alrededor a los personajes más importantes de una trama compartida. A pesar de tanta peripecia, de tanta discordancia, todo se lee desde el final. Y lo definitivo es el Domingo. La Pascua. No sin antes haber pasado por la amargura de la Pasión, pero siempre como un lugar de paso, no como el final trágico del fracaso, sino como promesa del estallido de plenitud.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La Sagrada Familia



A propósito del viaje del Papa y la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia, merece la pena releer el artículo que le dedicó Nuestro Tiempo al templo del genial Gaudí. Aquí lo dejo.

viernes, 9 de abril de 2010

Narraciones

Hoy he preparado el documento que acogerá el quinto capítulo de mi tesis (son seis). El título: "La mediación de la narración en la comprensión de sí mismo." Curiosa relación entre vida y relato, curioso por demás que necesitemos comprendernos a través de las experiencias de otros, incluso cuando los otros no son más (ni menos) que personajes que habitan en un mundo distinto de ese que llamamos vida real.
La vida es la historia de una vida, un relato lleno de acontecimientos, personajes, peripecias, encuentros y desencuentros, que llenan las páginas de un libro cuyo título originalísimo es ¿quién soy?

Como decía Aristóteles, una buena trama es la que consigue ordenar los hechos de tal manera que los incidentes heterogéneos que componen la historia lleguen a ser armónicos, llenos de sentido, que la concordancia prevalezca sobre la discordancia.
Pero de la vida, como dice Ricoeur, no somos sus autores. Como mucho, co-autores y no le falta razón. No tenemos la capacidad de configurar la trama de nuestra vida como podría hacerlo un autor con su obra, siempre quedan cabos sueltos, una ausencia de sentido que deja incomprensibles los pasajes dolorosos, las elipsis, los giros en la historia que nos alejan del final tan esperado.

Hay cuestiones que me interpelan vivamente y que no podré incluirlas en mi tesis. Por ejemplo, la idea que he leído en el (sin razón) vilipendiado Rainiero Cantalamessa. No basta nuestra historia enriquecida por historias que se encuentran en el nivel ancho y largo de la experiencia humana. Necesitamos otras coordenadas. Hace unos días EGM glosaba aquella queja de San Juan, cuando afirma que no bastaría el mundo para guardar todos los libros que podrían escribirse sobre la vida de Jesús, su historia. Cantalamessa escribe

"la venida de Jesús en la encarnación marca un salto cualitativo, como cuando un río llega a una esclusa y reemprende su marcha en un nivel más alto. Todos los gestos realizados por Jesús durante su vida forman parte de la historia de la salvación; incluso su silencio y la vida cotidiana de Nazaret pertenecen a la historia.(…) Pero la historia de la salvación continúa después de él, y nosotros también formamos parte de ella. La vida de cada creyente en particular, desde el bautismo hasta la muerte, es una pequeña historia de la salvación, es el microcosmos de la salvación; mientras que la otra historia aquella que va desde la creación hasta la parusía, constituye su macrocosmos".

Somos por tanto co-autores de nuestra historia, y de nuestra Historia. Compartimos el tiempo con otras vidas y la Vida comparte el tiempo de la historia de cada uno. Yo procuraré, al escribir mi tesis, comprender lo mejor que pueda las tramas y giros de la historia del gran río y su corriente en el tramo que fluye hasta llegar a la esclusa. En cierto modo, es la parte menos agraciada del recorrido. La comprensión de sí mismo es siempre una tarea inacabada. En parte, porque una historia bien trabada sólo se comprende desde el final. Los poetas siempre ayudan en estos trances y Borges ya lo dijo al final de su soneto:

¿Quién es el mar, quien soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

Y la Dickinson va un poco (o mucho) más allá cuando dice en una de sus cartas a Higginson:

Hoy pensaba -al percatarme de que lo «Sobrenatural» no era sino lo natural desvelado-
No - es - la «Revelación» la que aguarda,
Sino nuestros ojos no equipados-

domingo, 24 de enero de 2010

Vaya con la divina Providencia

El título de un estupendo poema de Miguel D'Ors parece ser el leit motiv de muchos de los artículos de prensa que nos inundan a diario, mientras Haití se hunde más profundamente en su ya larga historia de infelicidades. Suele coincidir que quienes se vuelven contra la Providencia por permitir que la tierra tiemble, no suelen relacionarla en absoluto con la ola de preocupación y generosidad generalizada a la que estamos asistiendo. Suele pasar que nos acordamos de Santa Bárbara sólo cuando truena, y además, la novedad posmoderna es que nos acordamos para reclamarle, no ya protección, sino el descuido imperdonable de haber dejado que la tormenta se desate.

La providencia de la que hablan, quienes no creen en la Providencia, es frecuentemente una caricatura gruñona de la realidad del Buen Dios y su constante desvelo por el mundo. El ser -providente, tal como se comprende desde la teología natural, se refiere al modo Divino de ocuparse del gobierno de la creación y está íntimamente relacionado tanto con la Sabiduría como con la Bondad de Dios -y aún más importante- no está nunca en contradicción con ellas. Nosotros, tan acostumbrados a ese cómodo relativismo que mezcla la luz con las tinieblas sin inmutarse, pretendemos que la Inmutabilidad de Dios sea a imagen de la nuestra, y no. Como decía Santa Teresa "Dios no se muda", es decir, nunca deja de procurar llevar los hilos de la historia de modo que favorezcan siempre a quienes han salido del fruto de sus entrañas.

La RAE define así la palabra Providencia:

(Del lat. providentĭa).

1. f. Disposición anticipada o prevención que mira o conduce al logro de un fin.

2. f. Disposición que se toma en un lance sucedido, para componerlo o remediar el daño que pueda resultar.

3. f. por antonom. La de Dios.



El problema surge cuando trastocamos aquello del fin. Quienes invocan a Dios sólo para sentarlo en el banquillo, olvidan que quizá los caminos de Dios no son nuestros caminos, y que Dios mira mejor y más allá que los hombres. En fin, que nuestra mermada cultura occidental parece conformarse con el bienestar como fin último. El orden, la seguridad, la previsión, el derecho a decidir sobre todo, incluso sobre el futuro -tan incierto desde que el mundo es mundo- son los valores por antonomasia. Y Dios en cambio, tan partidario de la libertad, prefiere que el orden del mundo no se parezca en nada a la organización del plató del Show de Truman y su sabiduría tiende a fines más hondos y más altos. Dios provee respetando la naturaleza de las cosas, lo que equivale a decir que su providencia cuenta con nuestra libertad para llevar a buen puerto sus designios. Más bien podríamos preguntarnos -quizá- si la tragedia de Haití habría sido menos tremenda si hubiésemos sido más providentes con ellos antes de que la tierra temblara y no después.

Me gustaría ver un estudio de lo que costará recuperar ahora -sólo en el aspecto material- las infraestructuras de Puerto Príncipe, y qué coste habría tenido procurar que fuesen más seguras. No dejo de pensar en la encíclica Caritas in Veritate y la preocupación del Papa por los países pobres y el concepto tan pobretón de ayuda al desarrollo que hemos preconizado en occidente desde hace más de medio siglo.

Ya se ve que cuando tomamos los hombres la providencia en nuestras manos, no llegamos demasiado lejos con el peso de semejante encargo. Y eso sin olvidar que hay otra dimensión que Dios tiene en cuenta y nosotros menos: el sentido de eternidad. Dios puede premiar el sufrimiento con una felicidad eterna, de modo que no podemos juzgar su justicia sólo desde este lado del tiempo. Ojalá tomemos nota de lo sucedido y sigamos aplicando en Haití y en otros lugares que se encuentran en situaciones similares de indefensión, ese necesario don de la gratuidad que nada tiene que ver con paternalismos de izquierda o de políticas internacionales que benefician a unos pocos estados. Quizá el mundo sería mejor si los hombres hiciéramos todo lo que está en nuestra mano y dejáramos en paz, salvo para invocar su protección, a la divina Providencia.

Pd. Os recomiendo también esta entrada, y esta.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Sinuoso camino

Hice una etapa del Camino de Santiago hace cuatro años: Jaca-Puente la Reina. Iba, como me recomendaron, bien calzada; pero los pies planos no entienden gran cosa de botas con tobillera y calcetines de fibras guays. Acabé la mejor penitencia que en mi vida pagaré e hice el solemne voto de no volver a las andanzas, que ya hay modos más convencionales -y exigentes- de quitarse el polvo del alma sin trasladarlo de paso a la garganta.

Ayer, no obstante, me volvió a picar el gusanillo del camino, después de escuchar a una experta historiadora y experimentada caminante, algo de la historia (¡desde el s. IX!) de la peregrinación a la tumba del apóstol. A ella le convencía bastante eso de recorrer con sus pisadas los mismos senderos que miles y miles de peregrinos han transitado durante cientos y cientos de años. A mí no me convence mucho eso de hermanarme en la agujeta universal, pero en cambio me encantaron las historias de bandoleros que también germinan, como buena mala hierba, a los bordes del Camino.

En la época de auge del bandolerismo (s.XVI-XVII) la Iglesia Católica desarrolló una doctrina sobre el bandolerismo y buscaba la conversión de los hijos descarriados mediante la predicación, por si las palabras asaltaban sus malavenidas conciencias y se llevaban el botín de su alma para el cielo. Todo esto ocurría, claro, porque los bandoleros, a pesar de todo eran piadosos y quizá alguna vez tendrían la oportunidad de escuchar las recomendaciones que venían desde el púlpito, porque se dejaban caer en Misa. Incluso se ha encontrado alguna oración del bandolero (que prometo buscar en la biblioteca y traer aquí si tengo éxito en mis pesquisas) en la que pide a Dios que bendiga su trabajo: que acierte con la víctima, que le libre del asedio de otros bandoleros, etc. Una oración (¡qué cara!) que implora al buen Dios que favorezca el mal menor.

Yo no pude menos que ruborizarme un poco al recordar mis plegarias urgentes, la noche anterior a un examen, en la que acudía al mismo mal argumento: ¿Para qué añadir a mi vagancia, el disgusto de mis padres por un suspenso?... ¿Qué culpa tienen ellos, Señor? No me digan que esto no es bandolerismo, de lo más convencional en nuestro siglo.

martes, 7 de julio de 2009

¡Viva San Fermín!

Salió esta mañana el santo,
coreado, de San Lorenzo;
parecía un poco tenso
con gesto casi de espanto.
¡Venga, hombre, no es pa'tanto!
le gritaba un borrachín
y el bueno de San Fermín
llamó al mozo por su nombre:
¡recuerda que eres un hombre!
y no un saco de serrín.

domingo, 31 de mayo de 2009

Pentecostés

"We didn't start the fire" cantaba Billy Joel en los 80. Y Paul Ricoeur con su intrincada agudeza lo corrobora a su manera. Al analizar el relato del Génesis en el que se cuenta cómo irrumpió el mal en el mundo, Ricoeur apunta a la serpiente como el símbolo del mal que no originó el hombre, sino que ya estaba allí. Los primeros que sucumbieron no encendieron la hoguera, sólo se ocuparon de propagar el fuego. Hoy la Iglesia celebra la irrupción de otro Fuego, una Llama que consume esa flama destructora de la que cada generación es protagonista y testigo. No, no comenzamos el incendio, pero ahí están de nuevo: North Corea, South Corea y tantas cosas más...

Queda la tarea de la lluvia, multiplicar las gotas, esparcir el agua como una suave brisa. Como las notas de la guitarra que acaricia Knopfler, como las palabras que acercan el paraíso.



Dire Straits (Mark Knopfler), Brothers in Arms.

martes, 17 de marzo de 2009

Entrevista

Lo dicho. Aquí dejo algo de la conversación que mantuve con Joseph Pearce (que no Pierce como lo ha re-bautizado el editor de la noticia) durante su visita a la Universidad de Navarra, el jueves pasado.

sábado, 14 de marzo de 2009

Pearce, Chesterton y la bola de cristal

Hace tiempo leí algunas páginas de un libro de Peter Berger que me llamó la atención por la lucidez de su título: Una gloria lejana: la búsqueda de la fe en época de credulidad. Tanto secularismo progre para acabar volviendo a los órdenes más primitivos de la religiosidad. Hoy en el Diario de Navarra publicaban una entrevista a una médium (página entera, por supuesto) que se dedica a servir a la gente con su don de profecía al módico precio de 80€ por sesión de media hora. Se entiende que saliera en los diarios porque el cartel de "no hay entradas" se mecía en la taquilla, como si se tratara de una corrida de José Tomás. El caso es que puestos a profetizar con elegancia, me quedo con los versos de Chesterton en The Ballad of the White Horse:
"The high tide!" King Alfred cried.
"The high tide and the turn!
As a tide turns on the tall grey seas,
See how they waver in the trees,
How stray their spears, how knock their knees,
How wild their watchfires burn!
Joseph Pearce habló de estos versos, con un tono optimista muy de agradecer en esta época en que todo está en crisis, menos los cenizos. La marea está llegando ya todo lo lejos que puede llegar, como las olas que suben y luego vuelven hasta perderse en el mar. La gente, como bien se ve, busca en qué creer, aunque tenga que pagar por ello. Como todo lo importante, está tan cerca que no lo vemos, es tan pequeño y humilde que lo ignoramos. Pero ahí está. Pearce, ex-anti-católico de la Orden de Orange, definía esta búsqueda en estos términos:
"El único hogar para el espíritu humano, para el alma humana es la Iglesia Católica. Quienes están fuera de ella, quienes se han ido o no la han encontrado son -aun sin saberlo- hombres y mujeres sin techo."

martes, 10 de marzo de 2009

Salmodia

Ayer me quedé con una parte del salmo del introito resonando como un estribillo a lo largo del día. "Mi pie se mantiene en el sendero llano, mi pie se mantiene en el sendero llano..." Por más vueltas que le daba no llegaba a comprender su sentido, y menos en tiempo de Cuaresma, que más bien se considera un trecho de pendiente hacia arriba.

Encontré una traducción más satisfactoria que dejaba el sendero llano en camino recto. La alusión a la rectitud me dejó más satisfecha, pero ahora no podía dejar de pensar en el sendero llano y las correrías de la mañana que siempre resultan un suplicio para mis pies planos. Al cansancio que producen los trámites interminables que debo hacer cada año para conseguir mi tarjeta de residente extranjera, se suman los senderos de Pamplona -que no son llanos- y mis pies, que son rectos como el camino del salmo.

Lo más curioso es que aquello de la salmodia derivaba poco a poco en una resolución tajante a mis problemas de transporte y acabé mis correrías decidida a comprarme una bici. Luego nos acusan a los católicos de moralizantes. A veces con razón, me imagino. Pero la realidad es más rica que eso y los salmos no sólo dan admoniciones, sino consejos a pie de calle para las situaciones más variadas. En época de Santa Teresa Dios andaba entre pucheros, y ya se ve que hoy en día también se encuentra muy a gusto andando entre pedales.

El cuadro es Bici gris, de Pablo Heras.

jueves, 29 de enero de 2009

Tiempos

La elasticidad del tiempo y la misteriosa relación que tiene con nuestro modo de afrontar la vida siempre me sorprende. Tenemos una elaborada física del tiempo, exactos relojes suizos, rotaciones y traslaciones que cumplen un itinerario fijo desde los abismos en que el tiempo que ellos mismos nos marcan, se pierde -que paradoja- en la génesis del primer microsegundo. Todavía estoy buscando (si alguien me recomienda alguno, se lo agradeceré) un libro que explore ese terreno fascinante de la percepción subjetiva del tiempo. Magris escribió un párrafo muy ilustrativo acerca de esto en El Danubio:
"No existe un único tren del tiempo, que lleva una única dirección a una velocidad constante; de vez en cuando se encuentra con otro tren, que procede del lado opuesto, del pasado, y durante un cierto trecho ese pasado corre junto a nosotros, está a nuestro lado, en nuestro presente. Las unidades de tiempo -las que los manuales de historia clasifican, por ejemplo, como el período cuaternario o la era augusta y las crónicas de nuestra existencia como los años del bachillerato o la era del amor por una persona- son misteriosas, difícilmente mensurables."
Y es que el sentido del tiempo no tiene que ver con leyes de la física, si clasificamos el tiempo subjetivo y le encontramos una unidad de medida es siempre en relación con aquello que decidimos emplear como referencia. La referencia confiere sentido a una medida o a otra. Podemos adscribir el sentido del tiempo porque la libertad puede establecer esas medidas convencionales. Nuestro señorío sobre el tiempo y sus referencias es siempre parcial. Nosotros aparecemos en un tiempo cuya referencia no somos nosotros mismos: nos acoge, transitamos en él, nos traspasa y después nos sobrevive. Ese tiempo total, también tiene una referencia que escapa a nuestra capacidad de establecer sentido. Tiene un origen que no es ninguna perspectiva parcial, ni la suma de todas ellas. Tiene también por eso un sentido que nos sobrepasa. Siempre me ha impresionado profundamente cuando se habla de Dios como Señor del Tiempo, y más aún en lo que se refiere al tiempo humano, Señor de la Historia.

Ya podrán pintar autobuses, trenes, taxis o aviones si les parece divertido, o si de ese modo se salvan del paro dos o tres agencias de publicidad y unos cuantos chapistas. A poco que uno se pare a pensar (cosa que no se hace habitualmente en medio del tráfico de la ciudad) la conclusión a la que se llegue puede ser, más bien, la que proponía Pascal. Ante la duda sobre la existencia de Dios, es más sensato vivir como si existiera que lo contrario. Si Dios es el origen de todas las cosas con las que disfrutamos, no se trata de no disfrutar, sino de saber cómo. Y en eso la religión aporta más sabiduría que el puro instinto, no en balde lleva la humanidad muchos siglos tratando de sacarle el máximo redimiento a la vida con una larga historia de ensayo-error que no se puede despreciar.

En todo caso, no hace falta esperar a la muerte para saber qué hay más allá del tiempo. Como dice Benedicto XVI, la eternidad no es un tiempo sin límites, sino algo distinto del tiempo, otra forma de existencia que ya está incoada en la realidad temporal. Tiempo y eternidad se entrecruzan. Tiene gracia además, que haya muchos pasajeros al día en el llamado autobús ateo, que viven esa tranfusión de vida eterna y tiempo mientras van cómodamente sentados, pidiendo por quienes no creen y dando gracias a su Dios Bueno porque van calentitos y contentos al trabajo. Puede que los autobuses no crean, qué mas da... los pasajeros sí.

martes, 4 de noviembre de 2008

Una bomba de paz

Mira por dónde, los salmos proféticos nunca pierden actualidad. Hay salmos a los que les doy vueltas, en concreto el Salmo II lo he leído varias veces, lo he meditado. He hablado sobre esto de las profecías con un experto en estas cosas, en Kafka y en música para outsiders. Pero es que además, lo he visto ahora con una evidencia que me ha imprimido en el corazón una certeza que no hubiera alcanzado ni con el asesoramiento personalizado del bueno de Descartes.

Así reza uno de los versículos del Salmo 2:
"Qui habitat in caelis, irridebit eos, Dominus subsannabit eos"
que se traduce con cierta libertad por:
"El que reina en el cielo se sonríe; el Señor se burla de ellos."

Y m
e río yo también, sin sarcasmos, cuando veo la abrumadora explosión de adhesión, afecto, unión, y -por qué no decirlo- de conversiones que ha traído consigo la visita de ETA a la universidad. Esperemos que ellos -los terroristas- más pronto que tarde aprendan tanto como hemos aprendido los universitarios de la lección magistral de aquel jueves. No todos los días se tiene de un modo tan patente una segunda oportunidad, o una primera, o sexta, o vaya ud. a saber. La paciencia de Dios es infinita, su soberanía innegable y sus métodos pedagógicos más revolucionarios que los más revolucionarios sueños del terror.

Ayer pasé por la ermita del Campus para dar gracias y me encontré con un manto de flores y una oración de composición anónima, de parte de los estudiantes de la Universidad de Navarra. Eso sí que es una bomba. De paz. Leedla, no os dejará indiferentes. Yo, dicho eso, no tengo nada que añadir.


jueves, 30 de octubre de 2008

Seguimos...después del atentado




A las 10.55 de la mañana salí de mi despacho. Ese despacho de ventanales amplios de los que hablaba el otro día, cuando no imaginaba el aspecto desolador que dejaría ver unos días más tarde. Iba a rezar. Tengo por costumbre hacerlo todas las mañanas, a primera hora, pero hoy no escuché el despertador y lo tenía aún pendiente. La Universidad de Navarra es una universidad de inspiración cristiana. De respiración cristiana, diría yo. En cada edificio hay un pequeño oratorio en el que siempre se reserva al Santísimo. Profesores, empleados y alumnos pueden asistir a Misa o pasar allí unos minutos de tranquilidad para"hablar con quien sabemos nos ama", que decía Teresa de Ávila.

Rezar. Eso iba a hacer yo. En mi edificio empezaría la Misa a las 11, así que pensé acercarme a otro oratorio del campus. ¿A dónde voy? ¿Al Edificio Central o a Comunicación? Voy a Comunicación -pienso- y así paso luego un momento a Nuestro Tiempo a ver a mi amiga Sonsoles. Salgo y empiezo a andar con calma, por la explanada de Comunicación arrebujada en mi abrigo y sosteniendo un paraguas. De pronto un golpe. Un estruendo que se siente hasta las vísceras. Un temblor. Sé que es una bomba. Es la misma sensación de hace seis años. Me vuelvo y veo la columna de humo que se levanta, opaca, amenazante desde la zona del Edificio Central.

No tuve miedo por mí. Me entraron unas ganas inmensas de llorar al pensar los destrozos que podría encontrarme. Tardé unos 40 segundos en llegar a la explanada de la Biblioteca Antigua y ver los coches ardiendo, las ventanas rotas, cristales y un silencio sobrecogedor. "No han avisado", pienso. La vez anterior dio tiempo a acordonar la zona. Esta vez no. No han avisado. "No saben lo que hacen", perdona, porque es evidente, viendo lo que tengo delante, que no saben lo que hacen.

Van saliendo poco a poco la gente del Edificio de Bibliotecas. Miro la zona que arde: Oficinas Generales en pleno ajetreo, el aula 18 llena de alumnos, el Servicio de Personal, Tesorería; es decir, muchas, muchísimas personas. Algunas personas sangran, por los pequeños cortes que le han producido los cristales rotos por la onda expansiva. Sorpresa, dolor, asombro. Luego llegó la policía y acordonó la zona. Yo no vi nada más. Sólo volaba mi imaginación hacia las personas que conozco que podrían estar por allí. Estamos en el ojo del huracán y no se sabe nada. ¿Hay muertos?, ¿hay heridos graves? Nos vamos enterando poco a poco de que no ha habido daños personales de entidad. Me quedo tranquila. Eso es lo único que importa. Lo demás lo reconstruiremos, volveremos a trabajar, y volveremos todas las veces que haga falta. A trabajar por lo que creemos. Y ahora ¿qué hacer? Pues con más razón, a lo que iba. Rezar. En primer lugar por los que han puesto la bomba. Y dar gracias. Qué menos.

jueves, 2 de octubre de 2008

Aniversario

Hoy hace 80 años que el Opus Dei(*) irrumpió en la vida de San Josémaría Escrivá de Balaguer. Entonces era sencillamente Don Josemaría, un jovencísimo capellán de provincia. Un cura de pueblo, que decía él. Hasta que un 2 de octubre pasó algo que le cambió la vida. Y cambió también algo en la Historia de la Iglesia. Y en innumerables y variadísimas personas.
Desde entonces el 2 de octubre es, para mucha gente de los cinco continentes, un día de fiesta. Y como a las celebraciones se invita a amigos y conocidos, yo invito a todos/as los que pasen por aquí a celebrarlo. O, si no, al menos a enterarse de qué va la celebración.

(*) En castellano se traduce por Obra de Dios. O también, Trabajo de Dios, como le gustaba traducir libremente a su fundador por expresar nítidamente el núcleo de su espiritualidad.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Estrenos

Para romper la monotonía del tiempo que hemos inventado, necesitamos inventar rupturas y novedades. Cuantificar el tiempo en meses, días, horas, minutos, segundos tiene su utilidad, sin duda, pero no sólo de utilidad vive el hombre, como atestiguan las atestadas consultas de psicólogos y psiquiatras. El tiempo tiene que ver con la cualidad en la medida en que tiene que ver con el sentido. Y el hombre (y la mujer incluso más) necesita del sentido para no morir en vida.

Creo que por eso me gustan los actos de apertura de curso, los cuadernos en blanco, las sábanas limpias, el primer día del otoño. La novedad real de cada día es, en parte, una ficción. ¿Qué hay de nuevo en mí salvo el tiempo y lo que vaya a hacer hoy con él? Escuchaba con atención esta mañana, una lectura del Eclesiastés que se lee en la liturgia de hoy. Terrible por verdadera, y a la vez, de una gran belleza y fuerza poética:

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol?
Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta.
Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir.
Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento.
Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas.
No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol.
Si de algo se dice:«Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros.
Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
(Eclesiastés 1, 2-11)
No le falta razón al autor sagrado. En el tiempo de la vida -de las vidas- por ser siempre inevitablemente tan humano, se repite incansablemente lo que otros ojos yan han visto. Sería un camino agobiante ,si no fuera por que cada vida tiene un infinito valor por sí misma, es decir un sentido que no acaba -como dijo Manrique- "en la mar, que es el morir".

Decía Arendt en La condición humana, que la única novedad auténtica es cada persona, su ser y su obrar. De modo que, nada y todo es nuevo bajo el sol. No hace falta buscar demasiado para encontrar la originalidad que tanto se persigue con modas y modos de todo tipo. La llevamos dentro. Sólo hay que aprender a descubrirla. Casi nada. Sólo para valientes. Entonces la primera que se acobarda soy yo. Pero viene en mi ayuda enseguida otro momento de la liturgia: "Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación." Y entonces me atrevo a intentar aprender.

¡Feliz Navidad!