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martes, 24 de mayo de 2011

Autoplagio

Dentro de un par de semanas dejaré mi tesis en manos de un tribunal para que la examine. Ahora me encuentro en una faceta más molesta, la del autoexamen. Mi director de tesis suele decirme que yo soy mi peor enemiga y que nadie tratará mis textos con más dureza que yo misma. Al releer lo que escribí hace tres años tengo la extraña sensación de estar leyendo un trabajo ajeno. La beca del Gobierno de Navarra no es tan suculenta como para contratar a un "negro" y, la verdad, la tranquilidad de dormir por las noches con la conciencia en paz no tiene precio (que se lo pregunten a Von Guttenberg).

Sin embargo, todo lo que ahora leo lo escribió la que era entonces y de la que ahora no conservo demasiados recuerdos. Es curioso que esto lo haya escrito yo. Si, por hacerme la broma, mis amigas la encuadernaran bajo otro nombre y título, la leería pensando a cada paso: qué gracia, en mi tesis yo también escribí sobre esto...

sábado, 23 de abril de 2011

Desempolvar los baúles

Hace tiempo que no escribo nada que no tenga que ver con mi tesis. Tesón y tesis deben venir de la misma familia léxica, y el tedio será un primo lejano que frecuenta el trato con la familia, seguro. Echo en falta la poesía. Quisiera escribir un poema, o al menos leerlo saboreando, lentamente sus versos. Los poemas que leo, a toda prisa, son como una aspirina efervescente, un analgésico rápido. Creo que necesito un tratamiento más detenido. He encontrado un soneto que escribí hace unos cuantos meses. Hoy lo releeo y lo entiendo de otra manera, quizá porque es Sábado Santo, el día de la espera por excelencia, el día más largo del año. Quizá por eso, o por algo más.

Tu tiempo el tiempo que te ha sido dado
el mínimo minuto, el largo año
que cuentas como el oro del tacaño
se fuga hacia un final desdibujado.

Se escapa tu destino sopesado,
no logras detenerte en el peldaño
feliz de aquellas horas, el engaño
de tu memoria se ancla en el pasado,

pero las horas mueren sin excusa
y la ilusión se aleja y la inconclusa
historia de tu vida se resbala

por la pendiente oscura de la tarde.
El tiempo que te hiere es una bala
de fuego que se apaga mientras arde.

jueves, 21 de abril de 2011

Quiasmo

Curioso. Este año, el cielo despejado de Navarra sonríe, mientras llora el de Sevilla. Yo escucho marchas de Semana Santa mientras procuro seguir escribiendo una tesis sobre la narración de la propia vida. La Amargura es mi banda sonora de Jueves Santo. Estoy donde no querría y quiero estar donde no estoy. La Poética de Aristóteles me consuela, recordándome que la unidad de una narración está llena de discordancias. Y el Jueves Santo me recuerda cuál debería ser siempre el norte y el sentido de mi pequeña historia personal. También a pesar de que no discurra en los lugares añorados, ni tenga alrededor a los personajes más importantes de una trama compartida. A pesar de tanta peripecia, de tanta discordancia, todo se lee desde el final. Y lo definitivo es el Domingo. La Pascua. No sin antes haber pasado por la amargura de la Pasión, pero siempre como un lugar de paso, no como el final trágico del fracaso, sino como promesa del estallido de plenitud.

martes, 12 de abril de 2011

Final

Las máximas que dejan caer, como miguitas de caridad, mis amigos y conocidos por si me ayudan a pasar mis semanas de pasión con el final de la tesis.

Las tesis no se acaban, se dejan.

¿Cuánto te queda?, ¿dos subepígrafes? ¡Pues acaba esta misma tarde!

La filosofía es una actividad masculina, no se puede abstraer tanto sin perder algo de feminidad.

Acaba ya, total, nadie se lo va a leer.

Hay que acabar las cosas con primor. Eso no quiere decir que hay que hacerlo despacio, sino poniendo los cinco sentidos.

En cuanto termines vamos a hacer una barbacoa para celebrar. No hace falta carbón, trae un par de ejemplares y verás qué gusto tendrá el asado.

Depreseta i bé.

martes, 22 de febrero de 2011

Missing

Tengo que pedir disculpas a mis lectores (¡todavía los hay!) que al venir aquí se han encontrado con la puerta cerrada. Abandoné el blog como se deja una casa de verano, con las persianas cerradas y la tranca puesta. Lo que pasa es que cuando uno deja la casa de veraneo, las visitas enseguida piensan, ¡vaya!, se ha ido. Ya vendrá algún fin de semana, o el próximo verano.

En el cuarto de estar de mi blog no hay persianas, no hay verano, ni cartelito que anuncie: "vuelvo dentro de un mes". Y las visitas pensaban que se había vuelto un blog exclusivo para invitados particulares. Si sirve de algo, la culpa no es mía sino de mi inquilino, Blogger, que no da pie a muchas explicaciones. Vuelvo, pero para volver a irme, y volver, y así; como quien tiene casa de verano.

La tesis a punto de concluir, un máster de comunicación en marcha, presentaciones de Memoria del Paraíso. Y la vida misma, que de pronto se vuelve laboriosa (más, quiero decir).
Aunque no pase mucho tiempo por aquí, lo de siempre: gracias por venir, está en su casa.

jueves, 21 de octubre de 2010

Robots

Hace unos días, mientras hacía una búsqueda para la tesis, tuve un pequeño problema de comunicación con el filtro de búsqueda. No sé si los duendes informáticos hacen una de estas para reírse un rato del internauta incauto, o es sencillamente que andamos todavía en pañales a la hora de interpretar términos de búsqueda. Lo cierto es que yo no daba crédito a lo que me sugería mi electrónico interlocutor: os lo dejo, que no tiene desperdicio. No me extraña que lo que sigue a la web 2.0 sea la web semántica.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Otra de libros II

Las tesis, como las historias, pueden ser interminables. Pero como pregona el dicho popular, A todo gorrín/ le llega su San Martín. El escritor no puede matar a sus personajes a capricho. Se le rebelarían como a Pirandello reclamando sus derechos. Que los maten vale, pero al menos que sea de una muerte verosímil. 

 A las tesis les pasa algo parecido, hay que cortar los argumentos con cierta delicadeza, de modo que el remiendo no se note apenas, y pase tranquilamente por el control de calidad del tribunal de turno. Hay que remendar muy bien las junturas para luego poder hacer de la capa un sayo y salir airoso. El índice me recuerda que el final debe llegar pronto. Los argumentos se resisten. Yo escribo, corto, pego y me desvelo.

Da tranquilidad que, en las historias o en las tesis, hay un dulce verdugo que puede dictar sentencia sin el engorro de ser juez y parte en el litigio: la figura del editor/director. Un día, viene, lee y dice: esto se ha acabado. Y se acaba. Y los personajes, y los argumentos, y los autores de repente se callan. Y así salen los libros –como el mundo– llevando en sus lomos una etiqueta implícita: este ejemplar es el mejor de los posibles.

martes, 14 de septiembre de 2010

Otra de libros

Por primera vez en cinco años ando rezagada en casi todo menos en la tesis. Ha venido la euforia con septiembre y su calor atenuado, con las hojas que empiezan a tropezar y caer de las ramas, con las ocho, y atardeciendo. Estoy como diría la Teresona, que vivo sin vivir en mí. Volcada sobre los libros y tomándole el pelo a los relojes: ¡a que llego yo antes! y así...

Yo ya tengo mucho libro por delante. No de los que me apetecen, (aunque ya incluso me apetecen un poco, oye...) sino de los que me urgen para acabar el capítulo final de la tesis. Pero no por eso me privo, que aunque sea septiembre y no pueda llevarme un libro en el bolso de playa y echar la tarde leyendo con las gaviotas, el otoño también se presta.

Así que dejo aquí tres sugerencias, para llevarse un libro, o dos, o tres a la mesilla, cuanto antes . Un artículo de Nuestro Tiempo "Novelas para entender el mundo", el blog de lectura de la Biblioteca de la Universidad de Navarra y un libro de Jiménez Lozano que, tal como lo pone EGM, es difícil resistirse. Y que vuelen las hojas en otoño...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Citas I


"El arte no es una copia del mundo real. Con este dichoso mundo, tenemos ya bastante".
Citado por Nelson Goodman de fuente desconocida en Los lenguajes del arte, p.21

viernes, 9 de abril de 2010

Narraciones

Hoy he preparado el documento que acogerá el quinto capítulo de mi tesis (son seis). El título: "La mediación de la narración en la comprensión de sí mismo." Curiosa relación entre vida y relato, curioso por demás que necesitemos comprendernos a través de las experiencias de otros, incluso cuando los otros no son más (ni menos) que personajes que habitan en un mundo distinto de ese que llamamos vida real.
La vida es la historia de una vida, un relato lleno de acontecimientos, personajes, peripecias, encuentros y desencuentros, que llenan las páginas de un libro cuyo título originalísimo es ¿quién soy?

Como decía Aristóteles, una buena trama es la que consigue ordenar los hechos de tal manera que los incidentes heterogéneos que componen la historia lleguen a ser armónicos, llenos de sentido, que la concordancia prevalezca sobre la discordancia.
Pero de la vida, como dice Ricoeur, no somos sus autores. Como mucho, co-autores y no le falta razón. No tenemos la capacidad de configurar la trama de nuestra vida como podría hacerlo un autor con su obra, siempre quedan cabos sueltos, una ausencia de sentido que deja incomprensibles los pasajes dolorosos, las elipsis, los giros en la historia que nos alejan del final tan esperado.

Hay cuestiones que me interpelan vivamente y que no podré incluirlas en mi tesis. Por ejemplo, la idea que he leído en el (sin razón) vilipendiado Rainiero Cantalamessa. No basta nuestra historia enriquecida por historias que se encuentran en el nivel ancho y largo de la experiencia humana. Necesitamos otras coordenadas. Hace unos días EGM glosaba aquella queja de San Juan, cuando afirma que no bastaría el mundo para guardar todos los libros que podrían escribirse sobre la vida de Jesús, su historia. Cantalamessa escribe

"la venida de Jesús en la encarnación marca un salto cualitativo, como cuando un río llega a una esclusa y reemprende su marcha en un nivel más alto. Todos los gestos realizados por Jesús durante su vida forman parte de la historia de la salvación; incluso su silencio y la vida cotidiana de Nazaret pertenecen a la historia.(…) Pero la historia de la salvación continúa después de él, y nosotros también formamos parte de ella. La vida de cada creyente en particular, desde el bautismo hasta la muerte, es una pequeña historia de la salvación, es el microcosmos de la salvación; mientras que la otra historia aquella que va desde la creación hasta la parusía, constituye su macrocosmos".

Somos por tanto co-autores de nuestra historia, y de nuestra Historia. Compartimos el tiempo con otras vidas y la Vida comparte el tiempo de la historia de cada uno. Yo procuraré, al escribir mi tesis, comprender lo mejor que pueda las tramas y giros de la historia del gran río y su corriente en el tramo que fluye hasta llegar a la esclusa. En cierto modo, es la parte menos agraciada del recorrido. La comprensión de sí mismo es siempre una tarea inacabada. En parte, porque una historia bien trabada sólo se comprende desde el final. Los poetas siempre ayudan en estos trances y Borges ya lo dijo al final de su soneto:

¿Quién es el mar, quien soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.

Y la Dickinson va un poco (o mucho) más allá cuando dice en una de sus cartas a Higginson:

Hoy pensaba -al percatarme de que lo «Sobrenatural» no era sino lo natural desvelado-
No - es - la «Revelación» la que aguarda,
Sino nuestros ojos no equipados-

jueves, 18 de marzo de 2010

Fiebre de tesis

Vuelvo a la mesa de la biblioteca después de dos días de parón. Un virus, que se dice, (cuando no se sabe qué decir con certeza). De pequeña, cuando me resfriaba y me encontraba muy mal, nunca tenía la prueba objetiva del termómetro para que me dejaran en paz ; sin que se cerniera la sospecha sobre mí de que me metía en la cama por pura flojera. Ahora me pasa lo contrario. No me encuentro tan mal, pero el termómetro me delata y me tengo que meter a la cama, aunque eso le siente muy mal a los plazos de la tesis.

Al volver a la mesa, nada más sentarme, me encuentro a mi jefe mostrándole la biblioteca a un profesor visitante. Me lo presenta y me pregunta si le entregaré el capítulo 4 como quedamos. Yo le miro con cara de duda y le digo que haré lo que pueda porque la semana se me ha reducido a la mitad; y para dar una prueba objetiva, de la que antes nunca podía echar mano, le digo: "es que he tenido fiebre". Al jefe se le ilumina la cara y me dice: " ¡con fiebre es como mejor se escribe!"

Yo me quedo con cara de póker y pienso, para qué habré dicho nada. Embarcarse en una tesis es lo más parecido a enrrolarse en el ejército como voluntario en plena guerra o proponerse llegar a santo en serio. Como decía Santa Teresa hay que seguir en la brecha
"...aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera". Mi jefe se aleja tan contento con su profesor por los pasillos de la biblioteca mientras pienso: ¡eso me pasa por sacar a relucir el dichoso termómetro, con lo tranquila que he vivido yo siempre con mis pruebas subjetivas!

lunes, 22 de febrero de 2010

Coincidencias

Ayer al salir de Misa entré a un bar del Ensanche donde las señoras mayores juegan a las cartas y los señores mayores ven el juego de pelota con la chapela puesta y una caña. No tengo costumbre de hacerlo, pero ayer llevaba Autorretato con radiador en el bolso y tenía 15 minutos libres. Así que entré. Pedí un zurito y me senté a leer. Bobin habla mucho de las rosas. Y también habla mucho con ellas, como el Principito.

Mientras pasaba las páginas iba cavilando a la vez lo que tenía que hacer esta semana, y una tercera voz me reprochaba que en la lista nueva volvían a estar las mismas cosas que reposaban en la lista de la semana anterior. Cuando la tercera en discordia empezaba a ganarme la moral, apareció la entrada del diario de Bobin correspondiente al 22 de abril.
Lunes
Y aquí estoy ante un nuevo día. Caminar por él hasta la noche, constituye en verdad un arte mayor. Me siento como un colegial a quien cada día se le pusiera un examen. Ayer tuvo una buena nota, o una mala, da igual. Hoy es la prueba decisiva, imposible descansar en los resultados del día anterior, además se han borrado.
Con ligeras modificaciones me lo quedo para la semana que comienza. Es febrero y cada semana me examinan en la universidad de la vida de asignaturas variadísimas. Y el calendario de tesis pierde más hojas que las que gana. Pero con todo, después de leer este párrafo, la tercera voz no volvió a pronunciar palabra.

jueves, 11 de febrero de 2010

Nevada

Esta mañana quedaba algo de nieve en las aceras. Los coches llevaban todos un abrigo blanco y las niñas jugaban a ser malabaristas del circo de los tacones. Cuando bajaba a la universidad, el sol lucía radiante sobre el campus nevado. Al poco tiempo el cielo se cubrió de nubes y, salvo pequeños intervalos, no ha parado de nevar. Como no he podido sacar el coche, ni subir andando con mis zapatitos de ante (¡quién me manda...?), me he quedado en la biblioteca trabajando en la tesis y algo más. Los resultados: dos folios de tesis y just a little attempt...


Me parece que mientras cae la nieve
se atascan los relojes, muere el tiempo.
Los copos, en un baile a contratiempo,
se trenzan con el aire que los mueve.

Parece que la tierra, cuando llueve,
rejuvenece y juega al pasatiempo
de darle a los colores de entretiempo
un toque de esplendor, un beso leve

que llena de fulgores sus mejillas.
Como un ladrón nocturno de puntillas
irrumpirá un buen día la primavera,

pero el invierno todavía se esmera
en revestir de blanco las mañanas,
y en ocultarme el sol, la luz, las ganas.

martes, 29 de diciembre de 2009

Manías

A pesar de lo lento que avanza y la incertidumbre acerca del día en que por fin escribiré la última página, disfruto muchas veces de la elaboración de la tesis, del estudio y el esfuerzo de escribir. Poco a poco voy consiguiendo aliviarla de un peso con la que yo misma la he cargado. Me he repetido tantas veces que hacer una tesis es odioso que he acabado por creérmelo al pie de la letra. Y ahora procuro no hacerle más esa injusticia. Como todo, tiene etapas francamente insoportables. Pero, eso, como todo. Hace poco me di cuenta que es algo que hacemos con frecuencia los hombres y las mujeres, quizá por pereza mental. Lo recoge Virginia Woolf en uno de esos pensamientos efímeros, que van y vienen a velocidad de vértigo por la cabeza de Mrs. Dalloway:
Porque no se aborrecía a la señorita Kilman, sino la idea de la señorita Kilman, en la que indudablemente se acumulaban muchas cosas que no eran ya la señorita Kilman, convirtiéndose en uno de esos espectros que se montan a horcajadas sobre nosotros y nos chupan la sangre, dominadores y tiránicos (...)
Y con eso se me ocurre un propósito para año nuevo, que coincide en cierto modo con un buen consejo de San Pablo. "examinadlo todo, quedaos con lo bueno"(1Tes. 5,16-22). El propósito sería, en este caso, reexaminarlo todo; seguro que incluso en aquellas cosas a las que les he cogido manía, vuelvo a encontrar ese olvidado lado amable.

jueves, 29 de octubre de 2009

Bolonia


En mi universidad han editado un folleto para aclarar algo, un poco, las implicaciones del plan Bolonia y hacerlo, además, atractivo. Los creativos entraron de lleno en la ¿metáfora?, ¿metonimia? entre la preparación del plan Bolonia y un plato de spaghetti alla bolognesa. La cercanía entre ambas era, evidentemente, muy lejana. La gente normal en su imaginario, aunque ahora ande muy viajada, no relaciona la salsa boloñesa con su lugar de origen, del mismo modo que no relacionan el plan Bolonia con esa ciudad, para fortuna de sus habitantes. De modo que la semejanza saltó por los aires y para muchos se quedó en un intento algo frívolo de procurar que el plan Bolonia nos abra el apetito de ser más competentes y europeos. En todo caso, imagino que los creativos tomarán nota de lo que cuenta y lo que no en el imaginario social de su público. Daría mucho que hablar esto de las comparaciones en publicidad. Hace poco hice una visita a un hospital psiquiátrico, cuando salí pensé que no compraría
Aire Loco de Loewe. Puede que sea una actitud muy radical, pero es que la realidad también lo es.

martes, 6 de octubre de 2009

Lecciones de pragmática


En estos días he estado estudiando el fenómeno de la polisemia. Ricoeur explica -maravillosamente- cómo el contexto es el filtro necesario para acertar con cuál, de las diversas acepciones que admite una misma palabra, es la adecuada en cada caso. Cuando he visto esta foto en la portada de hoy del Diario de Navarra, he pensado: ¡puff! Menos mal que las protestas son en Bruselas y los jueces no son estructuralistas. La descripción castiza de la foto sería:


"Un manifestante le dio una leche a un policía antidisturbios"

Y la consiguiente medida, una denuncia por agresión a la autoridad pública. La descripción de los hechos, en castizo, es exacta; la expresión ambigüa y la interpretación más probable -si no se tiene el contexto- casi con seguridad, falsa. ¡Hay que ver!... ¡lo que da de sí la filosofía!...

miércoles, 24 de junio de 2009

Escrituras

Alguien se dejó ayer Las bibliotecas perdidas, de Jesús Marchamalo, en la mesa del ordenador. Y aunque de ya noto abundante el cansancio en los ojos (a pesar de las gafas) no me pude resistir y empecé a echarle un vistazo. Elegí un artículo al azar: "En las horas de oficina"; que cuenta (narra y contabiliza) los escritores que dedicaron gran parte de su vida a un trabajo de despacho, burgués y corriente. Tipos como Pessoa, Kafka, Stevens, Rulfo, Benedetti o Kavafis repartieron su tiempo entre la literatura y las tareas de funcionario público o vendedor de seguros. Muchos tenían un horario cómodo, otros tenían que pelearlo, y otros, cómo no, sencillamente escribían en horas de oficina. Contra la idea romántica del escritor que vive para la literatura afincado en una casita blanca en las faldas de una loma del mediterráneo, donde el sol baña su amplia terraza con vistas a una playa solitaria, este articulito de Marchamalo empuja a pensar que "el sosiego de lo vulgar" aviva la imaginación y que "los entornos aburridos son los mejores para escribir".

A raíz de estos comentarios recordaba la época en que escribí mi trabajo de investigación. Fue una época agridulce, repleta de dificultades de principiante (¿a esto se dedican los profesores de universidad?) y descubrimientos tardíos (de vocación: poeta). Una biblioteca callada, repleta de investigadores como envasados al vacío, un pila de libros indescifrables (Sprachen sie Deutsch?) y un tema (¿hay algo más vulgar que la moda?) que no me convencía nada, pero nada, nada. Y fue precisamente en ese entorno donde empecé a aprender a leer y escribir poesía (y sigo aprendiendo).

Por eso cuando miro el blog, tan abandonado, mi cuadernillo de versos en blanco y la pila de folios de la tesis creciendo, pienso que ha cambiado algo, aunque todavía no sé muy bien el qué. Creo que ahora me gusta el tema que trabajo en la tesis, y aunque a veces tengo que pasar por lecturas aburridas, en general me divierto, porque aprendo. No me quedan ojos, ni energías, ni tiempo para escribir otras cosas. Al parecer, la musa es celosa y cuando el horario de trabajo empieza a ser un obstáculo para que una ceda a a sus reclamos, se enfada y se esconde; al menos hasta que se le devuelva el privilegio de irrumpir con sus insinuaciones cuándo y dónde a ella le dé la gana.

Por ahora la pobre tendrá que seguir airada durante unos cuantos meses. Sólo espero que el mosqueo no sea tal, que no vuelva a verla por aquí nunca más. Después de la defensa de la tesis ya se verá, dudo que me espere una terraza en la playa del mediterráneo con un Bloody Mary para estimular la creatividad. Quizá el panorama esté más cerca de la oficina de Kafka. Al final, lo que cuenta es tener algo que decir, y junto a eso, como decía Virginia Wolff, "500 libras al año y una habitación con pestillo".



jueves, 4 de junio de 2009

Notas frente al espejo (I)

Estos días de calor los paso delante del teclado y los libros. Ayer escribí mucho. No sé si bien, esa valoración he aprendido a dejársela a mi buen director. Esta mañana me he concedido un respiro y he retomado los Días de diario de Antonio Muñoz Molina. Voy recogiendo párrafos que también puedo aplicar a mi trabajo con la tesis. Me alivia pensar que la escritura académica lleva una buena dosis de literatura en su composición. Me hacen gracia los pequeños rituales que van surgiendo alrededor del oficio de escribir. Yo he añadido ahora a mis manías la pequeña ceremonia de las gafas. Apenas dura un par de minutos, pero es un tiempo que marca la separación entre mi vida cotidiana y mi vida en las ideas y las letras. Sacar las gafas de su cajita, limpiarlas (aunque estén limpias) y colocarlas sobre la nariz en el punto exacto que me permite mirar al texto desde el ángulo que me resulta más cómodo, se ha convertido en una especie de puerta secreta que me traslada a ese otro mundo.

Hasta hace tres años ese mundo me era perfectamente extraño; hostil, incluso. Los fantasmas de mi propia inseguridad me asustaban como, cuando de niña, mi madre apagaba la luz de mi habitación y cerraba la puerta después de darme un beso. Y yo me quedaba allí, a solas con los muebles en penumbra, sofocando las rebeldías de mi imaginación. Cuando me pongo las gafas recuerdo los días de tensión frente a los libros, los párrafos escasos que escribía con mucho esfuerzo y que borraba sin contemplaciones. Me ayuda encontrarme la experiencia de otros y comprobar que la incertidumbre es uno de los ingredientes imprescindibles de la escritura. Yo podría ser Muñoz Molina cuando dice que "ayer trabajé de una manera desordenada, con la sensación de estar perdido, pero al final logré alguna página decente." O también cuando después de una mañana laboriosa dice: "por la tarde sigo trabajando varias horas, sin controlar mucho lo que escribo, pero muy estimulado, encontrando cosas a medida que voy escribiendo". No están allí antes, surgen como un encuentro.

Hoy, después de dos días de buena producción vuelven al asalto los fantasmas. No sé dónde buscar, los libros y las ideas tienen forma de laberinto. Ya hemos cruzado el claro del bosque y ahora... otra vez, buscar a tientas. Y me exorcizo con Muñoz Molina "Como siempre la expectativa de empezar a escribir tiene una parte de ilusión y otra de miedo. Siempre parece que no va a salir nada: pero ayer me salieron más de seis páginas." Y todo queda atrás después del rito de las gafas, entonces ya no hay excusa y sólo puedo mirar al libro y dejar que las manos se zambullan en el teclado. Hay algo teatral en la escritura que me estimula, sobre todo al comenzar. Después, voy alimentando mi tranquilidad con el contador de palabras. Me alegra encontrar algún atajo para invocar herramientas de word desde el teclado. La lógica de la escritura es la inversa de la lógica de la vanidad. Cuando escribo sin preocuparme demasiado por los detalles salen páginas con suficiente calidad. Luego viene el trabajo paciente de corrección a cuatro manos. "Los borradores son como el dibujo en un cuadro", me ha dicho muchas veces mi director. Los perfiles son muy vagos, pero es suficiente para poder empezar después a derrochar el arte concreto de los detalles.

A veces imagino la tesis que quiero escribir. Pero a medida en que la escribo se parece menos a lo que al principio había concebido. Y me gusta más. Pienso que todo lo que estoy aprendiendo como escribiente de encargo lo retomaré algún día para escribir otros libros que me gustaría escribir. Pero entonces saltan los fantasmas. El 20 de julio del diario de A.M.M. funciona como un espejo: "Volvía anoche a mi libro posible, a mi libro quizás improbable. ¿Qué quiero contar en él? No parece que haya más historia que la mía ni más personaje que yo mismo." Pero pasan las semanas y el 13 de septiembre, con 136 páginas ya escritas de su libro improbable, me lanza una pregunta que me devuelve a la rutina: "¿Cómo habrían sido las páginas que uno estuvo a punto de escribir y no escribió? Una historia fantasma de la literatura." Vuelvo corriendo a mi habitación. Cierro el pestillo y me pongo las gafas. Prefiero saber cómo han sido.

martes, 19 de mayo de 2009

Palmeras

Habían pasado casi seis años con todas sus mañanas, mediodías y atardeceres repentinos, desde la última vez que visité mi tierra. Sabía que era así porque, aunque soy de letras, con ayuda de ambas manos me salen bien de vez en cuando alguna que otra suma y -con la crisis- bastantes restas. Pero las cifras siempre me dicen más bien poco, y no fui consciente del tiempo que había pasado hasta que puse un pie en el patio de la hacienda. Cuando me fui, dejé un jardín sembrado de palmeras que no levantaban tres palmos del suelo. Al volver encontré un palmeral frondoso y alto, de distintas especies, como formando un corro alrededor del prado donde, cada mañana, juega a inventar maniobras un enjambre de golondrinas.

Me resulta difícil medir el tiempo. No me sirven demasiado los relojes ni las casillas numeradas del calendario. Me interpelan más las estaciones, los vaivenes de la luz del día. Y, en el trópico, que no sabe de estaciones ni vaivenes, las palmeras.

Creo que siguiendo esta lógica, no me compensa medir los tiempos de la tesis en horas, palabras, ni días. Que crezca el tallo y se multipliquen las hojas. Que se pueda palpar. Como cuando los niños pequeños van poniendo una pequeña marca en la pared, como testimonio de su continuo ascenso.

En la caja donde conservo los folios emborronados ya aparece alguna marca pequeñita. Y cada día, a remover los libros y el teclado, que lluevan las palabras y los conceptos, a ver si para la próxima primavera podemos echar la siesta bajo las palmeras y apoyar la cabeza sobre sobre el lomo de la tesis, bien encuadernado.

¡Feliz Navidad!