miércoles, 11 de junio de 2008

Atalayas

Un catarro me ha robado la voz. Según en qué momentos sería un incordio insoportable, pero ahora me resulta incluso entretenido. Sin voz, uno se volatiliza entre la gente. Es como estar ausente, puedes ir y venir por los pasillos con esa presencia leve del protagonista de El abrigo de Gogol. Nadie se dirige a ti, porque saben de antemano que no habrá respuesta. O que requeriría un despliegue de gestos que resulta tan cansado como ridículo. Y así la mudez te coloca en un lugar privilegiado para mirar. La afonía es un observatorio. Un freno natural para la también natural -ay- precipitación de la lengua.

5 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Y para colmo, parece que gracias a la afonía has vuelto al blogg. Que dure, que dure...

Anónimo dijo...

¡Genial entrada, Anacó! Los sordos te escuchamos.

Corina Dávalos dijo...

Vaya, creo que me compensa quedarme muda. Gracias a ambos.

Anónimo dijo...

Qué bien se te da esto, AnaColina... ¡Mejórateee!

Corina Dávalos dijo...

Castri!! Gracias por pasarte, aunque mi querida letrada, estuviste por aquí y ni rastro...voy a tener que ir a verte al gran Bilbao. De este verano no pasa. Abrazo!

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