Curioso. Este año, el cielo despejado de Navarra sonríe, mientras llora el de Sevilla. Yo escucho marchas de Semana Santa mientras procuro seguir escribiendo una tesis sobre la narración de la propia vida. La Amargura es mi banda sonora de Jueves Santo. Estoy donde no querría y quiero estar donde no estoy. La Poética de Aristóteles me consuela, recordándome que la unidad de una narración está llena de discordancias. Y el Jueves Santo me recuerda cuál debería ser siempre el norte y el sentido de mi pequeña historia personal. También a pesar de que no discurra en los lugares añorados, ni tenga alrededor a los personajes más importantes de una trama compartida. A pesar de tanta peripecia, de tanta discordancia, todo se lee desde el final. Y lo definitivo es el Domingo. La Pascua. No sin antes haber pasado por la amargura de la Pasión, pero siempre como un lugar de paso, no como el final trágico del fracaso, sino como promesa del estallido de plenitud.
jueves, 21 de abril de 2011
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4 comentarios:
Todo se lee desde el final. Qué verdad. Gracias
A esta entrada le va bien el ejemplo de quiasmo que figura en el DRAE: "Cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer".
Y la definición: "(Del gr. χιασμός, disposición cruzada, como la de la letra χ). Figura de dicción que consiste en presentar en órdenes inversos los miembros de dos secuencias".
Fui corriendo a la RAE D. Jaime, y he entendido mejor a Ricoeur repasando la definición de quiasmo. ¡Muchas gracias!
Gracias a ti Enrique.
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