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martes, 21 de octubre de 2008

Time out

Antes de caer cuatro días en cama con un catarro (sí, por un catarro...mala calidad.) pude sacar un par de libros de la biblioteca pública del barrio de Iturrama. Ya no es el mío, pero a esa zona le tengo cariño y vuelvo siempre que puedo. Me gusta ir a leer allí; veo gente variopinta y los amplios ventanales que incitan a mirar los pájaros y los árboles del parque. La bibliotecaria se afana por ordenar todo y mantener el silencio con una mirada inquisidora que lanza por encima de la montura post-mod de sus gafas de pasta naranja.

Buscaba una guía de encuadernación artesanal que había visto hace tiempo, cerca del libro de los cocktails y Sushi para occidentales. (De lo que hice con esos ejemplares, hablaré otro día) Y allí encontré el librico, en su sitio. Y como si viniera en una oferta de 2x1, al sacarlo de la estantería, me cayó este otro, que claramente andaba lejos de su lugar natural. Me llevé los dos. Y ambos me han servido de consuelo para estos días de estornudos y delirios.
De la encuadernación hablaré, siempre y cuando obtenga unos resultados dignos de mencionar. Del otro, Cuaderno de escritura de Carlos Pujol, dejo los aforismos que más me han gustado.


- Escribir de un modo que dé la sensación al lector de algo que necesariamente tenía que expresarse así, con estas mismas palabras y en este orden. Si cabe algún resquicio para la duda es que nos hemos equivocado.

- El poeta está para ver lo que no se ve, para lo que se ve ya está el resto de la gente.

- Comentario de una escritora: Al terminar la jornada, si veo la papelera rebosante me digo: ¡Qué bien he trabajado hoy!

- Al escribir iluminamos y oscurecemos a la vez.

- No hay más que una cosa que decir, en el fondo ni el más variado de los escritores puede decir dos. El asunto es único, limitación y grandeza de cada cual. Todo está en vestirlo.

- Nuestra verdad no lo es del todo hasta que no encontramos las palabras exactas para decirla.

- No se puede escribir sobre lo que se está viendo, sólo sobre lo que se recuerda o se sueña.

- No hay que ser comprensivo o tolerante con lo que uno mismo escribe.

- Lo que se escribe es nuestro, pero no somos nosotros...

- Escribir todos los días, aunque no apetezca, aunque estemos cansados, aunque no se tenga nada que decir. A la larga, no se sabe cómo ni por qué, el hábito hará al monje.

- Escribiendo siempre nos quedamos a medio camino y el lector ha de recorrer el otro medio.

- La prosa es más difícil, pero el verso vale más.

sábado, 16 de agosto de 2008

Vueltas y revueltas

Pensaba escribir. De verdad. Pero, cosas de la Providencia, el médico -tras examinarme la mano- extendió el brazo y con ademán de emperador romano me indicó la posición en la que debía mantenerme durante 15 días: pulgar abajo con la ayuda de una férula. Así que al menos estaré una semana más sin escribir por prescripción facultativa. Cuesta lo suyo abstenerse de bailar sobre el teclado. Me conformo con ir de vez en cuando a saltar sobre las teclas a la pata coja. Mientras tanto, sigo leyendo: Ricoeur, Dinesen, McCarthy, Green... Al menos cuando vuelva, tendré más cosas que contar. Como veis no ando mal acompañada...

viernes, 25 de abril de 2008

El síndrome del espía

Los bloggs son son un agente de contagio insuperable. Se contagian ideas, términos, aficiones, afectos (y defectos, me imagino que también, por eso es muy recomendable ser exquisito al elegir compañeros de tertulia). Los temas también suelen ser fácilmente inoculados de un blog a otro. Esto genera un cuadro muy parecido al que presentan el diálogo, el intertexto o la emulación (cuando no la voraz asimilación o plagio). Esta vez el contagio se lo debo agradecer a EGM. Empezó como comentario en su entrada de hoy y, como fue creciendo desmedidamente, pensé traerlo aquí, por respeto al respetable, que manifiesto o escondido, (abundante en todo caso) visita su casa a diario.

En los bloggers es fácil que florezca una especie de
Síndrome del Espía. Ese que le lleva a preguntarse a uno de forma recurrente y obsesiva aquello de ¿sabrán quién soy?...
Los síntomas empeoran cuando el desdichado utiliza algún tipo de contador o rastreador de visitas. Y como cree el ladrón...

Un blogger saludable, aún inmune a las estadísticas, tiende a pensar que sus lectores se reducen a sus comentadores. Y si éstos son -habitualmente o en su mayoría- gente pacífica y amable, uno se ahorra las preocupaciones. (El pobre Camba no contaba con las ventajas de la fluidez de feedback que hay en un blog.)

Los rastreadores funcionan como un caldo de cultivo para el Síndrome del Espía. Cuanta más información recibe uno de sus anónimos lectores, más curioso y vulnerable se vuelve. ¿Quiénes serán?, ¿qué pensarán?, ¿qué habrán leído?, ¿qué idea se han llevado?, ¿cómo se imaginarán al autor del blogg?, ¿coincidirá en algo con el original?, ¿serán misericordiosos y compasivos o despiadados y severos? Y así sale uno a la calle. Desarmado y vulnerable, lo que equivale a decir...muy fragmentado.
La crisis suele tener por detonante el encuentro con alguien de carne y hueso, más o menos conocido, que fuera de los muros de Second Life, por los avatares de la vida misma, afirma que nos conoce del blogg...

Entonces se manifiestan los síntomas: exceso de sudoración, ansiedad, dificultad en el habla, sonrisa forzada, respiración acelerada, memoria confusa (¿sobre qué he escrito en las últimas dos semanas...?) y un largo etcétera de paranoias en las que el interlocutor pasa de Dr. Jeckyll a Mr. Hyde con una rapidez asombrosa.

Pasado el trance de las presentaciones y con algo más de dominio sobre la vana vanidad, uno mira al desconocido y asume la asimetría de la relación y avanza con preguntas que le permitan equilibrar un poco la balanza informativa. Normalmente la gente es educada y cordial. Por ahora el blogg no me ha generado aún enemistades (al menos conocidas) y sí unas cuantas amistades.
De modo que para concluir, tendré que aceptar que el Síndrome del espía y los síntomas que lo acompañan , no es para tanto. De modo que no me queda más que recetar sin titubeos: ponga un blogg en su vida, si le sale regular siempre se puede cerrar sin efectos secundarios importantes. Las interacciones pueden ser muy enriquecedoras y además, es más barato que los medicamentos genéricos. Pruebe a ver o consulte con su blogger de confianza.

viernes, 25 de mayo de 2007

Nombres

Ayer por tercera vez entregamos los certificados del Taller de Escritura Creativa. El marco: cortinones granates, techos altos de vigas nobles y reposteros de alta alcurnia académica del Aula Magna de la Universidad. El público daba el toque de frescura a la tarde cálida y reconcentrada que presagiaba tormenta. Chavales de plataformas gigantes, camiseta de Los Beatles, barbas de pirata con melenas recogidas en una coleta, señoras elegantes, señores de chaqueta, es decir, mucha gente muy normal. Todos allí reunidos por la literatura, ya sea escrita, leída o soñada. Durante el acto estaba prevista la entrega de certificados a los alumnos del taller, el falo del Concurso de relato Corto, una pequeña arenga de fervor literario a cargo de Julia Fernández y, como otros años, la conferencia de un autor de renombre. El escritor invitado de este año era Felipe Benítez Reyes.

Yo, debo confesar, tengo poco tiempo para leer y mucha laguna que rellenar, así que la literatura española contemporánea me queda lejos por estar tan cerca. Es decir, no había leído de Benítez reyes nada más que algún relato breve y algún artículo. Resulta que él, como es natural, en su conferencia nos habló de su último libro, Mercado de Espejismos, y la librería universitaria aprovechó, como también es natural, para colocar un stand con libros para propiciar un feliz y libre encuentro entre la oferta y la demanda.

Yo me había dejado el monedero en casa y a la salida del acto, en el momento de las firmas, yo conversaba con mis amigas encantada y ajena al fenómeno de la popularidad post conferencia. Al ver la cola un poco magra que se había formado, un profesor siempre magnánimo cogió dos ejemplares de la novela del Nadal y nos lo dio a J. y a mí para que nos lo firmara. Al grito amable de "¡venga, yo pago!" (que dicho por un catalán tiene doble mérito) me acerqué a la fila para el autógrafo.

-Muchas gracias por su conferencia -le digo.
- Nada, ¿tu nombre?
- Corina
Se me queda mirando como con cara de extrañeza,
-¿Así te llamas?
Yo pensando: "a estamos otra vez con la gracia del nombre raro. Y además, como en el acto J. me había mencionado como AnaCó, pensé que había razones para el desconcierto y, como excusándome, le digo: -Bueno, la gente me llama AnaCó, pero el nombre completo, blablabla...Y entre bla y bla, él seguía mirando con cara de "quilla no te está enterando de ná."
-Corina es la protagonista del libro -dice con una media sonrisa
-¿Cómo?
-Que así se llama la protagonista.
-¿En serio, pero qué gracia...?
Y mientras iba pronunciando cada sílaba pensaba, anda que has quedado estupendamente, ahora ya sabe que del libro no has leído ni la solapa.

Él terminó de firmar y se despidió con una
amable sonrisa .

Después de que se me pasara un poco el bochorno por la metedura de pata, abro el libro y veo que efectivamente Tía Corina aparece por todas partes. Mi amiga S. -que sí se lo había leído- me tranquilizó diciendo que la señora en cuestión es encantadora, salvo por la afición al casino de los jueves por la tarde, la borrachera monumental de los jueves por la noche, y el letargo total de los viernes, para pasar la moña visperal.

Si al final es posible que acabe leyéndolo. Por ahora sólo he leído entera la dedicatoria: Para Corina que encontrará una tocaya dentro de este libro, con la amistad de Felipe Benítez Reyes.

Familias imperfectas

  A menudo, cuando se habla de la familia, se presenta un modelo ideal. Y está muy bien manejar arquetipos, historias y ejemplos dignos de i...