martes, 27 de junio de 2006

Nostalgia

Hace unos años pude escuchar a Monseñor J. L. Cipriani en una tertulia con estudiantes. Habló de la nostalgia de la belleza, de lo grata que recordaba su juventud y su infancia; el calor humano, la amabilidad, el cariño expresado sin ñoñerías ni reticencias, ese interés genuino por las personas. Falta… en detalles tan pequeños como un saludo amable que sea verdaderamente un gesto de bienvenida... (¿No os sorprende que saludemos diciendo adiós?)

No todo tiempo pasado fue mejor, pero a veces, lanzo una miradica a mi infancia rural, arropada por la majestad de los volcanes nevados de los Andes y me viene ese sentimiento de agradecida nostalgia. Echo de menos ese amable candor, esa ingenuidad indisimulada de la gente sencilla del campo. D. Juan Luís recordaba que en su juventud la vida era más grata, más cálida, más desinteresada. Quizá también menos eficaz … quizá por eso más humana.

8 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Hasta en la nostalgia brilla tu optimismo. Ojalá dijésemos "adiós". Pero un pequeño síntoma de la enorme alergia a lo sagrado que padece nuestro tiempo es que se ha impuesto la fórmula: "hasta luego", incluso para despedirse de aquellos que quisiéramos no volver a ver jamás. El Dios al que enviamos diciendo a-Dios cuesta mucho de pronunciar, a pesar del monosílabo.

Corina Dávalos dijo...

Tienes razón, incluso el a-Dios lleva en sí un gesto de acogida porque remite a Quien siempre recibe... porque incansablemente se da.
El "hasta luego" crea y acrecienta cierta distancia porque distiende el momento del encuentro hacia un futuro, por demás incierto.Es un puro despedir.
Ese enviar a Dios -cuajado de sentido- me temo que sólo lo pueden hacer quienes acostumbran ir y volver a Él. Será que ahora son menos los que recorren ese camino...

Corina Dávalos dijo...

Quizá por eso soy algo dada a la nostalgia, por mantener la identidad. Por otra parte, creo que no leerías tanto si no fueses un poco nostálgica.

Anónimo dijo...

Una fotografía.
Un cartón inexpresivo,
envuelto por los meses
en los rincones íntimos.

Un agua de distancia
quiero beber: gozar
un fondo de fantasma.

Un cartón me conmueve.
Un cartón me acompaña

Miguel Hernández


Siempre queda el recuerdo al que Benedetti le construyó una fundación...Y luego tenemos a Drexler cantando " nada se pierde, todo se transforma"...

Corina Dávalos dijo...

Gracias al usuario anónimo por traer a Hernández, y ¡a Drexler! En esta vida hay que beber, de vez en cuando, un traguito de recuerdo...y otro tanto de olvido.

Adaldrida dijo...

Es muy buena esta entrada, creo que entra en el apartado del nuevo género: Bloggerías...

Anónimo dijo...

Cuando estoy cerca del mar tengo nostaglia de la montana, y cuando, como en este momento, estoy en la montana tengo nostalia del mar. Para mi, recordar es otra cosa; prefiero la nostaglia.

Corina Dávalos dijo...

Muy buena la disntinción del usuario anónimo. Incluso, dando otro pasito, los portugueses -tan interiores- tienen una palabra todavía más honda que me encanta pronunciar: saudade

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