"Quien ama el mar, ama la rutina del barco"
Joseph Conrad.
Mientras busco entre libros alguna cita que me saque del atasco, vuelvo a constatar cuán torpes son aún mis movimientos en el laboratorio de las letras. A esta mesa blanca de luces mortecinas, llena de libros sin orden, todavía le falta, ¿cómo diría?... un poco de roce. Es como el vaquero nuevo, que promete ya en la tienda mil aventuras en su compañía. Pero pasan meses hasta que se hace mío, y pierde todo su apresto y se con-forma conmigo.
Pues la mesa...aún no es mi mesa, ni los libros, mis libros. Pero, no debe quedar mucho, pues ya somos conocidos. Y a fuerza de rozarnos cada día un poco terminaremos siendo, sin duda, íntimos amigos.
Hasta mientras habrá que soportar todas y cada una de las torpezas, los mil sonrojos interiores, las sucesivas impaciencias y una lista ilimitada de errores. Y entre, libro y libro, la risa que yo misma me provoco, al verme domesticar una mesa, y a ella ceder un poco.
Joseph Conrad.
Mientras busco entre libros alguna cita que me saque del atasco, vuelvo a constatar cuán torpes son aún mis movimientos en el laboratorio de las letras. A esta mesa blanca de luces mortecinas, llena de libros sin orden, todavía le falta, ¿cómo diría?... un poco de roce. Es como el vaquero nuevo, que promete ya en la tienda mil aventuras en su compañía. Pero pasan meses hasta que se hace mío, y pierde todo su apresto y se con-forma conmigo.
Pues la mesa...aún no es mi mesa, ni los libros, mis libros. Pero, no debe quedar mucho, pues ya somos conocidos. Y a fuerza de rozarnos cada día un poco terminaremos siendo, sin duda, íntimos amigos.
Hasta mientras habrá que soportar todas y cada una de las torpezas, los mil sonrojos interiores, las sucesivas impaciencias y una lista ilimitada de errores. Y entre, libro y libro, la risa que yo misma me provoco, al verme domesticar una mesa, y a ella ceder un poco.
14 comentarios:
En esta prosa, la poesía te abrió la puerta.
Aprovecha esa mesa blanca, algún día la añorarás, hasta el punto de... ¡escribirle un poema! (ya has empezado, pues...)
Al menos algún género me recibe. El género filosófico, que es quien tendría que acompañarme, anda celoso y se venga haciéndose el esquivo. Y muchas gracias... par de causantes de la racha de inspiración.
Ya tienes medio domesticada a tu mesa, con este bonito poema en prosa de tu entrada, que indica que dice que empiezas a quererla, a distinguirla de entre otras "cosas" anónimas...
"Las cosas, nuestras cosas,
les gusta que las quieran;
a mi mesa le gusta que yo apoye los codos,
a la silla le gusta que me siente en la silla,
a la puerta le gusta que la abra y la cierre [...]
¿Qué será de las cosas cuando el hombre se acabe?
Como perros las cosas no existen sin el amo"
(Gloria Fuertes)
Cierto, Inma. Y gracias por citar este poema que ha mejorado la opinión que tenía de Gloria Fuertes.
Me gustaría fardar de profundidad metafísica, pero va a ser que no...efectivamente debe ser una expresión ecuatoriana, yo ya no reconozco de dónde saco qué.
No conozco a Covarrubias, pero me va a faltar tiempo para hacerme con esos diccionarios. Si tu profesora de historia de la lengua te viera entusiasmando a otros con la sociolingüística...
Me sumo a la afición al "Tesoro de la lengua castellana" de Covarrubias. Filón precioso de etimologías, pero también de literatura, moral, costumbres de la época y experiencias de su autor. Creo recordar que, de la palabra "almendra" ofrece incluso informaciones tan prácticas como las posibles maneras de cocinarla...
El problema de la rutina es que siempre huele a óxido, hay que navegar con ella, pero quitándole antes el óxido
La rutina es la muerte de la filosofía.
De acuerdo con Edu y, en parte, con Breo. Hay dos tipos de rutinas, las buenas son instrumentales, un brazo largo del orden. Las malas, me imagino que te refieres a esas, son las que suplantan a la reflexión y a la creatividad. A esa rutina, madre del pensamiento único, también a mí me parece muerte: de la filosfía, del amor y de cualquier cosa que necesite de la libertad en acción.
Lo mejor es la risa que tu misma te provocas. Sigue fomentando esa risa, aunque a veces cueste mas. Es sanísimo saber reirse de uno mismo. Quien pudiera...
Ester! Qué gusto que te pases por aquí, por lo visto te ha llegado el turno del ordenador;)un buen truco: si no te puedes reír de ti misma, seguro que te puedes reír de tus amigos/as. De mí -ya ves qué oficio: domadora de mesas- ríete todo lo que quieras. Un abrazo.
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