Wer Glaubt Ist Nie Allein!

"El que cree nunca está solo." El lema elegido por el Papa para su visita a Baviera es quizá la respuesta a un profundo interrogante que una parte de la sociedad europea se hace, sin atreverse a pronunciarla en voz alta: ¿Por qué Europa está tan triste? Detrás de una máscara de satisfacción, Europa se muere de aburrimiento y de tristeza. Es posible que las sociedades también tengan su síndrome de Sissí.

La soledad, la depauperación del espíritu, el frío individualismo que congela las ilusiones y los impulsos del alma; esa es la pobreza que la Europa de la opulencia, satisfecha e increyente, necesita combatir. En la homilía (que recordaba aquellas cartas a las Iglesias con las que comienza el libro del Apocalipsis) Benedicto XVI ensalzó la generosidad de los alemanes para con los proyectos de ayuda social en África. Pero también recordó que esas ayudas, que se prestan a manos llenas para el sostenimiento material de los menos afortunados, se cierran tímidamente cuando se trata de apoyar la difusión de la Fe. "No sólo de pan vive el hombre", nos dice el Evangelio. Pero el hombre se empeña en trabajar para medio hombre, hartándose de pan, tecnología, ocio y servicios; y va dejando al otro medio que muera de inanición. África, Asia y gran parte de América asiste escandalizada ante la coraza que, la escoria del racionalismo construye sobre las cabezas de las sociedades del primer mundo. Y se nota, nos va cubriendo de sombras. No hay vuelta de hoja: cuando el Cielo se nubla, el corazón se pone triste.

(*) Pido disculpas por el tono serio, quizá demaisado, de esta entrada. Prometo una crónica más alegre a mi vuelta de Regensburg.