La lógica de la identidad
En cuanto me enteré de la nueva ley de cambio de identidad sexual, me apresuré a hacer una cita con el logopeda. La razón es muy sencilla: necesito un profesional que certifique mi actual identidad lingüística. El asunto es que llevo once años en España y con el pasar del tiempo mi acento ha sufrido una metamorfosis sorprendente. Nadie, por mi forma de hablar, diría que nací en Ecuador y que durante 19 años hablé como una quiteña normal. Lo cierto es que este desencuentro entre mi modo de hablar y los datos de mi pasaporte, me produce una profunda insatisfacción respecto a mi identidad personal.
De modo que he pensado que, siguiendo la lógica de la Ministra de Sanidad y el Congreso de los Diputados, puedo presentarme en el registro civil con el certificado del logopeda y pedir un cambio de nacionalidad. Ya que mi acento es tan navarrico como el cogollo de Tudela, y que -además- recuperar el que tenía me llevaría un largo, costoso y esforzado tratamiento, lo mejor será que el Estado declare que soy navarra de toda la vida -como mi acento lo confirma- y santa paz.
Oye, una firmica y ¡ya está! Es la misma lógica de la parte por el todo, o ¿no? Porque, digo yo, que si el Estado con una firma puede resolver que uno que nació hombre y de toda la vida ha sido hombre y sigue teniendo, salvo en algún aspecto, rasgos de hombre puede cambiar de identidad, siempre y cuando lo avale un papelico del médico de cabecera; pues también yo querría cambiar el dato del lugar dónde nací. Porque el hecho es que, de un tiempo a esta parte, hablo como pamplonesa, me siento más navarra que navarra y además me avala la científica opinión de mi logopeda.
Lo contrario sería por lo menos un agravio comparativo, porque -esto de con qué se identifique uno es muy personal, ¿sabe?...- y hay que andarse con cuidado. No vaya a ser que me obliguen a identificarme con un aspecto de mi persona más que con otro, atropellando así la sacrosanta libertad de cada uno. Que para velar por que todos podamos ejercer los derechos humanos de cada cual, como a cada quien le parezca y en el momento que le plazca, están nuestras autoridades públicas. Así que yo a la nueva lógica legislativa me apunto. ¡Se está muy a gusto con un gobierno tan práctico y sensible a los problemas de identidad del pueblo! Hay que ver hasta dónde llegan sus desvelos y cuidados omnipotentes. Vamos, que no les levantamos un altarcico sólo por no contrariar su voluntad de mantener la laicidad del Estado.
[Aclaración: Para evitar malentendidos, quiero dejar constancia de que no tengo nada en contra de las personas que padecen algún tipo de desviación sexual y que sufren por ello. Todo lo contrario, Pienso que si hay algo indignante es precisamente el modo de afrontar este tema, complejo y doloroso, con una frivolidad que roza la burla. ]
13 comentarios:
Espléndido. Humor y puntería, como tiene que ser.
Me ha parecido un texto formidable. Enhorabuena!
Jaime N.
Discrepo esta vez de mis admirados —o adleídos, mejor— Anacó y E.G.-Maíquez. Al menos en uno de los objetos del texto, el de quienes no se identifican con su sexo. Otra cosa es la tentación de considerar todopoderoso al Estado, aspecto sobre el que comparto preocupación y me sumo a la crítica. Pero pienso que puede resultar injusto y hasta cruel comparar el simpático sentimiento pamplonica de Anacó con el verdadero drama de esas personas, cuya explicación última se me escapa y debe ser, en cualquier caso, complejísima.
Estoy seguro, Anacó, de que para sustituir tu acento quiteño por el navarro no has experimentado la frustración, la incomprensión y el dolor de los transexuales.
Carlos, gracias por disentir, en parte pienso que tienes razón. En su momento pensé poner una aclaración a pie de págica para dejar constancia explícita de que el tono irónico de este artíulo no encierra, ni de lejos, la inteción de frivolizar con la realidad de quien sufre una enfermedad y sus consecuencias. Lo haré a toro pasado. Y gracias también a D. Jaime y a Enrique; si acierto es porque he tenido buenos maestros, entre los que se cuentan ambos.
Bueno, mi adleído CRM, discrepas con lo que tú supones que pienso, y no con lo que he dicho, que es "espléndido" (lo es), "humor" (lo tiene) y "puntería" (que da). El artículo, si lo he leído bien, dispara, desde la primera frase, contra la ley del cambio de identidad. No contra la gente que tiene ese problema de identidad, a la que me temo que es, precisamente, la ley y los palmeros que la jalean quienes de verdad hacen daño. El respeto a las personas empieza por la naturalidad y aquí, que todo el mundo raja de las creencias de unos y sobre todo de otros, correr un tupido velo de censura sobre un tema, me parece un exceso. La analogía de AnaCó es muy bonita, además de graciosa, y tú, como buen escritor que eres, sabes que las palabras y su paladeo son una parte muy importante de nuestro ser. Así que a lo mejor tampoco era tan frívola la comparación. Afortunadamente (para mí, quiero decir) tus recelos de un Estado que se considera capaz de cambiar hasta el sexo de los ángeles (y no tan ángeles) me hacen seguir admirándote, además de adleyéndote siempre.
Es desconcertante que los científicos no se pongan de acuerdo en cuáles son las causas de la homosexualidad. ¿Quizás porque, en realidad, no se trata de un problema científico?
Es desconcertante que los científicos no se pongan de acuerdo en cuáles son las causas de la homosexualidad. ¿Quizás porque, en realidad, no se trata de un problema científico?
Mi premura y mis suposiciones han dado pie a una [otra] refrescante ráfaga de letras, y esto me alegra por varias razones. Una, porque los últimos días tuve la impresión de que estos blogs enredados estaban adormeciéndose, y me daba pena. Otra, porque intercambiar opiniones suele ser enriquecedor; y anacocedor, en este caso. También porque aunque uno haya quedado regular lanzándose a sermonear, aunque sea moderadamente, ha dado pie a que los interlocutores exhiban altura, educación y sensibilidad, que la tienen. Finalmente, porque se confirma que adleerse es una forma de respetarse. Y respetarse es una forma de quererse. Y la vida, al fin, es eso. O debiera serlo.
chapeau a Anacó y a los contertulios adleídos, admirados y educados. Así da gusto.
A mí me gustó que nuestra querida Ana tratara el tema con humor y acertada ironía. La ley sí me parece frívola. Claro que yo no logro ponerme en la piel de las personas que sufren ese terrible problema, pero me cuesta mucho creer que la nueva ley se haya dictado con ánimo de "ayudar" a ese colectivo (habría que oír la opinión de muchos psiquiatras al respecto), sino más bien porque en los últimos años nuestro gobierno se ha fijado como único y principal objetivo demostrar que es más progre (e incauto) que nadie.
Yendo a aspectos más frívolos: me ha encnatado lo de 'más navarra que navarra'. Es una expresión que también se usa en Burgos: 'es más tonto que tonto', 'más listo que listo', una forma de superlativo pseudo-comparativa, si se permite la etiqueta tonta.
Yo agradezco a todos mis adleídos contertulios por no cansarse de darle vida a esta casa y a las vuestras. A veces no pasa nada por un período de somnolencia, Carlos, como dice Enrique las letras y las justas causas son una constante comezón para quienes andamos enredados en estos bloggs. Todavía podemos dar mucha guerra y aprender unos de otros.
A mí me parece genial la entrada... Cuando te conocí, Ana Co, me costó hacerme a la idea de que no eres navarra de origen...
Pero digo yo... Si ya se han cambiado el sexo fisico, proceso un tanto arriesgado y complicado. Que mas da que cambien unas letrillas en el DNI? Imagina Anaco, cuando pagas con tu tarjeta de crédito y presentas tu NIE y te miran con cara de estupor diciendo: DE ECUADOR?? Pues pareces Navarrica de toda la vida!!!. Y ahora imaginate al alto y fornido Pepe, que presenta su DNI donde pone Josefina...
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