domingo, 5 de noviembre de 2006

Familias

Hace una semana dije aquí que contaría algo más sobre una de las conferencias del congreso Católicos y vida Pública que se celebró en Pamplona. Se preguntaba Rafael Alvira en el título de su conferencia, si hay sustituto para la “familia normal". Y la respuesta decidida fue sí. Sustitutos, haberlos haylos; tantos como maneras de no acertar. Lo peliagudo del tema no es que no se acepte que hay algo así como la familia normal, sino que todos los sustitutos, variaciones, y pseudo-innovaciones de la familia también reclaman para sí el rango de "normalidad". Se trata de una nueva versión de una vieja estrategia para eludir el dolor por el fracaso. Antes, si un matrimonio no funcionaba, o si faltaba uno de los padres, o si moría un hijo (a los hijos se les llamaba hijos en cualquier etapa del embarazo), o la armonía en el hogar brillaba por su ausencia, aquello se consideraba un fracaso o una tragedia, o una prueba a superar, o acaso un dolor esperanzado. Pero, por mucho que nos pesase llamábamos al pan, pan y al vino, vino. Ahora no, ahora resulta que para no tener que pasar por el trago amargo de aceptar las durezas de la vida y sus limitaciones, pretendemos multiplicar las formas de normalidad y meter en este saco hasta el último hecho que encontremos en la casuística de los arrabales de la miseria humana. Así todo resulta muy aséptico, muy tolerante y muy políticamente correcto. La lástima es que, no obstante, el dolor sigue doliendo, y lo que se ha roto sigue sin encontrar arreglo. La falacia del "yo también soy normal" sólo consigue aplazar los problemas y añadir dificultades para su solución. Si no se identifica un problema como problema, menos se podrá encontrar la manera de solucionarlo. Pero la política más extendida a día de hoy es la de tolerancia cero hacia el sentido común, y como casi siempre, lo que prevalece es tener la sartén por el mango. Y así nos va. Con la excusa de vamos a tener el juego (supuestamente democrático) en paz, continuamente acabamos como en el anuncio: aceptando pulpo por animal doméstico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para que conste: Soy hombre de mediana edad y felizmente casado, diría mi compañera de viaje.Dicha esta premisa que me parece importante, a mi no me parece "anormal" una persona que pretenda tener una relación con otra de su mismo sexo, ni me parece anormal que pretenda que esta relación este "bendecida" por la sociedad y por nuestro gobierno.Es una aspiración legítima... Otra cosa es que esa relación, ese compromiso se le llame Matrimonio, y que venga "anexado" a las prerogativas que el hecho de firmar un contrato ( que es lo que es) ha tenido desde que existe como tal. Lo de la Iglesia , es,.....harina de otro costal. Esto es, un "club privado" si me permites el símil, como la IGLESIA impone unas normas, que debemos y tenemos que aceptar si queremos pertenecer a ese club, y ahí si que soy intransigente, no se puede dar visos de legalidad y querer confundir lo "politicamente correcto" con lo "eclesiasticamente correcto". En el tema de la Iglesia, si eres católico y pretendes vivir como tal no puedes pretender estar en este "club" si no respetas sus normas. Por otra parte, creo que el problema fundamental se encuentra en lo que definimos y entendemos como familia. Si comparamos cualquier matrimonio de tipo medio español de ahora, con los deberes, derechos y obligaciones de cada uno de los conyuges hacia el otro, con lo que esto era a principios de siglo, por ejemplo, tal vez sería necesario redefinir el concepto y de paso, aclararnos a todo , bajo que reglas jugamos (si puede ser todos).

Corina Dávalos dijo...

Me da ud. la razón, ni a ud. ni a muchos otros les parece anormal porque se ha extendido la idea de que normal es cualquier cosa. Pero la naturaleza de las cosas no depende de lo que a ud. o a mí nos parezcan, no es un asunto de elección. Pienso que la sociedad como tal no debe apoyar conductas o tendencias sociales que no hacen sino tirar piedras sobre su propio tejado. ¿Qué bien aporta a la socidedad una unión de estas características? ¿Cuánto hay que invertir para que formen una familia mediante métodos completamente artificiales? ¿Qué garantías ofrecen a los hijos con el altísimo índice de conflictividad y promiscuidad que existe en estas uniones?
Por otra parte, el matrimonio no es ni muchísimo menos un invento eclesiástico, los católicos reconocemos en el matrimonio de institución natural un camino de santidad y constituye un sacramento. En todo caso, lo que ofrece "el club" es una ayuda, nada desdeñable en los tiempos que corren, para sacar ese proyecto adelante, pero no se inventa nada.
Y tiene ud. razón, el lío mayor está en que, a golpe de entendimientos, definiciones y redefiniciones nos olvidamos de mirar a la realidad con un poco de sensatez. No se engañe, fuera de España casi nadie considera esta política como un logro sino todo lo contrario(en Alemania por ejemplo, por no hablar de Latinoamérica,Asia, África e incluso el mundo musulmán). Ante una Europa que se cae de vieja por lo bajos índices de natalidad otros políticos más responsables empiezan a buscar modos de fomentar la fecundidad y proteger a las familias, en cambio aquí el gobierno parece que no ha conseguido superar el mayo del 68 y las alucinaciones de Woodstock a la hora de estudiar y decidir sobre las políticas sociales que urgen verdaderamente. Además, y esto lo digo por experiencias que he escuchado de primera mano, a la vuelta de los años esas mismas personas que se manifiestan hoy a favor de esta "normalidad" se dan cuenta de sus errores por la vía práctica, no son felices ni han sido capaces brindar la felicidad que anhelaban porque equivocaron el camino. La naturaleza no perdona, ni el corazón ni el cuerpo del ser humano resisten los abusos a largo plazo. El matrimonio además de un compromiso mutuo es un compromiso abierto a los que vendrán como fruto de esa unión, no se reduce al aspecto contractual o legal del uno para el otro. Además es un compromiso social, la familia es la cuna de los futuros ciudadanos y si la familia no funciona bien, menos garantías tendremos de que funcione bien la sociedad. Pruebe a ver: ¿Hay alguna cultura fuerte que haya entronizado las relaciones homosexuales o las haya equiparado a la familia tradicional? En todo caso, la habrán tolerado, con más o menos apatía. ¿Por qué será?...

¡Feliz Navidad!