Ayer por la tarde, habían unos cuantos críos jugando en la plaza que hay al lado de mi portal. Abrí el candado de la bicicleta, me eché la mochila a la espalda, subí con calma y empecé a pedalear para ir a la universidad. Mientras entraba a la plaza, noté que un chaval sin dientes (a esa edad no se sabe si lo de sin dientes fue por causas naturales o por ir lanzado en su minibicicleta) iba a mi lado y empezaba a pedalear con todas sus fuerzas para rebasarme. Y yo, en lugar de seguir con una condescendiente parsimonia, me empecé a picar y a pedalear más fuerte, como él. Cuando íbamos a la misma altura, el me miró, puso cara de sorpresa al ver que había carrera y empezó a pedalear todavía más de prisa mientras le bailaba la expresión entre pícaro e inocente a la vez. Después de veinte metros de carrera, los seis o siete segundos que duró la puja me parecieron infinitos. Se me quedó la sonrisa puesta toda la tarde, claro. A veces no sé sabe si una ha recibido un destello de inocencia, o si todavía le duran los coletazos de inmadurez. Ni idea.
Imagen: Wolfgang Lettl - Das Fahrrad (The Bycicle) - 1959.
11 comentarios:
Sin duda destellos de inocencia!
Jo, María: yo que justo iba a decir que es por lo de los coletazos... ¡¡jaja!!
Pero, ¿ganaste?
Que si ganó? No creo; el crío no tendría más de diez años y AnaCó ya ronda los... Jejeje...
Está claro, es por lo de los coletazos... :)
Gracias María, aunque eso me pasa por no cerrar el texto a mi favor. Y que sepáis queridas Julia y Palíndromo que le gané, a pesar de... y sobre todo porque mi bici era más grande. Porque todo hay que decirlo -él derrochó muchas más energías que yo-. Había que verlo, allí sí que habían destellos de inocencia.
¿Tienes algún trauma de la infancia? jaja...
Emocionante etapa de biciblogg.
Y magnífico final.
Traumas muchos, pero creo que ninguno de la infacia. (Todos los huesos que me los he roto a partir de la adolescencia.)
Las cosas que tiene estar y sentirse vivo...
Llego tarde pero me ha divertido tanto la entrada que lo digo...
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