viernes, 15 de junio de 2007

Deportes

Hace unos días fui al médico para una revisión de rutina. El tratamiento me ha salido muy económico: tengo que hacer deporte.Y como no tengo ni el tiempo ni el sueldo necesario para dedicarme a la hípica, he optado por seguir con el peer-footing que resulta tan apañado, y algún partido de pádel cuando, por mediación de un milagro inexplicable, queda alguna pista libre en el polideportivo de la universidad. No he podido evitar darle vueltas a esto del deporte. Yo sola no he llegado muy lejos, pero he logrado ver un poco más allá de la mano de Rafael Alvira y sus reflexiones sobre el Deporte y la deportividad.

El deporte se usa con frecuencia como metáfora para situaciones muy variadas de la vida: "tienes que tomártelo con deportividad", "esto sólo es cuestión de entrenamiento", "estoy en baja forma", ¡Qué gol!, etc. Todas estas expresiones resultan enriquecedoras si entendemos de verdad qué es el deporte y por qué puede resultar positivo imitar el espíritu deportivo en otras situaciones de la vida.
"(...) el juego nos atrae de una manera profunda porque es un símbolo del vivir humanp; la vida es un juego, vivir es jugar. por eso sin darnos cuenta, en el deporte estamos haciendo una cierta simulación de la vida, y en una simulación aprendemos. Al jugar limpiamente, con deportividad, experimentamos los radicales de la vida. En el juego se sintetiza la pasión, la relación amistosa, el respeto, la inteligencia, la voluntad, el placer de vivir."
En la vida, como en el deporte, los comienzos son siempre duros, desagradables, incluso violentos y por eso mucha gente se queda siempre en los inicios de infinitas gestas. Pero, como me decía hace poco una sabia amiga mía, todo eso sucede cuando te quedas en la línea del rompeolas. La orilla es aburrida, si entras un poco más las olas no hacen más que darte palizas, pero si te armas de valor y pasas la línea de fuego, el mar es tuyo y puedes flotar a tus anchas mecida por el vaivén de la corriente. Pero para cruzar la línea hace falta deportividad.
"¿Qué es la deportividad? Se trata de comprender cómo realizar y con qué estilo esa actividad que llamamos deporte. La respuesta es: con autodominio hacia adentro y con magnanimidad hacia afuera. Es decir, en conjunto con lo que Séneca consideraba la virtud por excelencia, la más hermosa de las virtudes: la grandeza de ánimo. (...)
Los tratados de ética no han tomado suficientemente en cuenta la relevancia de esta virtud ética fundamental que es la deportividad. Ella nos enseña en general a tomar el esfuerzo de superación como un juego, y a dominar nuestra vida en orden a nosotros mismos y a los demás."
Quizá por esto, a quienes acuden a gimnasios de distintas clases sólo para cultivar el tipo, no les llamamos deportistas. Pero auqnue no se perciba toda la riqueza que conlleva el deporte, sin duda, algo queda. Por ejemplo:
"(...)la deportividad es también la virtud del que sabe usar el cuerpo al servicio del alma, y percibe la importancia básica del cuerpo humano. (...) Nos muestra la unidad del ser humano, al experimentar cada uno cómo mejora el cuerpo con la virtud y cómo mejora la virtud con la perfección corporal."
Quizá por eso, el ejercicio aislado de la deportividad, que excluye esa apertura a los otros y sólo busca ventajas individuales, consigue el atractivo de una piel más lustrosa, pero no una personalidad con brillo. Esa luz personal aparece sólo cuando se ejercitan las musculaturas espirituales, la capacidad de hacerse con las verdades humanas que laten en las cosas que hacemos en la vida corriente y moliente.
"El espíritu deportivo es particularmente favorecedor del aprendizaje, pues conjuga los dos métodos básicos de él: aceptar enfrentarse a las dificultades, y entusiasmarse con algo."
Eso sí, hay entusiasmos y
entusiasmos. Una tripa menos accidentada para el verano entusiasma por un tiempo, quizá lo que duren los primeros ochenta abdominales del basic training. La capacidad de admiración, esa mezcla de entusiasmo y delirio divino, que diría Pieper, es un deporte más arriesgado, quizá un poco elitista, pero desde luego el más saludable de todos con diferencia.

(*)Todas las citas están tomadas del artículo "Deporte y deportividad". Rafael Alvira, Filosofía de la Vida Cotidiana, Rialp, Madrid, 1999.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios santo, cuántos propósitos incumplidos.

Hace tres años me levantaba todos los días antes para hacer la tabla corta de Cindy Crawford y los fines de semana me empleaba con la de 45 minutos. Llegué a tomarle gusto.

Al año siguiente, me dio por el footing, y daba una vuelta diaria al Parque de María Luisa, actividad que conseguí prolongar un año más, aunque con dudosa marcialidad.

Este año, ná de ná. Si acaso algo de Batuka ocasional y 40 minutos de paseo hacia el trabajo.

Coni Danegger dijo...

Ánimo. Nunca fui nada deportista pero estoy ahora con una pequeña marca de 850 m combinando crol y espalda. No logro superarla en mis dos veces por semana, a ultimísima hora antes de llegar a casa desde la universidad, pero cuando menos me apetece es cuando sé que lo necesito más.

Un día alguien me insinuó que claro, que yo nadaba porque tenía tiempo... Me reí por dentro, y le contesté lo más seria que pude: Justamente, es porque tengo familia que cuidar, y bastante trabajo también; si no nadara, recortando el tiempito, no estaría en condiciones de hacer todo lo demás. (¡Y tampoco recuperaría mis talones de Aquiles, literalmente!)

Ya te estás dando ánimos a ti misma con la filosofía para hacer deporte...

Anónimo dijo...

Mens sana in corpore sano.... Por qué no? Sí, ánimo.

Corina Dávalos dijo...

Soy más bien de hacer ejercicio que de practicar un deporte. Lo que me gustó del artículo de Alvira es que hace notar la diferencia entre ambas cosas. Hay mucho espíritu de un self-care exagerado en las prácticas deportivas que no rozan el sentido de la deportividad. Pero, como apunta Constanza, y se lo agradezco, muchas prácticas en solitario están tan imbuidos de apertura y cariño a los demás que quizá propiamente no se podría decir que son solitarias. Batiscafo 40 minutos andando por Sevilla no está nada mal, ¡eh!

Ángel dijo...

Gracias por la referencia. Me dedico, en mi tiempo libre, al deporte en un club casi de élite (hemos jugado al fútbol sala en el pabellón de tu universidad cuando el Xota jugaba allí).

Me leeré con detenimiento el libro e intentaré aplicarlo para el curso que viene para los monitores de nuestras escuelas.

¡Feliz Navidad!