jueves, 5 de julio de 2007

Divagaciones

La juventud siempre ha sido un poco ciega, pero no corta de miras. Como dice la canción, "yo también tuve veinte años y un corazón vagabundo". A esa edad sabe uno muy poco de la seriedad de la vida, de la importancia de las decisiones que parecen pequeñas -y quizá lo son- pero que además son duraderas, largas como la cola de un cometa. Yo conozco un corazón que late vagabundo por las páginas de los libros de poesía, por las biografías de escritores, por encontrar respuestas en esa búsqueda íntima de las verdades rescatadas en forma de historias. Es un vagabundo en tierra propia, en su mundo. Sabe que le pertenece, pero él todavía no ha decidido asumir las penas que conlleva ser terrateniente.
Sólo sabrás lo que quieres,
corazón,
sólo sabrás lo que quieres,
después de hacer tu elección.
Aquél eligió. Y supo entonces que había elegido mal. Y volvió a mirar hacia la brújula interior. Y seguía apuntando hacia los libros. Llevaban otros títulos y pesaban igual que aquellos que ya había leído. Y volvió a pensar. Y volvió a reconocerse vagabundo. Pero al menos ahora sabe, que la brújula del interés y de las pequeñas seguridades no llega muy lejos. Quizá decida seguir siendo un poco vagabundo, pero irá hacia donde apuntaba desde el princicio: hacia un plano más alto.

1 comentario:

Adaldrida dijo...

Preciosa entrada! Y qué buen gusto!

¡Feliz Navidad!