martes, 3 de julio de 2007

Microrrelato

Hace años, cuando empezaba un pequeño taller de escritura al que acudíamos unos cuantos alevines ilusionados para hablar del oficio de escribir y de libros, llegó a mis manos un microcuento que me llamó la atención. Resulta que lo había escrito la hermana pequeña (tendría entonces unos 12 o 13 años) de una de las asistentes. Lo guardé durante todo este tiempo, y más de una vez había pensado en colgarlo en el blogg, pero no me parecía bien hacerlo sin permiso de la autora. La semana pasada, me encontré a la susodicha. Tras superar los calores que me entraron al ver a la "pequeña" de primero de Publicidad, me acordé del dichoso permiso. A ella no le importa que lo publique, así que os lo dejo. Sólo he retocado la ortografía y alguna partícula que quizá sintácticamente está de sobra. A mí me sigue haciendo mucha gracia, y a María, como ya le he dicho de palabra, pienso ficharla para el Taller de Escritura.

Había una vez [en] un pueblo tan pequeño que las hormigas tenían que andar a dos patas para no pisarse a sí mismas. Las vacas hacían dietas para caber en las granjas junto con los cerdos y las cabras. Así estuvieron durante dos años hasta que un día vino una familia de agricultores que hicieron unos cinco kilómetros más de pueblo para que vivieran los cerdos junto con sus crías y los abuelos con sus mujeres e hijas locas. Los agricultores estuvieron en el pueblo cuatro años construyendo casas y edificios así que ese pequeño pueblo se convirtió en los ÁNGELES.

María Egúzquiza


4 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Precioso. Me alegro de que te diese permiso. Y hay que alabar la labor del crítico, siempre tan olvidado: muy bien tú también AnaCó que (nos) lo guardaste unos años.

Jesús Beades dijo...

Gracias a las hormigas tenemos los ángeles.

Anónimo dijo...

jajajajajajajajajajajaja,ya me acuerdo!!!no había caído de qué relato me hablabas hasta que lo he empezado a leer.Muchas gracias por colgarlo,un abrazo muy fuerte.

Anónimo dijo...

jajajajajajajajaja
Yo tampoco me acordaba de qué relato hablabas... debo puntualizar que María tenía 10 o 11 años cuando llevé el relatillo al amago de taller.
Qué bueno, qué tiempos. Promete darte el de Lupe y Lope, que es más surrealista si cabe...

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