miércoles, 23 de enero de 2008

Esperanzas y penumbras

Leí hace tiempo un libro de C.S. Lewis que me impresionó profundamente. El título traducido suena algo masoquista (quizá por eso hasta atractivo para tiempos de pesimismo). El caso es que de Una Pena en Observación siempre saco una lección acerca de cómo mirar, con la cabeza alta, la pesadumbre. No la propia, sino la que pesa de verdad, la que pesa sobre los que queremos.


Nada pesa tanto como el pesar de los que amamos. Por eso, al reflexiona acerca de la eutanasia nunca se debería dejar de lado este aspecto del sufrimiento compartido y su relación -tan estrecha- con la calidad del amor. Es cierto que el amor siempre desea evitar el sufrimiento de quien ama. Pero, y ahí está el escollo, evitar el sufrimiento no se encuentra en el abanico de posibilidades de los hombres. Somos frágiles por definición. Cuando olvidamos esa realidad irreversible, e intentamos reinventar nuestra propia condición, caemos en la peor de las trampas, rebajamos la calidad del amor, destruímos la condición humana que deseábamos enaltecer.


Como dice maravillosamente Benedicto XVI, la muerte sin esperanza de una vida trascendente tiene una lectura ambigua: de una parte el amor puede desear la muerte como modo de evitar un sufrimiento ilimitado, pero a la vez, la muerte no elimina sólo el sufrimiento, sino también a quien lo sufre. Y el amor, es lo más opuesto a esa solución sin solución: "los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos."


La falsa ilusión por una vida excenta de sufrimiento lleva a la larga, a una vida a la que se le añade el sufrimiento de los errores y violencias que introduce esa ceguera. Otra solución, sin duda más generosa, pero no por ello menos ilusoria, es la posibilidad de llevar sobre sí las cargas de quienes amamos. Entonces el problema sería otro: para ser capaces de semejante empresa, nos veríamos obligados a querer menos, o sólo a unos pocos. La fragilidad de la condición humana también se hace sentir entonces, ante la incapacidad de llevar hasta el final los impulsos más generosos del corazón. ¿Y entonces? Entonces me viene a la cabeza el pasaje del que hablaba antes.

Lewis describe su impotencia ante la imposibilidad de aliviar el dolor de su esposa, que se encuentra en la etapa terminal de una dolorosa enfermedad:



"El caso es que esto es insoportable. Y me pongo a balbucear: «Si pudiera aguantarlo, o por lo menos una parte, la peor, sufrirlo yo en vez de ella.» Pero no se puede saber hasta qué punto va en serio esta oferta, porque en realidad no se ha apostado nada. Si de repente «sufrir en vez de ella» se convirtiera en una posibilidad real, entonces por primera vez nos daríamos cuenta de la importancia de su significado. ¿Se nos ha permitido esto alguna vez?


Se le permitió a una Persona, según nos han contado, y me doy cuenta de que ahora puedo volver a creer que Él hizo en lugar de otro, todo lo que es posible hacer en ese sentido. Y Él contesta a nuestro balbuceo: «No puedes y no te atreves. Yo pude y me atreví.»


Pienso en las demagógicas ofertas de solidaridad que se escuchan en estos días de campaña, a la vez que se lanzan puñales contra la Iglesia, como si de un número de circo se tratase . Y la palabra que mejor describe ambas actitudes, quizá no sea malicia, sino frivolidad. No hay apuesta real y mucho de repetición histórica en la vehemencia de sus ataques. Ningún cargo público, ya sea de derecha o de izquierdas, por mucho que jure o prometa al asumir su cargo, es capaz de asumir lo que sólo ha podido llevar Quien sostiene a esa Iglesia que tantos atacan: Yo pude y me atreví.


* Para quien no haya leído el libro y, quizá no lo vaya a hacer, recomiendo vivamente la película Tierras de Penumbra, basada en la obra de Lewis que y portagonizada magistralmente por Anthony Hopkins.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo...
Puedo cambiarte
un llanto de tristeza
por esperanza.
;)

Corina Dávalos dijo...

Yo, acepto el cambio.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias por la reflexión, tan consoladora.

Dal dijo...

Muy consoladora, ciertamente. Muchas gracias.

Corina Dávalos dijo...

Gracias por los comentarios, así toca a doble consuelo... que resulte consolador para otros.

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