miércoles, 2 de marzo de 2011

Leía ayer la Correspondencia de Tolstói (Acantilado, 2008). Me hizo gracia un comentario que le hace a su hermano acerca de su inesperada madurez (todavía le quedaba un trecho), y cómo describe el cambio.
(...) te diré que la vida peterburguesa ejerce una influencia grande y benéfica en mí, me enseña a estar activo y de alguna manera me obliga a tener un horario; no puede uno estar sin hacer nada; todo el mundo tiene ocupaciones; tiene cosas que hacer y no hay con quien llevar una vida bohemia, y solo es imposible. Sé que no vas a creer que he cambiado y que me vas a decir: "me lo has dicho veinte veces y el resultado no se ve, no has cambiado ni un ápice". Pero, no. Ahora he cambiado de manera totalmente distinta a como cambiaba antes. Antes me decía: "Debo cambiar", pero ahora veo que he cambiado y me digo: "He cambiado".

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