martes, 6 de junio de 2006

Festina lente!

Depués de leer el análisis de E.G. Máiquez a la soleá de José Luis Tejada, me ha venido a la memoria un texto, que escribió hace algunos meses Jaime Nubiola acerca de las prisas (o de la lentitud, según se mire.) Estas reflexiones, aunque fueron escritas en invierno, tienen un carácter a-estacional. De modo que os dejo algunos fragmentos y un ventanuco al artículo completo que vale para toda época, también para estos días de soles acentuados y cielos limpios, de calor y ajetreo; mucho ajetreo.

"En la época moderna fue el famoso Aldo Manuzio (1450-1515) quien puso al pie de su sello, compuesto por un áncora y un delfín, estas dos palabras: festina lente, apresúrate despacio, para expresar quizá las virtudes requeridas en su trabajo como editor e impresor. La unión de ambas palabras resulta a primera vista paradójica, pero es muy significativa: "Date prisa despacio". Hay que hacer despacio, esto es, con toda la atención del mundo, aquellas cosas que no pueden ser repetidas, aquellas cosas que sólo pueden hacerse una vez porque han de salir a la primera. (...)


Si el siglo XX se ha caracterizado como el siglo de la velocidad, podríamos empeñarnos en reivindicar para el siglo XXI -como ha hecho José Antonio Marina- los placeres de la lentitud. Quienes tenemos la fortuna de dedicarnos a escribir sabemos bien que para escribir bien, es necesario escribir despacio. De igual modo que la ternura renuncia al control del tiempo, la escritura que es expresión de la propia interioridad no puede hacerse con prisas, no puede hacerse de forma apresurada. Una de las claves decisivas de la creatividad personal se encuentra precisamente en no tener prisa, en saber esperar. Como escribió Simone Weil, "hay una manera de esperar, cuando se escribe, a que la palabra justa venga por sí misma a colocarse bajo la pluma, simplemente rechazando las palabras inadecuadas". (...)

De la misma manera que no se puede escribir deprisa, no se puede amar con prisas o rápidamente.(…) Parafraseando a Sartre debemos recordar que la ternura es lenta, la prisa violenta. La prisa se opone a la ternura; no hay ternura apresurada, no hay amor con prisas. Quien ama no tiene prisa, pues -haciendo casi un trabalenguas- de nada se priva quien por amor se priva de todo lo que no es su amor. Como cantaban Víctor Manuel y Ana Belén "para la ternura siempre hay tiempo". El amor requiere atención, vive en buena medida de la mutua atención, por eso las prisas agostan el amor."


4 comentarios:

Corina Dávalos dijo...

Gracias por el comentario, creo que voy a entresacar algunas perlitas del artículo que lo pongan aún más "al alcance". Un texto tan largo en junio quizá es demasiado pedir, incluso si es bueno.

Corina Dávalos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Inma dijo...

Preciosa entrada. No conocía este texto. Yo también me considero defensora de la vida, de la observación, del arte, de la charla, del amor sin prisas.Me viene ahora el poema "Agua oculta que llora" de Miguel d'Ors...

"Mira bien esta calle
numerosa, detente en el perfume
de esta mañana, en estos
plátanos que ya ha vuelto la costumbre/ invisibles, en estos
rostros par ti opacos
como palabras de un idioma ajeno [...]"

Precisamente pensaba dedicar al "ritmo lento" una entrada un día de estos. Seguiremos, pues, las retahílas. Gracias.

Corina Dávalos dijo...

Gracias por el poema de D'Ors. No lo conocía.
Y de paso otro elogio a la lentitud:
“(…) Limpia y lenta la tarde. Estas campanas me destierran la prisa.” Jacobo Cortines.
Seguiremos, pues, hilando.

¡Feliz Navidad!