domingo, 25 de marzo de 2007

El arte de Cúchares

Las artes tienen un pozo común del que beben todas a la vez. Luego ese manantial se diversifica y riega las semillas que con mimo los hortelanos cultivan en su huerto particular. Y de sus frutos, si no hay trampa, se nutre el alma de tantos...
Con quince años, sobrada de afición y falta de juicio tuve la ilusión de ser torera. Incluso estuve durante un tiempo (no sigáis mi mal ejemplo)
en la Escuela Taurina de Quito, sin que lo supieran mis padres. Al final, la vida me llevó por otros rumbos, a la afición se le unió el juicio y he acabado lidiando otros toros en los ruedos de la vida. Pero siempre vuelvo a la Historia del Toreo para aprender de esos toreros, tan artistas y tan valientes que supieron desmarcarse de la tradición si renegar de ella; que se apoyaron en ella, sí, pero no tanto como para que su genio acabara sometiéndose sin motivo a convenciones prescindibles. El arte verdadero es una mezcla exacta de rebeldía y lealtad.
Hablé en su momento de Belmonte. Hoy quería recordar la figura de Francisco Arjona "Cúchares", el primero que vio en la muleta no sólo un instrumento de trasteo sino una oportunidad para el toreo con adorno y la lidia.
"Cúchares dio el primer paso hacia el toreo de hoy, al romper con la preceptiva que limitaba al de su tiempo. (…) Cúchares entendió como nadie que no había que tomar en serio la "cartilla" en la que algunos querían encerrar al toreo.
Sabía Cúchares que a la academia hay que entrar, pero para salir. Estuvo en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla y comprendió que la regla es sólo un punto de partida y que hay que olvidarla a tiempo, como el primer amor, para que no nos pese toda la vida. (…) Cúchares pasa del toreo como medio (para preparar al toro para la muerte) al toreo como fin. (…) Si lo hubiera hecho con angustia, pasaría por un héroe. Pero lo hizo con desenfado y eso no todos lo comprenden. El desenfado es cosa de la inteligencia."(*)
Estamos en el momento justo, cuando la cultura se ahoga entre aguas insalobres y planteamientos traicioneros -por trillados y tradicionales- (nada más viejo que vender utilizando de anzuelo las más bajas manifestaciones de los pecados capitales), es hora como dice Enrique García Máiquez en su artículo de hoy: "Tras las oraciones y las querellas simultáneas (lo cortés no quita lo valiente), ahora toca hacer un arte cristiano, vigoroso, enérgico, sin complejos, positivo, y mostrarlo con desparpajo."
Estoy de acuerdo. Y a los que estáis de acuerdo con él, y conmigo, y con tantos que empiezan a salir de las catacumbas, os pregunto: ¿nos atreveremos a apoyar a los nuevos Cúchares cuando exhiban sus locuras en la plaza? Espero -confío- en que sí.


(*)José Alameda, El Hilo del Toreo, pp.96-98.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso: el desenfado es cosa de la inteligencia. Y la crispación, de la necedad.

Corina Dávalos dijo...

Ay! la crispación, en cuanto consiga una versión on-line del artículo de Alejandro Lano sobre la crispación lo dejaré por aquí, creo que te gustará.

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