jueves, 24 de agosto de 2006

Ese abismo del yo

Cada vez me entusiasmo más por la lengua alemana, esa puerta de entrada al corazón de un pueblo admirable, y temible, en ocasiones. Hace un par de días estrené un verbo, una palabra, un concepto: Kennenlernen (que se traduce por conocer por primera vez) . O si se quiere, aprender-a-conocer. En castellano, conocer tiene un matiz de acción inacabada. Las cosas, los hechos se saben, se pueden acotar. No así las personas, las personas se conocen. O mejor, se aprende a conocer a las personas, a cada una, y con el tiempo... se sigue aprendiendo. Este horizonte complejo del yo-de-cada-uno lo describe de un modo espléndido Miguel D'Ors en uno de sus poemas de Sol de Noviembre. Os dejo con él -con ellos- a cada cual.

Poema de un rato

Dijo un alma original
(y antes lo dijo Unamuno)
que en cada uno hay cuatro yo. No está mal:
1)
el individuo real
que sólo ve claro Dios,
2)
el que uno piensa que es
3)
el que se imaginan los
demás que somos y 4)
el que uno quisiera ser.

Pero a fuer
de sincero,
puesto que el tema me importa
te diré que considero
que la lista queda corta

porque, además de esos cuatro
señalados, hay un yo
que hemos sido y se perdió
(¿o son una multitud?),
y otros mil que no serán
pero que pudieran ser
si no nos falta salud.

Echa las cuentas, a ver
si no van
ya 1.005 como poco.
(Y no cuento
para no volverme loco
ésos que en cada momento
estamos no siendo).
Y
todo se complica aún más
porque (aunque nunca jamás
sufrí
por el complejo de Freud),
podemos estar seguros
-yo desde luego lo estoy-
de que en sótanos oscuros
de nuestra vida consciente
tenemos -parece broma-
alojada mucha gente
desconocida (que asoma
de diferentes maneras
cuando menos te lo esperas);
así que, válgate Dios,
toma
y multiplica por dos
lo que hasta aquí te ha contado
esta humilde versiprosa
de este no sé si ex-poeta
y verás qué resultado.

Que me corten esta mano
si existe en nuestro planeta
especie más numerosa
que un solo ejemplar humano.

6 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

Quizás por eso quien se busca a sí mismo en sí mismo, se extravía. Al yo hay que buscarlo en los otros. Algo de esto creo recordar que decía Goethe: buscarse en el hacer, en la acción...
Sí a la contemplación, pero no a la de sí mismo. ¡Qué vértigo, en efecto, como nos recuerda MIguel D'Ors!

Corina Dávalos dijo...

Y ese hacer que menciona Goethe incluye -me imagino- la búsqueda a través de la acción poética. Volverse sobre sí para salir en forma de poesía hacia los demás...¿también lleva al extravío?

Anónimo dijo...

El castigo del que se busca es que se encuentra.

Corina Dávalos dijo...

Gracias por la respuesta MF, pienso que fundamentalmente será poesía verdadera, y eso en último término hace que sea buena poesía, por lo menos en el fondo, la forma ya...

pies diminutos dijo...

Muy bueno el poema, me ha recordado, con el tema de las múltiples personas que somos, a uno de mis favoritos de Oliverio Girondo:

"Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.

En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.

Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.

¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso!

¡Imposible saber cuál es la verdadera!

Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.

¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?

El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...

Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.

Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda."

Perdón por la extensión, pero creía que valía la pena... Un saludo!

Anónimo dijo...

perrito! I´m back!

29 de octubre

 Hoy ha sido un día estupendo. He terminado el primer módulo del programa de habilidades emocionales y, poco a poco, le voy cogiendo cariño....