jueves, 19 de octubre de 2006

Lapsus linguae

Ando nuevamente dividida. Mi cuerpo entumecido por este octubre helado corretea por las calles del Múnich que pronto dejaré, mientras mi mente quiere escaparse ya hacia la España que no deja de añorar. Justo ahora que ya empezaba a desanudárseme la lengua, que ya no me pierdo en el metro, que compro flores sin recurrir al lenguaje universal de las manos y los gestos; ¡ay! lo envuelvo todo en un hatillo y me lo llevo de recuerdo.
Después de cruzar la barrera de las primeras semanas en silencio, había comenzado el cortejo entre la néofita y la nueva lengua. La gramática -tan lógica que se me antojaba completamente absurda-, los verbos desmontados, remendados y descosidos, los sonidos fuertes y precisos de una fonética que sonaba como una tosca colección de onomatopeyas.
Sin duda, al principio, habría exaltado la lucidez de Mark Twain y su ensayo "The Awful German Language". Pero al final, toda esa mole lingüística , ataviada con el uniforme del enemigo, se me ha colado dentro y ahora hasta le tengo cariño. Espero que dentro de unos años, cuando relea este poema de Borges pueda concluir el último verso con una metáfora más cercana.

Mi destino es la lengua castellana,
el bronce de Francisco de Quevedo,
pero en la lenta noche caminada,
me exaltan otras músicas más íntimas.
Alguna me fue dada por la sangre-
Oh! voz de Shakespeare y de la Escritura-,
otras por el azar, que es dadivoso,
pero a ti, dulce lengua de Alemania,
te he elegido y buscado, solitario.
A través de vigilias y gramáticas,
de la jungla de las declinaciones,
del diccionario, que no acierta nunca
con el matiz preciso, fui acercándome.
Mis noches están llenas de Virgilio,
dije una vez; también pude haber dicho
de Hölderlin y de Angelus Silesius.
Heine me dio sus altos ruiseñores;
Goethe, la suerte de un amor tardío,
a la vez indulgente y mercenario;
Keller, la rosa que una mano deja
en la mano de un muerto que la amaba
y que nunca sabrá si es blanca o roja.
Tú, lengua de Alemania, eres tu obra
capital: el amor entrelazado
de las voces compuestas, las vocales
abiertas, los sonidos que permiten
el estudioso hexámetro del griego
y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
de los años cansados, te diviso
lejana como el álgebra y la luna.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Unaufgeklärtheitsmöglichkeit
qué nombre más complicado para una cosa que no existe
en la historia de la filosofía los nombres más complicados
se los llevan las cosas que no existen
tienen una rara predilección por el alemán para no existir
prefieren no existir en alemán
lo cual es una forma de inexistencia mucho más perfecta
que dedicarse a no existir en sánscrito
o en inglés qué vulgaridad
o en latín por ejemplo donde todo existe.
***
Y aunque no lo dijo José-Miguel Ibáñez Langlois lo diría, si te leyese: qué buena prosa la tuya.

Corina Dávalos dijo...

Muchas gracias al usuario anónimo! me ha encantado este poema, por gracioso y verdadero. Sin duda en noviembre correré a las librerías para hacerme con la antología Ibáñez Langlois. Y por supuesto, bienvenidas todas sus aportaciones!

Anónimo dijo...

Ana co,

No corras, te preparo ya en nuestra Biblioteca una antología sobre el escritor Ibañez Langlois!Hay bibliotecari@as tan complacientes en Alemania?

Por aquí hay muchos alumnos alemanes con los que podrás hablar la lengua de Rilke en algún encuentro gastronómico o trayendo ese barril prometido en Faustino!

Corina Dávalos dijo...

Jacin, así a quién no le vienen unas ganas incontenibles de volver casa!

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