Escribo en mi mesa rodeada de torres, protegida como
entre almenas por una torre de papeles,guardiana
de mis pensamientos, tan indefensos ellos,solos
en mi memoria.
Más allá, como dos señoras -de verde pañuelo en la cabeza-
miran erguidas discretamente, desde un segundo plano
las cúpulas de la catedral de Nuestra Señora; pacientes
custodian lecciones y recuerdos, a lo lejos, desde Baviera.
Otra torre, hecha de libros me flanquea, la torre gigante
a cuyos hombros procuro diariamente encaramarme.
Subiendo poco a poco, hoja a hoja, muy lentamente,
como se descubren los secretos guardados sabiamente,
para encontrar los planos que me ayuden a
construir mi torre propia.
cielo andaluz encendido, haciendo gala de elegancia: la Giralda.
Me señala con el dedo, desde el cielo, el giraldillo,
que cuando llega el cansancio, parece que dice bajito:
venga, no pares, sigue, camina… que cuanto antes acabes,
antes te abrazará Sevilla...
6 comentarios:
O como dijo otro poeta:
"Giraldillo, que envidia me das
porque eres veleta a pesar de tu palma.
Porque tienes Sevilla a tus pies.
Porque puedes siempre contemplarla."
¿Y de qué poeta se trata?
Pues debe ser de un poeta en potencia, porque después de escribir, apenas dejó rastro..., yo tan sólo aproveché su momento de inspiración, y me la aprendí de memoria!
Pues yo aprovecho también y me uno a la envidia del poeta, además de aprendérmelo de memoria. Gracias!
Me he sentido semi-retratado en esta entrada tuya, pues empleo no poco tiempo en liberar casi a diario mi mesa de trabajo deshaciendo torres y construyendo adosados de menor altura. Me temo que el Giraldillo te conoce perfectamente, qué mejor premio para el esfuerzo que volver a Sevilla: yo estoy casi en capilla, no es por dar envidia, pero...
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