domingo, 11 de febrero de 2007

Pa' las penas un cante...

Me encontré hace unas semanas un libro que hasta hoy no había podido empezar a leer. Cante Flamenco -pone en la tapa con letras negras- en mayúscula temblorosa, como anunciando lo que trae dentro. Hoy, aunque no tenía mucho tiempo, me metí entre sus páginas a curiosear. Y dando saltos fui a parar en la página que dedica a las soleares, bulerías, tangos y cantiñas. En la explicación de las soleares dice: "en las coplas de soleares, bulerías y tangos cabe toda la vida, sin limitaciones ni vetos. Es por eso que muchos juzgan a la soleá el más humano de los cantes."
Consuelan estas coplas que llevan años de tradición, pasando de boca en boca, y en carne viva, historias centenarias que se re-estrenan cada vez que alguien se reconoce al verlas escritas. Yo me he encontrado una que me ha hecho reírme un poco de mí misma. La copio para mi colección de versos para la vida; de esos que hay que tener en un lugar visible de mesa de trabajo o de la habitación.
Tiro piedras a la calle;
al que le dé, que perdone;
tengo la cabeza loca
de tantas cavilaciones.
Gran género la soleá, que acoge toda la vida, incluso los jaleos de la mente del aprendiz de filosofía.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Las soleás son preciosas.
Emotivas.
Y bailarlas ( al menos en mi caso) es uno de los placeres más inmensos.
Cuando las bailo me siento realizada, satisfecha.
Es como pensar: Después de 10 años de baile, mira, por fin he llegado a las soleás.
En fin, algo tan propio de mi tierra, de mi sangre...es imposible que no me enamore.

E. G-Máiquez dijo...

A mí m'a dao. Pero te perdono... por eso de las cavilaciones. [Muy bonita copla]

Anónimo dijo...

A mí también me has dao..., claro que yo fui la primera en tirar a dar ;)

Corina Dávalos dijo...

Qué suerte que las puedas bailar, yo no le pido tanto a la vida, que eso estaría casi a la altura del milagro del paralítico. Eso sí, las escucho y las leo con mucho gusto. Ay! las cavilaciones... como casi todo tan ambivalentes, tan pronto te abren horizontes como te arrastran en un remolino. nunca mejor dicho, menos da una piedra.

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