
Andaba esta vez por la Estación Central de Milán con mi maletita de 40x30x15 -Ryan Air friendly-, y no pude evitar reírme recordando las andanzas de entonces. La estación está en obras y muy sucia, pero mantiene cierto encanto. El olor a café de távola fredda y el sonsonete de cientos de conversaciones en italiano, como ritmos y señales de tribu urbana, hicieron las veces de anfitrión. Bajé las escaleras de la estación flanqueada por pabellones publicitarios que dan la bienvenida a la capital lombarda. ¡Écco, là!: il cuore del design, de las últimas tendencias y propuestas, de la última locura que se le ha ocurrido al último diseñador de primera, para resucitar algún diseño de los años 20 (o cualquier otra decena, tanto da). Pero a pesar de tanto empeño de marketing, el corazón de Milán palpita en otro lugar. Pero de eso hablaré en otra ocasión.
10 comentarios:
Qué envidia menos sana la mía. Menos mal que lo cuentas muy bien, y me consuelo. Certera imagen: "El olor a café de távola fredda y el sonsonete de cientos de conversaciones en italiano, como ritmos y señales de tribu urbana, hicieron las veces de anfitrión". Que continúe.
Gracias, AnaCó: estaba esperando esta entrada. Seguro que en algún momento tendremos tiempo para que cuentes "todo" lo que pasó.
Continuará con "todo" lo que soy cpaz de contar.
"Las calles de Milán fatigo entonces: /
cruzo frente a los patios escondidos /
y los grandes palacios apagados /
mientras me empuja la ansiedad insomne..."
Mmmm...Julio Martínez Mesanza
¡Qué bien contado! Nos dejas con hambre. "El corazón de Milán palpita en otro lugar". Que siga, que siga.
¡Essso...! Nos vemos prontísimo, Anacó.
¡Estoy que no veo el momento, mi querida Ro-Llir-Adaldrida!
Mmmm... ¡Vaya!
100% de los anónimos están de acuerdo: "di."
U.A.
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