martes, 6 de noviembre de 2007

A buen entendedor...pocas

Las cepas que resisten al relente
del frío y la tormenta no sospechan
los soles y el calor de los veranos.
El tiempo de la siega, desde lejos,
reclama su derecho a ser invierno.

Detén por un momento la mirada:
el vino que ahora meces en tu copa
un día fue racimo, tallo helado.
Las uvas estallaron una a una
tiñendo algún lagar de su amargura.
Los años de humedad, el duro roble,
aquella soledad tan despiadada,
la fría oscuridad de las bodegas;
te brindan hoy un vino generoso.
Acerca ahora los labios y comprueba
que bien valió la pena aquella espera:
sin ella no tendrías hoy delante
el rojo resplandor, su suave aroma.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Riquísimo al paladar poético, como el buen vino. Me suena mejor a partir de "las cepas" y me sobran los puntos suspensivos del segundo verso, pero doctores tiene la Sta. Madre Iglesia.

Corina Dávalos dijo...

Gracias por tu acertada cata, Cris. Estoy de acuerdo, creo que así tenemos un poema con más cuerpo.

Anónimo dijo...

¿Y qué hacemos los malos entendedores? :(

Corina Dávalos dijo...

No sé ellos qué harán, que yo sepa tú estás entre los muy buenos entendedores.

Anónimo dijo...

Colina: me has dejado con la boca abierta...

Anónimo dijo...

muy bonito

Anónimo dijo...

Magistral, Anacó, MAGISTRAL, me encantaría tener tu don.

E. G-Máiquez dijo...

El poema me parece estupendo, con un tono solemne y a la vez íntimo muy logrado. Sólo me disuena la palabra "holocausto", demasiado tremenda para funcionar bien como metáfora y que además rima con helado. El resto, estupendo.

Corina Dávalos dijo...

Estoy de acuerdo con tu sugerencia y agradecida por los ánimos...aunque tal como está tampoco me funciona...
a ver si se decanta la palabra.
Y gracias al anónimo, a Jose Luis y a Marta, que miran con buenos ojos.

Coni Danegger dijo...

Me parece que te entiendo. Yo bebía vino sólo por cuestiones sociales, como un ritual breve y honesto, hasta que un día me di con un añejo-añejo... y comprendí de repente que todas las cosas que había leído sobre los buenos vinos tenía sentido, eran verdad. No me hizo falta beber más para comprobar cómo crecía el asombro. ¡Claro, ahora sigo bebiendo por razones de sociabilidad (o de necesidad, en un asado) aunque "con cierta añoranza"!

¡Feliz Navidad!