1. Esta semana tuve dos encuentros surrealistas con los conductores de autobús de la Mancomunidad de Pamplona. Uno me secuestró junto con otros cinco usuarios incautos (lo contaré cuando se me pase la furia), y otro me echó una bronca morrocotuda por no utilizar el paso de cebra. (Todo para no perder el autobús, que -dicho sea de paso- no suele esperar a los usuarios desesperados que corren con cara de desgracia para despertar compasión.)
2. Ayer al subir a la "villavesa" (autobús, en pamplonés de pura cepa) y me asaltó una encuestadora que quería saber mi grado de satisfacción con el transporte público. Me llamarán mañana...
3. Llego esta mañana a la librería de la universidad y me regalan un libro de Quino. El título: "A mí no me grite". Si no me hiciera tana gracia Quino, se lo enviaría a la encuestadora como resumen perfecto de mi usuaria experiencia.
Es curioso, al final, bien elegidas, hasta las escenas más surrealistas de la semana, terminan formando una historia medianamente armónica.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Rompecabezas
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9 comentarios:
... Y cuando no sea al final de la semana, sino al final de la vida, la armonía será suprema. Mientras tanto...
¡Qué estirón más acertado!
se nota que no has subido a un autobus en otras latitudes...hay lugares donde ese tipo de mala onda es pan de cada dia y donde no solo te gritan al no usar el paso de cebra, sino que ademas, te atropellan
Y aca no te gritan, pero te atropellan como en otras latitudes.
anda a pasearte x santiago de chile...ahi veras lo que es sufrir andando en autobus
y esto se lo andan diciendo ustedes a una chica de Ecuador...
Ayyyy yo que concibo la villavesa como una de las imágenes de la felicitá...
Bueno, la verdad es que he usado el autobús en otras latitudes y efectivamente, es aún más peligroso. Un grito como mucho puede dañar la salud psíquica, pero la osamenta suele quedar a salvo, a menos que el conductor, para dejarlo claro te cruce la cara de una bofetada, que por lo pronto no ha sucedido.
En todo caso, ni calvo, ni tres pelucas: no diría que la villavesa es la imagen de la felicidad (cada vez es más a imagen de la globalidad)ni tampoco un peligro público. Sólo me da que pensar...como todo, la profesionalidad debe estar siempre unida a una misión de servicio no sólo al cumplimiento de una función o unas determinadas obligaciones. El orden es estupendo, pero si no está revestido de algo de calor humano y sentido común (un sentido en vías de extinción)se nos vuelve en contra.
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