sábado, 17 de noviembre de 2007

Ley: Todo lo que cae puede subir


Iba esta mañana hacia el campus y los caminos habían desaparecido. No entre la niebla. Hacía un sol espléndido y el cielo estaba azul, despejado y tenso por el frío. Desaparecían los senderos entre las hojas caídas. Como un tapiz de lana tierna, cubrían algunos tramos las hojas verdes de los chopos, rendidas tras la pelea contra el viento. Seguían flotando por el aire ejércitos de hojas amarillas. Otras tantas crujían, como lagos de cerveza, agitándose en el suelo. Los árboles desvestidos miraban los caminos, y levantaban sus huesudas ramas hacia el cielo, como implorando un nuevo sol de primavera. Los árboles tienen ya la imagen fantasmagórica del invierno y las fotos se asemejan a las radiografías de un bosque.


Cientos de hojas flotando por el aire. Es noviembre. Y las hojas que caen recuerda a esa advertencia tremenda de la santa de Ávila tras la visión: las almas caen al infierno como las hojas de los árboles en el otoño. De pequeña me preguntó un profesor de ciencias. ¿qué hay más en el mundo, ojos u hojas? Y no he sabido responder nunca a esa pregunta. Tal vez ojos. Pero el número es lo de menos, lo de más es lo que ven. Yo veo, más bien miro -fijamente- las hojas caer y quisiera detener ese otoño irredento, apurar la primavera.

9 comentarios:

Adaldrida dijo...

qué envidia, quiero invierno en Pampaluna. Ay y cómo me mojaba, y esos ríos de hojas rotas y agua, y el paraguas a medio llover, y la carpeta... a la altura de Belagua.

Maytexe dijo...

Hace poco tuve la inmensa suerte de poder escaparme de la ciudad para comprobar si "existía" el pueblo de una amiga mía: Libros, provincia de Teruel lindando con Cuenca. ¡Qué maravilla! Los chopos desplegaban una inmensa gama de colores marrón, castaño, pardo llegando a un amarillo pajizo indescriptible. Mi amiga me había estado hablando de su pueblo pero llegar hasta allí, respirar aire y contemplar el paisaje, me ha oxigenado los pulmones y la vista para todo un trimestre. También el estómago, pues no sabéis lo bien que se come allí. Ahora entiendo que este pueblo tan tranquilo no salga ni en los mapas, para estar ellos solitos y que no les moleste la civilización, que llega con el ruido y el consumismo.
Y me remonto ahora al título para comentar que sí, que "Todo lo que cae puede subir": esta excursión a Libros, me ha subido el ánimo, me ha elevado, y me ha ayudado a ver las cosas desde arriba.
Os recomiendo escaparos y contemplar el cielo desde la tierra y la tierra desde el cielo.

Jaime Nubiola dijo...

!Maravilloso!

Anónimo dijo...

Es que me tienes embobada... :) "Lagos de cerveza", se notan las preferencias, eh? Jejeje... Me encantan las hojas amarillas del otoño y me encanta los ojos con que las ves...

Anónimo dijo...

estoy d acuerdo con rocio...no hay otoño mas hermoso q el de pampaluna y tu lo describes de una forma maravillosa. q nostalgia!
saludos desde algun rincon del mundo

Nodisparenalpianista dijo...

Qué bien. Al menos leer el otoño.

Adaldrida dijo...

¿De dónde ha salido la foto?

Anónimo dijo...

¡Ay, no sé por qué te leo justo hoy! Siempre me haces caer en la nostalgia... Morriña de cervezas pasadas, de campus de otoño -y primavera-, de viejas amistades pasajeras y otras que se encuentran ibernando... ¡Vente a verme Corina! Maca

Anónimo dijo...

Coincido con Rocío, qué envidia!!! Aquí en Sevilla tenemos demasiado asfalto... ¿Cuándo me decidiré a conocer Pampaluna?

Familias imperfectas

  A menudo, cuando se habla de la familia, se presenta un modelo ideal. Y está muy bien manejar arquetipos, historias y ejemplos dignos de i...