Exceso de gálibo

Los viajes en coche tienen su dosis de humor. Humor negro cuando la DGT arremete con sus carteles que servirían de epitafio a una fosa común "27 muertos en carretera". O esas sutiles reconvenciones paternalistas de "si lleva dos horas conduciendo..." que, en el ánimo de los temperamentos más anárquicos, provocan casi siempre el efecto contrario. A mí me llaman la atención otros menos insidiosos, como ése tan común "Atención: exceso de gálibo". Tiene gracia, pero ninguno/a de los conductores/as a los que he interrogado acerca del gálibo saben de qué se trata. Eso sí, cuando ven el cartelito se ponen nerviosos y empiezan a otear el horizonte en busca de un ser tan extraño como el nombre que lo pinta.
Para salir de dudas voy al diccionario y me suelta una sarta de definiciones técnicas, tan engorrosas como la palabrita en cuestión. Cuando llego fatigada a la tercera acepción me dice lo siguiente: "Arco de hierro en forma de U invertida, que sirve en las estaciones de los ferrocarriles para comprobar si los vagones con su carga máxima pueden circular por los túneles y bajo los pasos elevados"; y deduzco que el letrero se dirige a los vehículos de carga, aunque no recuerdo haber pasado un sólo túnel mientras recorría las tierras del Quijote por la Autovía del Sur. Me alegro más cuando llego a la cuarta y me entero que gálibo es sinónimo de elegancia. Y entonces pienso: será quizá un desliz poético de los ingenieros de caminos, que ante un trazado impecable o un peraltado exquisito nos incitan a apreciar las bellezas de sus cálculos con una frase rotunda. Caramba, eso sí que es elegante.