jueves, 29 de enero de 2009

Tiempos

La elasticidad del tiempo y la misteriosa relación que tiene con nuestro modo de afrontar la vida siempre me sorprende. Tenemos una elaborada física del tiempo, exactos relojes suizos, rotaciones y traslaciones que cumplen un itinerario fijo desde los abismos en que el tiempo que ellos mismos nos marcan, se pierde -que paradoja- en la génesis del primer microsegundo. Todavía estoy buscando (si alguien me recomienda alguno, se lo agradeceré) un libro que explore ese terreno fascinante de la percepción subjetiva del tiempo. Magris escribió un párrafo muy ilustrativo acerca de esto en El Danubio:
"No existe un único tren del tiempo, que lleva una única dirección a una velocidad constante; de vez en cuando se encuentra con otro tren, que procede del lado opuesto, del pasado, y durante un cierto trecho ese pasado corre junto a nosotros, está a nuestro lado, en nuestro presente. Las unidades de tiempo -las que los manuales de historia clasifican, por ejemplo, como el período cuaternario o la era augusta y las crónicas de nuestra existencia como los años del bachillerato o la era del amor por una persona- son misteriosas, difícilmente mensurables."
Y es que el sentido del tiempo no tiene que ver con leyes de la física, si clasificamos el tiempo subjetivo y le encontramos una unidad de medida es siempre en relación con aquello que decidimos emplear como referencia. La referencia confiere sentido a una medida o a otra. Podemos adscribir el sentido del tiempo porque la libertad puede establecer esas medidas convencionales. Nuestro señorío sobre el tiempo y sus referencias es siempre parcial. Nosotros aparecemos en un tiempo cuya referencia no somos nosotros mismos: nos acoge, transitamos en él, nos traspasa y después nos sobrevive. Ese tiempo total, también tiene una referencia que escapa a nuestra capacidad de establecer sentido. Tiene un origen que no es ninguna perspectiva parcial, ni la suma de todas ellas. Tiene también por eso un sentido que nos sobrepasa. Siempre me ha impresionado profundamente cuando se habla de Dios como Señor del Tiempo, y más aún en lo que se refiere al tiempo humano, Señor de la Historia.

Ya podrán pintar autobuses, trenes, taxis o aviones si les parece divertido, o si de ese modo se salvan del paro dos o tres agencias de publicidad y unos cuantos chapistas. A poco que uno se pare a pensar (cosa que no se hace habitualmente en medio del tráfico de la ciudad) la conclusión a la que se llegue puede ser, más bien, la que proponía Pascal. Ante la duda sobre la existencia de Dios, es más sensato vivir como si existiera que lo contrario. Si Dios es el origen de todas las cosas con las que disfrutamos, no se trata de no disfrutar, sino de saber cómo. Y en eso la religión aporta más sabiduría que el puro instinto, no en balde lleva la humanidad muchos siglos tratando de sacarle el máximo redimiento a la vida con una larga historia de ensayo-error que no se puede despreciar.

En todo caso, no hace falta esperar a la muerte para saber qué hay más allá del tiempo. Como dice Benedicto XVI, la eternidad no es un tiempo sin límites, sino algo distinto del tiempo, otra forma de existencia que ya está incoada en la realidad temporal. Tiempo y eternidad se entrecruzan. Tiene gracia además, que haya muchos pasajeros al día en el llamado autobús ateo, que viven esa tranfusión de vida eterna y tiempo mientras van cómodamente sentados, pidiendo por quienes no creen y dando gracias a su Dios Bueno porque van calentitos y contentos al trabajo. Puede que los autobuses no crean, qué mas da... los pasajeros sí.

3 comentarios:

R. Gª. ALDARIA dijo...

Muy interesante el tema, yo hace poco escribía superficialmente sobre ello (http://garcialdaria.blogspot.com/2009/01/segundones.html) En todo caso, dudo de la definición de eternidad que citas al final, ¿cómo definir desde la subjetividad algo que se sale de la propia física? La eternidad será lo que sea pero no tenemos atajos para entenderla, tenemos nuestros límites.

Corina Dávalos dijo...

Rocío, bienvenida y gracias por tu comentario. Tienes razón, quizá no la podamos entender, pero el asunto es que la podemos experimentar. La razón es que no damos nosotros un salto a la eternidad, sino que lo Eterno viene a buscarnos. Eso está fuera de nuestros límites, pero no de los Suyos. Ahí está todo el misterio: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".
Saludos!

Isabel Colette dijo...

Habrá que hacer autobuses con la "apuesta" de Pascal... es de lo más lógica.^^

En cualquier caso, es estremecedor saber que el tiempo es sólo referencia, y si no se lo creen los ateos, que escuchen a Einstein... ¿y a dónde referir que no sea referente?

Basta la física para ponernos los pelos de punta... ¿que no será cuando se sobrepasa y se percibe, que no entiende, la eternidad?

Un saludo!

¡Feliz Navidad!