Ayer me quedé con una parte del salmo del introito resonando como un estribillo a lo largo del día. "Mi pie se mantiene en el sendero llano, mi pie se mantiene en el sendero llano..." Por más vueltas que le daba no llegaba a comprender su sentido, y menos en tiempo de Cuaresma, que más bien se considera un trecho de pendiente hacia arriba.
Encontré una traducción más satisfactoria que dejaba el sendero llano en camino recto. La alusión a la rectitud me dejó más satisfecha, pero ahora no podía dejar de pensar en el sendero llano y las correrías de la mañana que siempre resultan un suplicio para mis pies planos. Al cansancio que producen los trámites interminables que debo hacer cada año para conseguir mi tarjeta de residente extranjera, se suman los senderos de Pamplona -que no son llanos- y mis pies, que son rectos como el camino del salmo.
Lo más curioso es que aquello de la salmodia derivaba poco a poco en una resolución tajante a mis problemas de transporte y acabé mis correrías decidida a comprarme una bici. Luego nos acusan a los católicos de moralizantes. A veces con razón, me imagino. Pero la realidad es más rica que eso y los salmos no sólo dan admoniciones, sino consejos a pie de calle para las situaciones más variadas. En época de Santa Teresa Dios andaba entre pucheros, y ya se ve que hoy en día también se encuentra muy a gusto andando entre pedales.
El cuadro es Bici gris, de Pablo Heras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario