Hace unas semanas anduve por el ombligo del mundo, un pequeño país verde y asoleado. No pude escribir nada desde allí porque para escribir hay que tener cierta distancia, pero una distancia distinta de la que separa a América de Europa.
Ahora, ya de vuelta, empiezo a distinguir perfiles y colores, formas y escenas que pueden ser contadas. Y os las iré contando. Además, dentro de poco tendré más ayuda para describir todas esas figuras borrosas; un par de gafas nuevas que serán en adelante mis inseparables compañeras delante del ordenador.
Recuerdo que de pequeña me hacía ilusión llevar gafas y tener unas amplias entradas en la frente, como mi padre. También me hacía ilusión tener una moto. Las entradas -gracias al cielo- no llegaron a presentarse. La moto desgraciadamente tampoco, pero como me acerco a los 33 quizá vuelva a la carga, aunque sólo sea por jugar a la cábala, por si toca. Las gafas no tardarán, cosa que me preocupa, porque 30 años más tarde me conozco un poco más y sé de mi proverbial e incurable capacidad para perderlo todo.
En fin, que tiene su gracia la vida y los tiempos que la Providencia elige para colmar los deseos de la infancia. Mmm...y ahora que lo pienso, también con el tiempo han llegado las entradas -del blog- y mira por dónde, gracias a mis contertulios, se extienden amplias sobre mi frente, como un espacio claro del que siempre saco algo nuevo. Visto así, la moto debe estar al caer.
Ahora, ya de vuelta, empiezo a distinguir perfiles y colores, formas y escenas que pueden ser contadas. Y os las iré contando. Además, dentro de poco tendré más ayuda para describir todas esas figuras borrosas; un par de gafas nuevas que serán en adelante mis inseparables compañeras delante del ordenador.
Recuerdo que de pequeña me hacía ilusión llevar gafas y tener unas amplias entradas en la frente, como mi padre. También me hacía ilusión tener una moto. Las entradas -gracias al cielo- no llegaron a presentarse. La moto desgraciadamente tampoco, pero como me acerco a los 33 quizá vuelva a la carga, aunque sólo sea por jugar a la cábala, por si toca. Las gafas no tardarán, cosa que me preocupa, porque 30 años más tarde me conozco un poco más y sé de mi proverbial e incurable capacidad para perderlo todo.
En fin, que tiene su gracia la vida y los tiempos que la Providencia elige para colmar los deseos de la infancia. Mmm...y ahora que lo pienso, también con el tiempo han llegado las entradas -del blog- y mira por dónde, gracias a mis contertulios, se extienden amplias sobre mi frente, como un espacio claro del que siempre saco algo nuevo. Visto así, la moto debe estar al caer.
7 comentarios:
Me alegra tu vuelta.
Un abrazo.
Qué bien que hayas vuelto y vuelto a escribir. No pierdas las gafas y encuentra la moto.
Un saludo!
Gracias Javier, amí me alegra volver y encontraros por aquí, también a tí Raquel, y lo de perder las gafas me imagino que será un milagro si no sucede.
¡Moto-moto-moto! (gradúate la visera del casco; digo yo que es más difícil de perder...).
Jaja, buena opción Caastri, pero me da que soy caaz de perder el casco y como te edescuides la moto. ¡Abrazo!
Moto... ¡al caer! Uf, si te pones así, mejor que no caiga. Ten cuidado, AnaCó, que las palabras las carga el diablo.
¡Y que sigan entrando las entradas!
Qué bien verte otra vez por aquí, ya se ve que la vista va mejor. De la moto... sólo la expresión y mi actividad favorita, tirarme de la moto continuamente...así me va. Abrazo y que vaya bien la convalecencia.
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