
Me resulta difícil medir el tiempo. No me sirven demasiado los relojes ni las casillas numeradas del calendario. Me interpelan más las estaciones, los vaivenes de la luz del día. Y, en el trópico, que no sabe de estaciones ni vaivenes, las palmeras.
Creo que siguiendo esta lógica, no me compensa medir los tiempos de la tesis en horas, palabras, ni días. Que crezca el tallo y se multipliquen las hojas. Que se pueda palpar. Como cuando los niños pequeños van poniendo una pequeña marca en la pared, como testimonio de su continuo ascenso.
En la caja donde conservo los folios emborronados ya aparece alguna marca pequeñita. Y cada día, a remover los libros y el teclado, que lluevan las palabras y los conceptos, a ver si para la próxima primavera podemos echar la siesta bajo las palmeras y apoyar la cabeza sobre sobre el lomo de la tesis, bien encuadernado.
2 comentarios:
El acento ecuatoriano desapareció. Pero doy fe de que el ritmo ecuatoriano, sigue ahí, enraizado (ya que hoy va de árboles). El reloj, el tiempo... y AnaColina, no congenian ¡jaja!
Ánimo con todo ¡y a por ello! Echarás la siesta sobre esa particular almohada, bajo una sombra agradable y sintiendo un alivio descomunal ;)
PS.- pero, antes de que llegue semejante siesta, ¡más vale que nos veamos, tronca!
Jeje, es que la primera socialización es determinante, Castri. Cómo se mida el tiempo da igual, el asunto es que se va sin remedio y hay que descubrir el arte de remansarlo mientras pasa. Yo mientras crezca el tochito de la tesis... que siempre me gustaron las almohadas altas y mullidas. ¿Cuándo vienes a Pamplín?
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