domingo, 9 de enero de 2022

Propositología

 Fiel a mi impuntualidad respecto a lo que marca el Κρόνος, empiezo a elaborar mis propósitos para el nuevo año con el inicio del Tiempo Ordinario de la liturgia católica. Para mí, hace sentido (fiel a lo que sugiere el καιρός) esperar a que pase la vorágine de las fiestas y el chute de adrenalina colectiva que nos inyectan las campanadas, para pararme a pensar qué quiero proponerme para 2022. Lástima que el inicio caiga en lunes, que es el día de la semana que sustituye a la Nochevieja cuando el tiempo corre, tan corriente, que necesitamos un placebo para la novedad. Aún así, hoy me dispongo a meditar sobre mis propósitos, a concretarlos y, ¡ay! lo más difícil, comprometerme en alcanzarlos. 

Una de las ventajas de ir a rebufo es que, mucha gente ya ha compartido sus recién estrenados propósitos por distintos medios. Benditos sean. Me dan ideas magníficas que puedo copiar sin pudor y sin pagar regalías. Quienes intentan recomenzar en el camino de la virtud, suelen tener mucho en común con otros ("mon semblable,— mon frère") que tratamos, trastabillando, de tonificar el alma, una vez más. Las concreciones y ejemplos son variadísimos, de modo que puedo hacer variaciones sobre los temas centrales, mis propios arreglos a la misma melodía. Lo único verdaderamente original consiste en hacerlo yo y ahí está el reto del compromiso y el poco o mucho margen para la novedad. 

Incluso es muy de agradecer que algún amigo declare públicamente su primer fracaso y lo haga tan deportivamente como Enrique García-Máiquez sabe hacerlo. Esa capacidad de driblar los obstáculos de los escrúpulos, bien vale un propósito. Nada cae en cántaro roto. También los fracasos iluminan (y consuelan, ejem.) Yo, que en breve estaré equidistante a los 40 y los 50, me voy conociendo y prefiero hacer pocos propósitos que sean asequibles, sin renunciar al esfuerzo de conseguirlos, si salieran de suyo, no necesitaría proponerme nada. Y tan ingenua no soy, respecto de mí y de la naturaleza humana. 

Otros aportan clasificaciones que no están de más para afinar la puntería y no andar mezclando churras con merinas. Ricardo Calleja dejaba un hilo de autoayuda que con el trajín del 31 de diciembre habría pesado como una loza y, en cambio, hoy se hace más digerible para dirigir la Propositología a buen puerto.  Y cómo no, están los resúmenes de 2021 con las mejores lecturas, series y películas que, con calma, se ven con perspectiva y realismo. ¿Cuántas de estas maravillas haré caber en este año? Realismo que compite con lo que cuentan muchos que les han traído los Reyes y que engrosan la lista de deseos que espero ver cumplidamente leídos. 

No hablaré de mis propósitos, aunque agradezco infinitamente a quienes me han ayudado, de una u otra manera, a formularlos. Prefiero ir cumpliéndolos y que se noten, o que los note –y lo anote– yo, para empezar. Y para cerrar con broche de oro el tema del tiempo litúrgico y los propósitos para ensalzar lo cotidiano, este año ha coincidido este día con el 120 aniversario del nacimiento de San Josemaría Escrivá de Balaguer, el santo de lo ordinario. Así que, mi lista lleva puesto el sello del patrón, por si me faltaran motivos para la esperanza o fortaleza para no decaer en el empeño. Más no se puede pedir. 



3 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Me ha encantado la entrada, que, de vuelta, me anima mucho. Menos una cosa. Yo creo que esto de llamar sólo «Escrivá» a san Josemaría Escrivá de Balaguer, que es como él quiso apellidarse, es un tic anglosajonizante y poco aristocrático, de poca piedad filial.

Corina Dávalos dijo...

Gracias por señalar el tema del apellido, Enrique. Corregido. Todo menos ir en contra de la nobleza de espíritu. ;)

C.O. dijo...

Gracias por señalar el tema del apellido, Enrique. Corregido. Todo menos ir en contra de la nobleza de espíritu. ;)

¡Feliz Navidad!