martes, 22 de octubre de 2024

22 de octubre

Dante lleva dos semanas con mucho dolor de articulaciones. Cojea. No mejora con los medicamentos y empiezo a preocuparme. A él le da igual. Con o sin dolor pierde pie (nunca mejor dicho) en cuanto tiene una pelota delante. Intento lanzarle en corto y directo al hocico para que no tenga que pegar saltos ni hacer movimientos bruscos. Se entretiene y no se hace daño. Aprendo: 

- Si algo te apasiona, no hay nada que te impida hacerlo. 

- Siempre se puede buscar la manera de hacer lo que te apasiona sin desbaratarte en el intento.

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He presentado un proyecto y el comité evaluador se ha deshecho en elogios. Aunque les parece estupendo, no se atreven a hacer una apuesta fuerte. La pela es la pela. Todo lo cualitativo se reduce a un puñado de monedas. El precio que se paga por la rentabilidad, humanamente, no es negocio.

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He ido al dentista. Me sorprende que el proceso civilizatorio permita que uno vaya voluntariamente a que le piquen, le taladren, le parchen y le hagan pegar saltos de dolor y, además, uno pague por eso. El hedonismo puro es imposible. Todo lo que merece la pena requiere pasar por incomodidades y molestias. El placer de no andar por la vida perdiendo los dientes, implica pasar por momentos en los que parece que igualmente vas a perderlos. 

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Mi padre se ha ido de viaje para despedirse de mi tío E. Tiene 99 años y está muy mal. Mi padre pretendía ir y volver en el día. Cuatro horas y media cada trayecto. Mi padre tiene 80 y no está para esos trotes. Le he pedido que haga noche allí y vuelva tranquilamente mañana. Me ha dado largas. Le he dicho que si se empeña en semejante locura, no me quedaría más remedio que esconderle las llaves de los coches y adiós viaje. Ha hecho ademán de enfadarse y luego se ha reído. Mañana estará aquí para la hora de comer. 

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Esta semana los cortes de luz son más llevaderos. He tenido que comprar un regulador de voltaje para que el ordenador no reviente con las idas y venidas de la electricidad. También he ido a por unos tapones para los oídos, el ruido del generador del vecino empieza a ser insoportable. Me despierta a las 3 am y cuesta retomar el sueño. La sequía sigue. El cordonazo de San Francisco dio de sí lo justo para que el jardín vuelva a ser verde, pero los ríos estrepitosos siguen con un caudal de regato raquítico. De 12 a 4 se vuelve a ir la luz y aprovecho para estudiar sin interrupciones digitales. Tenemos unas hidroeléctricas majestuosas, pero dependemos de la lluvia. Tanta tecnología para esto. Los políticos harían bien en tener entre sus asesores, alguno que les ofrezca cada día un poco de la sabiduría del refranero. En este caso habría sido imprescindible éste: "No poner todos los huevos en la misma cesta". Claro que cabe la posibilidad de que, tras escucharlo, el político hubiese llegado a casa a separar los huevos en dos recipientes distintos y hubiera continuado con el gran plan hidroeléctrico, tal como estaba pensado. Me queda la duda de si el poder los vuelve tontos o ya venían así de antes. 

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Vuelvo a lo de San Ignacio: "En tiempos de tribulación, no hacer mudanza". Me lo aplico cada vez que entro en crisis con la oposición. Con el agobio encima está garantizado tomar malas decisiones. Por eso, mejor no tomarlas. Al menos no hacerlo de tal manera que sean irreversibles o irrevisables. Repito la jaculatoria de la esperanza: "Lo mejor está por venir". 

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Recuerdo que el 25 es el aniversario de bodas de mis padres. 49 años. Vamos de camino a las bodas de oro. A ver qué se me ocurre para darles una sorpresa.

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Llevo dos meses escribiendo un diario, por necesidad, más que por amor al arte. Superada la necesidad y, tras comprobar el beneficio terapéutico, he pensado que podría continuar aquí. Antes he dicho que "si algo te apasiona, no hay nada que te impida hacerlo". Lo fundamental es encontrar "eso" que te apasiona. Y creo que a mí me apasiona escribir. Tanto que,  escribir,  puede impulsarme más hacia la vida que la vida misma.  "Vivir para contarla", como dijo García Márquez. Contar es una motivación poderosa cuando la apatía tiñe de un gris insípido el dulce colorido de la realidad. 

Además de la costumbre incipientemente adquirida, me he encontrado con tres alicientes definitivos. Hace unas semanas, Dimas Garay escribía en La Iberia acerca de su experiencia como diarista. Allí explica el efecto multiplicador que proviene de esta costumbre. Su diario lleva un nombre que cuelga de la experiencia: Vivir tres veces. Y eso es lo que sucede al escribir un diario: vives cuando lo vives, vives cuando lo escribes y vives cuando lo lees. Dimas Garay lo explica mejor. Yo, por ahora, no he leído lo que he escrito en estos dos meses y prefiero dejarlo estar hasta que pase un poco más de tiempo. 

Después de leer a Garay, me saltó una comentario de Enrique García-Máiquez al mismo artículo en X: "Si yo tuviese que dar un consejo a alguien que quiere escribir, le daría éste: "lleva un diario". Segundo par de banderillas. Y el tercero, que ha avivado decididamente mi embestida, es la lectura del diario de D. Javier Vicens. Me encanta asomarme cada día a sus rutinas. Narra vivencias que se repiten sin aburrir. Las adereza tan bien con sencillez, humor y amor, que parecen una aventura. Ya sabe él que admiro su disciplina y la naturalidad con que la lleva. Me gustaría trastocar la monotonía como hace él. Al menos hacerlo cuando escribo. 

Así que empiezo a volcar la incipiente costumbre aquí para disfrutar de la escritura y, a través de ella, de la vida. 

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Cenamos sólo mi madre y yo. Le he pedido a C. que me dejara picada la cebolla y las patatas cortadas. Ha hecho trozos muy pequeños, pero me apaño. Primero caliento el aceite y suelto las patatas. Se pegan. La sartén pide jubilación. Echo la sal y la cebolla y a confitar. Quedan pocos huevos, pero llega. El truco de echar huevo y yemas no se lo sabe mi madre. Se lo cuento y ella se encarga de separar las yemas de las claras. Mañana habrá sorbete taxo con merengue de postre. (Dejo foto del taxo para quien lea esto desde otras latitudes.)  Mi madre acepta la jubilación de la sartén de las patatas y saco otra para hacer la tortilla. Mi madre ha echado un huevo de más. No pasa nada. Ha salido bastante buena y mi madre está encantada con el truco de las yemas. Quedamos en repetir el sábado para que la pruebe mi padre. 













 


 

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29 de octubre

 Hoy ha sido un día estupendo. He terminado el primer módulo del programa de habilidades emocionales y, poco a poco, le voy cogiendo cariño....