Desde hace un tiempo las celebraciones me intrigan. Como dice Pieper, celebrar sólo tiene sentido cuando afirmamos la totalidad, la fiesta es un amén. La celebración tiene sentido cuando a ella va unido un carácter de permanencia, cuando vivimos en presente el motivo de la alegría. La plenitud que conlleva saber que aquello de lo que me alegro, no me será arrebatado, por eso se celebra el amor incluso de los que ya no tenemos con nosotros, al menos en esta tierra.
Por eso me cuesta cada vez más celebrar acontecimientos que ensalzan el paso del tiempo, como si fuese un empeño desafortunado por apropiarse de algo que de suyo no se puede poseer; o escucho un monótono y asignificativo "feliz año", mientras me pregunto: ¿qué sabrá de la felicidad el contestador automático de movistar?...
Acotar el tiempo y someterlo a cantidades es necesario, incluso humano ¡pero la novedad tiene tan poco que ver con cantidades!
Claro está que tampoco hay que pasarse y arruinarle al prójimo la Nochevieja con razonamientos pieperianos que se pueden guardar para una mejor ocasión; hay que entrar un poco en el juego de las uvas y los petardos. En mi tierra hay una costumbre: se hace un muñeco de paja que simboliza el año viejo y se hace un testamento con las cosas, buenas y menos buenas, que el año que se va, deja al nuevo como legado. Y yo, que he perdido el acento, pero procuro conservar las buenas costumbres, os dejo mi testamento y me despido hasta el 6 de enero. A pesar de lo dicho os deseo, no menos que otros días, un feliz año.
Sin ánimo de ofender
despedir el año quiero
y con él quiero pedir
que se vaya Zapatero.
Dejo al año que viene,
algo que antes no tenía
un puñado de lectores
y amantes de poesía.
Unos versos, unas palabras
en alemán, la mesa
puesta, para seguir
sacando rimas,
razones y amigos buenos,
más retahílas, más versos,
más ráfagas, más truenos…
¡¡Felicidades amigos!!
…y que al final ganen los buenos.
5 comentarios:
Pues felicidades, amiga. Y los buenos ganarán. San Juan me merece total credibilidad.
Reconozco que hoy estoy más ecuatoriano que nunca, más caballero del punto fijo también, y que todas vuestras tradiciones se me hacen más íntimas, así que me parece la mejor manera de celebrar el fin de año prendiéndole fuego al muñeco.
Tus versos celebratorios tienen un envidiable aire popular y una gran esperanza. Gracias.
Esperanza, los buenos siempre ganan, tarde o temprano.
¿No volvías el seis de enero?
Y volver, volví, lo que pasa es que de volver, a volver a tener un remanso de paz para escribir...hay que dar unas cuantas vueltas más. Gracias!
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