martes, 22 de mayo de 2007

Hallazgos

El caso es que motivos, sobran, lo sé. Pero que me parta un rayo si miento. Me arriesgo a que me pase lo que a Paco Sánchez con su sección Vagón-Bar (inmensamente popular, por cierto) en la revista Nuestro Tiempo. Pesaba sobre su columna la calumnia de que se inventaba una que otra historia para poder llegar a las entregas de cada mes. Yo a Paco sólo le tuve dos años como profesor-¡ay-, lo suficiente para poder defender su veracidad a capa y espada. Es decir, que lo que sucede es que le pasaban y le pasan muchas cosas y encima las cuenta la mar de bien.

Hoy, mientras iba de Romería hacia la ermita del Campus, me fijé por casualidad en las raíces de un chopo centenario. Al principio pensé que era un ratoncillo de campo, pero no, era un pichón de Herrerillo común que tiritaba de frío y trinaba de hambre (o de rabia, tal vez, contra el hermano graciocillo que le dio el empujón.) El nido estaba justo arriba en una oquedad del árbol. Lo supe porque la madre Herrerilla iba y venía atareada a dar de comer al resto de la familia que asomaban los picos pequeñitos y amarillos cada vez que la pájara se acercaba.

Decidí seguir con la romería, que no es plan dar plantón a la Virgen por un pájaro, pero al acabar yo seguí pensando en el pequeño pichón. Volví por el mismo camino y el chiquitín aunque había echo una excursión de medio metro, allí seguía. Cogimos unas ramas y empezamos a escarbar por si encontrábamos algún gusanillo que llevarle al pico. Muy cerca del cauce del río dimos con una lombriz la mar de sabrosa. Nos costó que llegara a cogerla, antes de comérsela se la puso como turbante un par de veces y unas cuantas veces como bufanda. Pero finalmente se la comió.

Iban pasando los minutos y yo sin saber qué hacer con el pararillo. Mis amigas de Biológicas no cogían el móvil así que opté por llamar a los de mantenimiento por si se acercaban con una escalera para devolver al pequeñín al nido. El bedel me miró con cara de -esta se ha cogido una buena insolación- y me siguió la corriente con mucha elegancia. Al final del día volveré, a ver si han rescatado al herrerillo. Y si no...esta entrada continuará.

7 comentarios:

J. dijo...

Otra que dice Paco Sánchez...

María dijo...

¿Y bien? ¿te hicieron caso y salvaron al pajarillo?. Yo una vez rescaté a una paloma que estaba enredada en un matorral que había en un parque en el que estaba jugando... y la mu desagradecida me lo pagó con un picotazo!!

Jesús Beades dijo...

Qué simpático. Y sin embargo... para esta ternura es necesario hacer abstracción de la ternura que podría provocar la lombriz, al menos para un entomólogo como Jünger. Cosas de la poética.

E. G-Máiquez dijo...

El implacable Beades tiene más razón que un entomólogo; pero bueno, es que los poetas vamos con los pájaros, son de nuestro equipo...

Corina Dávalos dijo...

Eso mismo me lo sacaron en cara en casa cuando di la noticia del nuevo inquilino. Yo, aparte de que voy con los pájaros como dice Enrique, he respetado la cadena trófica escrupulosamente.
Pero ya da igual, el pobre no sobrevivió a la noche heladora fuera del nido y ya lo llevo a "enterrar". La naturaleza es más implacable que los entomólogos.

E. G-Máiquez dijo...

También hay quien está con las mariposas y contra los avispones.

Corina Dávalos dijo...

Muy bueno lo de la mariposa...

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