viernes, 20 de marzo de 2009

Elogio de la desmemoria

No sé quién me lo dijo. Sea quien fuese, le debo muchas horas de divertidas reflexiones. Aquello de que nos pasamos media vida aprendiendo cosas inútiles y la otra media tratando de olvidarlas, no es tan exagerado como parece a primera vista. Los espíritus más románticos suelen pensar enseguida en las matemáticas. Me imagino que en mi caso las matemáticas no entran en la lista de cosas inútiles, en primer lugar porque no llegué a aprender nada de nada, como no fuese a sumar y restar con ayuda de los dedos de ambas manos. Y eso de necesitar media vida para olvidar, tampoco me cuadra. A mí me costaba como mucho tres minutos después de entregar un examen.

La desmemoria la reservo para algunas asignaturas de periodismo y unas cuantas más de filosofía. Lamento la de noches que pasé en vela para aprender los tipos de archivos, almanaques y anuarios de los que un periodista necesita echar mano para documentarse, y que ahora pertenecen a la era a.G (antes de Google). O también, las enrevesadas peripecias mentales de los filósofos modernos y posmodernos, tantos argumentos, teorías y sistemas que nacieron degollados de antemano por la navaja de Ockham.

Lo bueno de subir hasta el final de la escalera, es –tomando el ejemplo de Wittgenstein- que entonces puedes tirarla y prescindir de los peldaños. A veces hay que pasar por ese “sueño de la razón que produce monstruos” para dedicarse a pesadillas más sensatas. Y es que cada vez me convence más la amable sabiduría que reparte a manos llenas la buena literatura. A veces me veo haciendo esfuerzos por zafarme de los cánones estrechos del razonamiento excesivamente formal. Y me aferro a la cuerda locura que defiende el buen Chesterton en La Abuela y el dragón:

“El problema que plantea el cuento de hadas es: “¿Qué hará un hombre sano cuerdo con un mundo fantástico?” El problema que plantea el novelista moderno es: “¿Qué hará un loco con un mundo aburrido?” En los cuentos de hadas el universo se vuelve loco, pero el héroe no. En las novelas modernas el héroe está loco antes de que comience el libro y no deja de sufrir por la áspera sensatez y cordura del cosmos. (…) La literatura moderna parte de la locura como centro. Por eso pierde el interés incluso por la locura. Un loco no se sorprende de sí mismo porque es muy serio: eso precisamente es lo que le convierte en un loco.
Sólo la sensatez es capaz de ver la salvaje poesía de la locura. Por eso, esos cuentos sabios y viejos hacen que el héroe sea normal y el cuento anormal.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendes bien la vida y la literatura, me parece; no puedo decir lo mismo apropósito del querido Chesterton. Los locos en la literatura moderna son, justamente, los sensatos--el protagonista existentialista, un tal Don Agusto, los heroes de Dürrenmatt, Marlow, Don Quijote (no, no soy loco), su pariente Monsignor Quixote, etc.

Anónimo dijo...

Esta hoja en blanco delante de mí,
es la mañana,
puedo escribir,
puedo dibujarle un sol,
puedo doblarla y convertirla en pájaro.

Y a veces tanta desmemoria me hace sentir
un poco, como el asno de Buridán;
muerta de hambre de estímulos,
con montones de motivos -palabras-
delante de los ojos.

Pizca más o menos... ;)

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Anónimo me ha gustado mucho el comentario.
Un abrazo.

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