martes, 7 de junio de 2011

El peso de la palabra

Así se titula el magnífico ensayo de Amalia Quevedo. Pude escuchar su presentación en un seminario, hace ya algunos años. Tuvo la amabilidad de dejarme unos cuantos folios de su ensayo, entonces inédito. He aprovechado estos días de lluvia para leerlos y estoy deseando hacerme con el libro. He encontrado (feliz casualidad) un capítulo que deseaba leer y que no estaba en los folios recién desempolvados. Y (¿otra casualidad?) he hallado este escolio de Gómez Dávila que es para mí tan oportuno.

“Lo que nos enclaustra nos ofrece la posibilidad de ennoblecernos. Aun cuando sea un simple aguacero.”

El peso de la palabra lo tengo vivo y reciente, las cajas de libros de la mudanza testimonian que la palabra pesa y mucho. El peso, aún más vivo, de las palabras que ya no escucho le dan la razón a Quevedo cuando dice que "en verdad, no es sólo la palabra de Dios la que, al decir de la Escritura, es viva y eficaz. La palabra, cualquier palabra, es más incisiva que espada de dos filos y penetra hasta las junturas de los tuétanos." Y es así. Las palabras quedan en el aire, se revuelven con el viento y se quedan, a veces para siempre, en el recuerdo. A veces como reproche, a veces como consuelo, a veces como nostalgia de la voz y la letra que ya no se escucha ni se lee.

Para esta tarde de lluvia sólo tengo soledad "esta vieja e insobornable aliada, tan amable cuando se la busca y desea, tan repelente cuando no se quiere estar con ella"; y palabras. Soledad acompañada. Un tiempo para ennoblecer las lágrimas incesantes de Madrid.

4 comentarios:

Blimunda dijo...

Esta entrada da mucho que pensar...Me gusta el aguacero y la soledad acompañada.
Gracias Corina.

Corina Dávalos dijo...

Gracias a ti por pasarte y leer. Es un modo de acompañar.

Anónimo dijo...

Es casi una metáfora. Yo que adoro las imágenes, las alegorías, los símbolos, siento que estoy metida dentro de una de ellas. Y como soy reservada, me guardo, me encierro, me recluyo tanto como cuando estoy contenta. Pero todo en las letras fluye, todo cuanto escribo termina reflejando mi interior.

De algún modo este es mi refugio, mi cuaderno de apuntes, mi ventana a un mundo agradable. Quedará por el momento así, color tierra, nido de hornero, casa de adobe, pequeño rincón de barro amasado con tus manos. Tengo ganas de que en él brille mi alma calentando los ojos que aquí se detengan, quiero compartir este sentimiento que me invade y poder ir coloreando cada día que amanece. Quiero que el tiempo deje de caer en los relojes y cuelgue paciente en el andamio de la palabra, cada vez que nos vemos.

Corina Dávalos dijo...

Es una pena que un comentario tan bonito quede en el anonimato. Lo respeto y lo publico así, para que quien pase por aquí cumpla ese deseo : "Tengo ganas de que en él (mi cuaderno de apuntes) brille mi alma calentando los ojos que aquí se detengan". A mí me ha transmitido calor, gracias.

¡Feliz Navidad!