martes, 18 de enero de 2011

18-01-2011

Empiezo el día como un palillo de algodón de azúcar: doy vueltas y más vueltas, para enroscar la niebla.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La Sagrada Familia



A propósito del viaje del Papa y la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia, merece la pena releer el artículo que le dedicó Nuestro Tiempo al templo del genial Gaudí. Aquí lo dejo.

Involución gramatical

Empezamos bien con la búsqueda del justísimo "a cada uno lo suyo"; y por desgaste de la lengua, entre otros lugares del alma, acabamos con el "cada uno a lo suyo". Y así nos va.

martes, 26 de octubre de 2010

Memoria del Paraíso



La primera entrada de este blog empezó a flotar en la red el 29 de mayo de 2006. Entonces no sabía muy bien en qué acabaría esta aventura de lanzar escritos al vacío virtual. He tenido la suerte de que hubo un efecto boomerang y, como dice J.A. González Romano, mucha gente allá afuera dio señales de vida. Tuve grandes compañeros de camino desde el principio: Enrique García-Máiquez, Jesús Beades, Rocío Arana, Inma Rodríguez Moranta, José Manuel Mora Fandos, Carlos Rodríguez Morales; y otros que se me quedan en el tintero, pero que los tengo presentes con gran admiración y gratitud. En esos primeros meses estos blogs formaron un auténtico patio de vecinos; y nos lo pasábamos en grande comentando aquí y allí las ocurrencias de unos y otros. Algunos se quedaron en el limbo del blog parado, otros desaparecieron para reaparecer después, luego cada uno tomó su rumbo.

Mi camino me llevó a la poesía, a leer e interesarme por ella, e incluso a atreverme a escribir algún poema. De esas tentativas, palos de ciego llenos de ilusión, que aquí llevaban la etiqueta de "aprendiz de poeta" fueron saliendo versos, poemas y algún premio literario (el susto de que esto podía ir en serio me lo llevé en 2008, cuando quedé finalista del premio Adonáis de poesía y de la primera edición del premio ECOEM.)

Finalmente, dentro de un par de semanas, gracias al apoyo de Javier Sánchez Menéndez, mi editor; saldrá a las librerías mi primer libro de poemas: Memoria del paraíso, dentro de la colección Isla de Siltolá. Os adelanto algo que he escrito en la página de agradecimientos del poemario:
"Muchas gracias a los lectores, anónimos y con nombre propio, de Ráfaga de Letras."
Por dar señales de vida. Y como dicen los toreros (y Aute en su Mano a Mano), que Dios reparta suerte y va por ustedes.

A modo de epílogo: Sólo me queda deciros que, a pesar de lo que digo con cierta ironía en uno de mis poemas,
Bien dijo aquel filósofo ateniense:
habría que expulsar a los poetas.
Nosotros somos hoy más tolerantes,
pragmáticos también y ya nos vale
con no comprar sus libros e ignorarles.

¡no os lo toméis al pie de la letra! Y para el que siga este interesadísimo consejo, muchas gracias por darle a Memoria del Paraíso un lugar en vuestra mesilla.

jueves, 21 de octubre de 2010

Robots

Hace unos días, mientras hacía una búsqueda para la tesis, tuve un pequeño problema de comunicación con el filtro de búsqueda. No sé si los duendes informáticos hacen una de estas para reírse un rato del internauta incauto, o es sencillamente que andamos todavía en pañales a la hora de interpretar términos de búsqueda. Lo cierto es que yo no daba crédito a lo que me sugería mi electrónico interlocutor: os lo dejo, que no tiene desperdicio. No me extraña que lo que sigue a la web 2.0 sea la web semántica.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Hoy, Borges

Lo perdido

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo

y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido

de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,

según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.

jueves, 14 de octubre de 2010

Otoño


Un capricho: pisar las hojas caídas de los árboles, crujientes como hojuelas de maíz sobre la hierba.

Una tristeza: la luz es más escasa, más fría.

Una alegría: los colores del atardecer.

Un asombro (o tres): Aquí, de Wislawa Szymborska y dos poemas de Natalia de Barbaro (gracias a Abel Murcia).

Una ilusión: no lo digo...

sábado, 9 de octubre de 2010

Imagine...

Todo cambia. Y España más. Incluso, a veces, a mejor. La idea del ministro Gabilondo de acabar con los doblajes me gusta mucho, muchísimo. Entiendo que haya mucha gente a la que le guste menos, o nada de nada. Pero lo cierto es que los idiomas se cuelan por el oído y se nos vuelven familiares casi sin que nos percatemos. Las nuevas generaciones, aunque sean escasas, vienen con el software adaptado a los tiempos: son nativos digitales y no le temen al inglés, o al menos no tanto. Han venido al mundo cuando el mundo ya era global, cuando los vuelos baratos e internet ya campaban a sus anchas y han visto más mundo que las generaciones anteriores, a veces incluso sin salir de casa. Escuchar la versión original de las películas es una manera de ensanchar el horizonte (o la longitud de onda, ya que se trata de oír). Quizá nos llevemos una sorpresa cuando escuchemos la voz de los actores, con su personal acento dramático, o se reduzcan en un 80% los tacos que al doblar se insertan en los guiones. No digo que por eso vayamos a ser más universales, pero con suerte un poco más internacionales, sí. Si la iniciativa sale adelante, habrá que llevar las gafas al cine e importará menos hacer ruido con la bolsa de las palomitas. Estoy deseando ver la polémica en pleno auge: original version with subtitles, yes; die Originalfassung mit Untertiteln, nicht. Ya se verá.

martes, 28 de septiembre de 2010

Hoy me ha sorprendido la primera lectura de la Misa, del libro de Job. Me tranquiliza que, a pesar de la quejas y maldiciones al día y a la madre que lo trajo, a estas alturas lo tengamos como el santo Job. A veces nos podemos sentir tentados de seguir al pie de la letra los quejíos del pobre Job cuando los problemas vienen como en avalancha (o como "un ataque de comanches borrachos" que diría Miguel D'Ors). Sabemos cómo acaba la historia. 

Y, aunque cueste y se rebele hasta el último electrolito de nuestro ADN, viene muy bien sentirse vulnerables y necesitados, de vez en cuando. Hoy me ha venido a la cabeza el comentario que me hizo una conocida mía hace unos meses (mientras la llevaba en el coche a 100km/h por las callejuelas de Pamplona, para intentar que no perdiera su tren, que perdió...) 

Al ver mi fracaso como anfitriona y los intentos desesperados por salir airosa de la situación, me dijo muy en serio: 
-Ya sé porqué crees en Dios: ¡tú lo necesitas!

viernes, 17 de septiembre de 2010

Fragmentos

He perdido mi viejo ordenador. Vamos, lo tengo conmigo, pero ha entrado en el letargo definitivo de los pecés muertos. Tenía allí muchos apuntes, fotos, canciones. Nada que pueda ya recuperar. Ayer encontré un papelillo viejo con unos fragmentos de un poema de Ernestina que hiberna junto con otros tantos que había guardado y que quizá no vuelva a leer. Este lo pongo a salvo aquí porque, conociéndome, el papel también puede desaparecer en cualquier momento.

Distancia

Hay zanjas invisibles,
ironía en los ojos,
y tienes que apretar
la mano que no sientes
para seguir andando
sin olvidar la meta.

Un día llegarás.
Imposibles retornos
te conducen por fin
adonde perteneces.
(...)

Tuviste la ilusión
de hacerte comprender,
pero alguien alzó
una pared encalada.
Todo es liso y pensado.
La ternura espontánea
se estrella contra un muro.

Como no eres de aquí
serás de alguna parte.
Hay un cielo escondido
que espera a cada uno.

Ernestina de Champourcin, La pared transparente.


jueves, 16 de septiembre de 2010

Otra de libros II

Las tesis, como las historias, pueden ser interminables. Pero como pregona el dicho popular, A todo gorrín/ le llega su San Martín. El escritor no puede matar a sus personajes a capricho. Se le rebelarían como a Pirandello reclamando sus derechos. Que los maten vale, pero al menos que sea de una muerte verosímil. 

 A las tesis les pasa algo parecido, hay que cortar los argumentos con cierta delicadeza, de modo que el remiendo no se note apenas, y pase tranquilamente por el control de calidad del tribunal de turno. Hay que remendar muy bien las junturas para luego poder hacer de la capa un sayo y salir airoso. El índice me recuerda que el final debe llegar pronto. Los argumentos se resisten. Yo escribo, corto, pego y me desvelo.

Da tranquilidad que, en las historias o en las tesis, hay un dulce verdugo que puede dictar sentencia sin el engorro de ser juez y parte en el litigio: la figura del editor/director. Un día, viene, lee y dice: esto se ha acabado. Y se acaba. Y los personajes, y los argumentos, y los autores de repente se callan. Y así salen los libros –como el mundo– llevando en sus lomos una etiqueta implícita: este ejemplar es el mejor de los posibles.

martes, 14 de septiembre de 2010

Otra de libros

Por primera vez en cinco años ando rezagada en casi todo menos en la tesis. Ha venido la euforia con septiembre y su calor atenuado, con las hojas que empiezan a tropezar y caer de las ramas, con las ocho, y atardeciendo. Estoy como diría la Teresona, que vivo sin vivir en mí. Volcada sobre los libros y tomándole el pelo a los relojes: ¡a que llego yo antes! y así...

Yo ya tengo mucho libro por delante. No de los que me apetecen, (aunque ya incluso me apetecen un poco, oye...) sino de los que me urgen para acabar el capítulo final de la tesis. Pero no por eso me privo, que aunque sea septiembre y no pueda llevarme un libro en el bolso de playa y echar la tarde leyendo con las gaviotas, el otoño también se presta.

Así que dejo aquí tres sugerencias, para llevarse un libro, o dos, o tres a la mesilla, cuanto antes . Un artículo de Nuestro Tiempo "Novelas para entender el mundo", el blog de lectura de la Biblioteca de la Universidad de Navarra y un libro de Jiménez Lozano que, tal como lo pone EGM, es difícil resistirse. Y que vuelen las hojas en otoño...

viernes, 10 de septiembre de 2010

Para leer con tiempo


Sobre el tiempo sólo se puede leer con tiempo, despacio. San Agustín decía en sus Confesiones, o más bien se lamentaba, que si uno se pregunta qué es el tiempo lo sabe, pero si tiene que explicarlo, no lo sabe. Hoy Rafael Alvira ha impartido la lección inaugural en el acto académico de apertura de curso de la Universidad de Navarra sobre ese tema. Y merece la pena leerlo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Citas I


"El arte no es una copia del mundo real. Con este dichoso mundo, tenemos ya bastante".
Citado por Nelson Goodman de fuente desconocida en Los lenguajes del arte, p.21

domingo, 22 de agosto de 2010

Taxis

Se incorporó, y al tratar de salir de la cama, chocó contra la pared. Había despertado cada vez en un lugar distinto durante los últimos cuatro días. Las suelas de sus zapatos habían rozado tres ciudades, dos continentes y la cabina de un avión atiborrado de desconocidos que dormitaban suspendidos en el aire, sobrevolando el océano.

Bajó desganada hasta el comedor del hostal en el que se alojaba. Se perdió por los pasillos sin ventanas hasta que por fin llegó al comedor y se sentó a la mesa; junto con varias mujeres que desayunaban sin prisas mientras ojeaban las noticias del periódico local. Al principio se alegró de poder estar un rato acompañada, pero el entusiasmo se desvaneció con el primer sorbo amargo del café que le sirvieron. Las voces chirriantes de sus compañeras de mesa sonaban al unísono comentando las noticias, las impresiones sobre el tiempo y la pena que sentían por los deudos de Rubén –que en paz descanse– . Mientras lanzaban sus pensamientos al aire, sin escucharse unas a otras, cayeron en la cuenta de que alguien más se había unido al desayuno. Y se abalanzaron , todas a la vez, con preguntas que no parecían esperar contestación.

Se sintió incómoda y comenzó a ponerse nerviosa mientras dejaba a un lado la taza de café. Recordó las épocas de exámenes, como si de repente la sometieran a un cuestionario inacabable de preguntas escritas en un folio en el que no hubiese un solo espacio en blanco para escribir las respuestas. Procuró disimular su desasosiego y con una media sonrisa, mientras asentía con la cabeza, apuró el café, se disculpó y dejó el comedor para volver a la habitación. Volvió a perderse por el pasillo, llegó al pequeño cuarto donde tenía sus maletas, cerró la puerta a sus espaldas y se quedó allí apoyada por un momento con los ojos cerrados. La habitación no le pertenecía, no había nada familiar para ella, salvo un cuadro de la Virgen con el Niño en brazos.

Se acercó al lavabo y se mojó la cara. Miró la hora en su teléfono móvil. Se fijó por si habría llamado alguien en su ausencia. Nadie. El teléfono había dejado de sonar desde hacía muchas horas. El tiempo tampoco había pasado como de costumbre. Mientras dormitaba sobre el océano, supendida en el aire, le habían sustraído seis o siete horas de su vida y, por mucho que cavilaba, no conseguía adivinar dónde habrían ido a parar. Era como si se las hubiese tragado el vacío. Igual que el espacio en blanco que había desaparecido bajo las espesura de las letras abigarradas que llenaban el folio del cuestionario. Todo le resultaba extraño.

A ella misma le pareció verse distinta cuando se miró al espejo con la cara mojada y ojerosa. Lo único que seguía igual era el olor a colonia que derramó sobre sus manos y se esparció despacio por el cuello y la nuca, dándose un masaje. Hacía calor. Pensó entonces en Rubén; en su cara inmóvil y serena, en el frescor de la sala donde descansaba arropado por una caja de madera noble y los brazos de un Crucificado. Volvió a mirarse al espejo y se sintió avergonzada al notar cómo la envidia se dibujaba en su propio gesto. Salió a la calle y llamó a un taxi. Los taxis eran de un color distinto. Entró en el coche y se dejó caer en el asiento trasero. Iba callada mientras miraba pasar por la ventana a la gente por las aceras, los coches, los semáforos en verde. Llegaron al tanatorio. Se confundió dos veces de moneda al pagar, mientras el taxímetro corría sin tregua como un metrónomo olvidado sobre un viejo piano.

Ya no le quedaba nada que hacer allí, pero quiso volver a mirar el rostro de Rubén. Se quedó de pie tras el cristal varios minutos, levantó la cabeza y se encontró a sí misma en el reflejo del cristal y se sintió avergonzada de volver a descubrir en su cara la misma expresión de esa mañana. En cambio Rubén estaba allí, apacible, idéntico a como se lo había encontrado el día anterior. Ya no habían cambios para él. Miró el reloj. Todavía marcaba la hora de otro continente. Rodó las manecillas hasta colocar el tiempo en su lugar. Se frotó los ojos con el dorso de la mano, se secó las lágrimas y salió a la calle. Cogió el teléfono e hizo un llamada breve: –un taxi, por favor.

sábado, 3 de julio de 2010

Vivir es enfrentarse a los textos de tu vida. Algunos están escritos, otros son una estrella naciente, lejos, en el futuro, que empieza a eclosionar a partir de unos átomos diminutos que se convierten en una fuente de luz inaccesible, que encandila hasta sumirte en la ceguera. También algunos sufren una desviación pequeña y con años luz de sigiloso movimiento llegan a convertirse en inmensos agujeros negros que se tragan todas las referencias conocidas hasta entonces. Y vivir es seguir viviendo, y escribir es continuar el testimonio.

Hay textos del pasado bien escritos, sometidos a innumerables correcciones, borradores fallidos, vergonzantes que descansan en el corazón como memoria de la oscuridad latente. Y el presente se escribe con memoria, con expectación y gran cuidado. Todo se acumula en la escribanía del alma.

Un día, a miles de kilómetros del vivir acostumbrado, recoges todos los escritos. Repasas las líneas de la vida: la vivida, la que pudo ser, la que será probable. Y escribes en la vida del sueño tu trama preferente. Volver a soñar la vida. Tienes material de sobra. No importa el tiempo que te quede. Todo se resuelve en la página final, un folio en blanco. Ese que no sueñas ni sabes. En la más absoluta soledad, tendrás un Escribano que dibujará cada letra con tu pulso cansado. Ese será el texto decisivo. Tu irrepetible y sorprendente final.

lunes, 28 de junio de 2010

Frase febril


La distancia más corta entre dos puntos es la línea (telefónica). La más larga, el silencio en línea.

Familias imperfectas

  A menudo, cuando se habla de la familia, se presenta un modelo ideal. Y está muy bien manejar arquetipos, historias y ejemplos dignos de i...