Mostrando entradas con la etiqueta Della vita stessa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Della vita stessa. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de febrero de 2010

Coincidencias

Ayer al salir de Misa entré a un bar del Ensanche donde las señoras mayores juegan a las cartas y los señores mayores ven el juego de pelota con la chapela puesta y una caña. No tengo costumbre de hacerlo, pero ayer llevaba Autorretato con radiador en el bolso y tenía 15 minutos libres. Así que entré. Pedí un zurito y me senté a leer. Bobin habla mucho de las rosas. Y también habla mucho con ellas, como el Principito.

Mientras pasaba las páginas iba cavilando a la vez lo que tenía que hacer esta semana, y una tercera voz me reprochaba que en la lista nueva volvían a estar las mismas cosas que reposaban en la lista de la semana anterior. Cuando la tercera en discordia empezaba a ganarme la moral, apareció la entrada del diario de Bobin correspondiente al 22 de abril.
Lunes
Y aquí estoy ante un nuevo día. Caminar por él hasta la noche, constituye en verdad un arte mayor. Me siento como un colegial a quien cada día se le pusiera un examen. Ayer tuvo una buena nota, o una mala, da igual. Hoy es la prueba decisiva, imposible descansar en los resultados del día anterior, además se han borrado.
Con ligeras modificaciones me lo quedo para la semana que comienza. Es febrero y cada semana me examinan en la universidad de la vida de asignaturas variadísimas. Y el calendario de tesis pierde más hojas que las que gana. Pero con todo, después de leer este párrafo, la tercera voz no volvió a pronunciar palabra.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ad hoc

Un poema para capear el temporal.


Villancico en Central Park

Mañanicas floridas
del frío invierno
recordad a mi niño
que duerme al hilo.
(Lope de Vega)

Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.

José Hierro, de Cuaderno de Nueva York, 1998.


viernes, 5 de febrero de 2010

Los botones

Nunca se me dieron bien las manualidades. Siempre me he preguntado por qué las mismas manos que se mueven con cierta facilidad entre las cuerdas de una guitarra tienen una torpeza tan evidente cuando se trata de formar curvas con un hilo y fijar dobleces. Hace varias semanas que miro mi chaqueta negra sin botón. Cada vez que intento ponérmela me propongo, como un sastrecillo valiente, ir por el costurero y meterme en faena.

Empezar por el principio. Lo primero era encontrar el botón de repuesto en una caja donde guardo todo tipo de chismes y trastos minúsculos: botones, imperdibles, tuercas de pendientes sueltas, pins, retazos de tela, horquillas, pequeñas piedras de bisutería. Depués de 6 años todavía conservaba el botoncillo negro con vetas claras, como una prenda de un toro listón. Primeras pruebas de paciencia: enhebrar el hilo en la aguja. (Siempre agradeceré que me aclararan que el ojo de la aguja del que se habla en el evangelio no se refiere a esa aguja, sino a un tipo de puerta muy estrecha que había en las murallas de Jerusalén). Después de mirar durante un rato al horizonte para recuperar la perspectiva, empecé a coser; si a eso que hice se le puede dar tal nombre. Sólo dos agujeros, bastaba con un movimiento circular de entrada y salida, repetido varias veces y un nudo. Bastaba con echar un vistazo rápido al resto de botones para saber en qué dirección debían ir las puntadas, pero al parecer mis ojos son miopes selectivos.

Nada es más difícil que hacer bien algo fácil. Mi botoncillo negro listón tiene ahora una costura horizontal, y eso lo hace distinto de todos sus congéneres que se sujetan dignos y verticales al borde izquierdo de mi chaqueta. A simple vista tampoco parece que hubisese más diferencias, a menos que se mire por detrás. Mi botoncillo negro parece haber sido cosido por el pico de un mirlo, un nido revuelto, bien distinto de las hebras finas y ordenadas que envuelven a los otros botones, como si fuese una melena negra recién peinada.

Cuando estaba en la primaria, en un colegio de chicas, tenía una clase de costura que aprobé gracias a las dotes manuales y la compasión de mi abuela. Mi costura estaba siempre deshilachada, llena de manchurrones e intentos fallidos de darle a aquel trozo de tela un aspecto de orden. Mi abuela lo tomaba en sus manos, lo lavaba, cortaba los hilos, deshacía las puntadas e hilvanaba nuevamente con tiento y elegancia los hilos, siguiendo las indicaciones del patrón. No tenía unas manos bonitas, pero eran -y son- hábiles y acogedoras. Las manos no son bonitas porque sean estéticamente irreprochables, sino por su capacidad de denotar ternura. Y esas manos eran firmes y flexibles, suaves y fuertes. Las manos más femeninas que conozco, después de las de mi madre. Y nunca llevaba las uñas pintadas.

lunes, 11 de enero de 2010

Después


Ya la nieve se derrite.
Queda el lodo y los reflejos
-intermitentes y lánguidos-
de otra noche en que mi calle
era una bufanda blanca
que acariciaba la luna
y a través de los cristales
me abrigaba con su luz.

viernes, 1 de enero de 2010

2010

Antes me gustaban mucho los múltiplos de diez, o sea que, este año habría sido hace tiempo uno de mis favoritos. Ahora me gustan más los impares y los múltiplos de 3, y andaba contenta con el 2009 por eso. Poco a poco, y más después de pasar varios meses bei Der Zauberberg, me voy haciendo menos partidaria de etiquetar el tiempo, a menos que me sirva para algo de manera simbólica. El año que se ha ido me parece que ha durado lo que diez juntos, y estoy contenta de envolverlo con su etiqueta 2009 y mandarlo al trastero. He recibido el 2010 como un regalo al modo de The ultimate gift. ¿Tendré, con 365 jornadas con todas sus horas de noche y de día, tiempo suficiente para hacerme capaz de recibir todo lo que contengan los días que vendrán? Espero que sí. En todo caso, más allá de las crisis (macro y micro) espero lo que venga como un don; y ese ánimo de recibir lo que venga, como a porta gayola, me parece -en sí mismo- un buen regalo y un presagio de días mejores.

martes, 29 de diciembre de 2009

Manías

A pesar de lo lento que avanza y la incertidumbre acerca del día en que por fin escribiré la última página, disfruto muchas veces de la elaboración de la tesis, del estudio y el esfuerzo de escribir. Poco a poco voy consiguiendo aliviarla de un peso con la que yo misma la he cargado. Me he repetido tantas veces que hacer una tesis es odioso que he acabado por creérmelo al pie de la letra. Y ahora procuro no hacerle más esa injusticia. Como todo, tiene etapas francamente insoportables. Pero, eso, como todo. Hace poco me di cuenta que es algo que hacemos con frecuencia los hombres y las mujeres, quizá por pereza mental. Lo recoge Virginia Woolf en uno de esos pensamientos efímeros, que van y vienen a velocidad de vértigo por la cabeza de Mrs. Dalloway:
Porque no se aborrecía a la señorita Kilman, sino la idea de la señorita Kilman, en la que indudablemente se acumulaban muchas cosas que no eran ya la señorita Kilman, convirtiéndose en uno de esos espectros que se montan a horcajadas sobre nosotros y nos chupan la sangre, dominadores y tiránicos (...)
Y con eso se me ocurre un propósito para año nuevo, que coincide en cierto modo con un buen consejo de San Pablo. "examinadlo todo, quedaos con lo bueno"(1Tes. 5,16-22). El propósito sería, en este caso, reexaminarlo todo; seguro que incluso en aquellas cosas a las que les he cogido manía, vuelvo a encontrar ese olvidado lado amable.

martes, 22 de diciembre de 2009

Marginal

Cuando descubrí el blog, tener uno era estar en la cresta de la ola de la comunicación y la tecnología. Pasaron unos pocos días y vinieron otros cacharritos y ya mi blog empieza a parecer cosa del pasado. Esto le ha sucedido al pobre no sólo porque Twitter, Facebook y Googlewave se prodigan en aplicaciones con encanto, sino porque la mayor parte de mi tiempo la paso con un procesador de textos normal y corriente, escribiendo cosas un poco paranormales y tan corrientes como el procesador. Así que entre las tecnologías novísimas y las antiguallas tecnológicas anda el blog a la deriva. Hoy al leer el blog de José Luis Orihuela he comprobado que le pasa a más gente. Os copio una frase seleccionada de Twitter, ¡click!...retratada.

smmahugo: Tengo completamente descuidada mi vida online por culpa de mi vida offline. Yo antes podía ser feliz en las dos!

martes, 8 de diciembre de 2009

The snowman

La carta de Benedicto XVI a los artistas llega hondo y lejos, como la piedra que se lanza al arroyo en calma. Y no porque este mundo ande escaso de turbulencias. Pero es lo que tiene la belleza, abre una brecha en la vorágine, y de repente, la quietud. Y no hace falta que venga en forma de espectáculo de luces, como una aurora boreal, también la belleza viene en pequeñas dosis cotidianas, de realidad y de arte. Esta misma mañana, con la banda sonora de The Snowman, una película de mi infancia, algo se sacudió en mi interior, para dar paso luego a algo más grande, más pleno. No sé qué tiene la música, me recuerda los colores, la sencillez de la animación, esa representación breve y profunda de la amistad que deja una pequeña herida... No hay palabras, fuera de la letra de la canción, Walking inthe air, y sin embargo, es un preciosa narración ilustrada. Comprobadlo vosotros. Yo no me canso de tocarla una y otra vez en el piano.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Ringraziamento

Así, en italiano, pues Mann pone la frase en boca de Settembrini, en una de esas almabicadas conversaciones de las que hace gala este personaje. Este párrafo me dejó anoche una perplejidad, un asombro y una mina de pequeñas alegrías.

Usted perjudica a nuestro anfitrión haciendo gala de tanto ingenio y le expresa muy mal su agradecimiento por este exquisito pastel. Pero, ¿acaso sabe usted qué es el agradecimiento? Yo entiendo que el agradecimiento consiste en hacer buen uso de los regalos que se reciben...

Perplejidad: el ingenio perjudica... más exactamente, hacer gala de él cuando lo que corresponde es disfrutar de lo que se nos ofrece con sencillez.

Asombro: si todo lo recibimos, no hay vida más recta que la vida feliz, la que consigue desenvolver los regalos de la vida e invita a sus amigos a jugar con ellos.

Y de repente una descubre que, como dice Gómez Dávila, "Lo más común nos deslumbra de pronto con esplendor de epifanía".

lunes, 23 de noviembre de 2009

Editores

Después de disfrutar tanto, y de sufrir un poco también, con los cuentos de Carver, resulta que sus relatos le deben mucho a su editor. Ahora sabremos cuánto. Me imagino que estas historias nos vienen muy bien para recordar que, al final de la vida, si nos sale tan bien como le salían a Carver sus cuentos, tendremos que reconocer el trabajo de los editores vitales. Los roces, inevitables en esta vida, pueden dejarnos como un clásico de la literatura.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Títulos

Últimamente me fijo en títulos de libros que me producen algún pequeño síntoma del síndrome de Stendhal. Hoy me ha pasado con dos: Uno en realidad, no es el título del libro, sino el que entendí por error. Me gusta más el error, más poético. He visto a Andreu en acción pero no lo he leído. Estoy deseando hacerlo...

Carlos Andreu, Del ataúd a la cometa.
(Yo entendí El ataúd de la cometa, todavía le doy vueltas...)

Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto implícito.

jueves, 29 de octubre de 2009

Bolonia


En mi universidad han editado un folleto para aclarar algo, un poco, las implicaciones del plan Bolonia y hacerlo, además, atractivo. Los creativos entraron de lleno en la ¿metáfora?, ¿metonimia? entre la preparación del plan Bolonia y un plato de spaghetti alla bolognesa. La cercanía entre ambas era, evidentemente, muy lejana. La gente normal en su imaginario, aunque ahora ande muy viajada, no relaciona la salsa boloñesa con su lugar de origen, del mismo modo que no relacionan el plan Bolonia con esa ciudad, para fortuna de sus habitantes. De modo que la semejanza saltó por los aires y para muchos se quedó en un intento algo frívolo de procurar que el plan Bolonia nos abra el apetito de ser más competentes y europeos. En todo caso, imagino que los creativos tomarán nota de lo que cuenta y lo que no en el imaginario social de su público. Daría mucho que hablar esto de las comparaciones en publicidad. Hace poco hice una visita a un hospital psiquiátrico, cuando salí pensé que no compraría
Aire Loco de Loewe. Puede que sea una actitud muy radical, pero es que la realidad también lo es.

lunes, 26 de octubre de 2009

Jardinería de interiores

No sé cuándo sembramos los gladiolos. Me gustan mucho las plantas, pero sé poco de jardinería. También me gustan los pajarillos y apenas distingo cinco o seis por su nombre propio. Cada día los gladiolos ganan altura, se yerguen muy ufanos de sus tonos malva, como compitiendo con los escaparates de otoño. A mí me gusta ver cómo crecen y resguardan el balcón de miradas impertinentes. Me habría gustado llevar la cuenta, desde la siembra, los primeros brotes, cuánto se estiran cada día, pero andaba en otras cosas. Se me ha pasado un nuevo otoño sin saber algo más de lo pequeño. De esas minucias que me procuran grandes alegrías. Y a pesar de mi ingratitud, las flores crecen, los malvas saltan del balcón a mi camisa, los curiosos alargan el cuello para fisgar a través de las ventanas, es otoño y el cielo está azul y limpio como el verano. Los días me han regalado una hora y yo he perdido muchas más, en las nubes con sus formas pasajeras. Ni siquiera me entretuve en los gladiolos, que llevan al pensamiento a arraigar fuerte en la tierra, a erguirse, a colorear la vida. Y yo en las nubes, grises y efímeras, tan postmodernas...

domingo, 4 de octubre de 2009

Patio de costumbre


Temprano, aunque domingo. Parecía que habían lustrado el cielo hasta dejarlo de un azul brillante –muy impropio para octubre. El patio de vecinos, que no suele ofrecerse al ventaneo, se volvió indiscreto esta mañana. Los gritos destemplados de la madre del 3º retumbaban y chocaban con las notas suaves y alargadas de una marimba. Tan ancestrales como los gritos, las notas primitivas se expandían con su rítmico letargo. El humo de un cigarrillo que subía lento desde la ventana del 1º, daba el toque final al pequeño teatro de la vida, de un domingo azul sobre un patio, de costumbre, gris.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Sinuoso camino

Hice una etapa del Camino de Santiago hace cuatro años: Jaca-Puente la Reina. Iba, como me recomendaron, bien calzada; pero los pies planos no entienden gran cosa de botas con tobillera y calcetines de fibras guays. Acabé la mejor penitencia que en mi vida pagaré e hice el solemne voto de no volver a las andanzas, que ya hay modos más convencionales -y exigentes- de quitarse el polvo del alma sin trasladarlo de paso a la garganta.

Ayer, no obstante, me volvió a picar el gusanillo del camino, después de escuchar a una experta historiadora y experimentada caminante, algo de la historia (¡desde el s. IX!) de la peregrinación a la tumba del apóstol. A ella le convencía bastante eso de recorrer con sus pisadas los mismos senderos que miles y miles de peregrinos han transitado durante cientos y cientos de años. A mí no me convence mucho eso de hermanarme en la agujeta universal, pero en cambio me encantaron las historias de bandoleros que también germinan, como buena mala hierba, a los bordes del Camino.

En la época de auge del bandolerismo (s.XVI-XVII) la Iglesia Católica desarrolló una doctrina sobre el bandolerismo y buscaba la conversión de los hijos descarriados mediante la predicación, por si las palabras asaltaban sus malavenidas conciencias y se llevaban el botín de su alma para el cielo. Todo esto ocurría, claro, porque los bandoleros, a pesar de todo eran piadosos y quizá alguna vez tendrían la oportunidad de escuchar las recomendaciones que venían desde el púlpito, porque se dejaban caer en Misa. Incluso se ha encontrado alguna oración del bandolero (que prometo buscar en la biblioteca y traer aquí si tengo éxito en mis pesquisas) en la que pide a Dios que bendiga su trabajo: que acierte con la víctima, que le libre del asedio de otros bandoleros, etc. Una oración (¡qué cara!) que implora al buen Dios que favorezca el mal menor.

Yo no pude menos que ruborizarme un poco al recordar mis plegarias urgentes, la noche anterior a un examen, en la que acudía al mismo mal argumento: ¿Para qué añadir a mi vagancia, el disgusto de mis padres por un suspenso?... ¿Qué culpa tienen ellos, Señor? No me digan que esto no es bandolerismo, de lo más convencional en nuestro siglo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Resistencias

Siempre igual. Mientras dura el verano me resisto a la llegada del frío. La lluvia pertinaz de Pamplona, más que triste, me pone de mal humor. El slogan turístico de esta tierra dice algo así como: "Navarra, ir es volver". Pues a finales de septiembre ir por Pamplona es volver con los zapatos mojados y el pelo revuelto y electrizado. Y aunque me resisto a la lluvia y al frío, siempre igual, llega el otoño y con el viento vienen recuerdos de mi infancia en la sierra: la chimenea y el frío húmedo de las sábanas, los pijamas de patucos y la calidez que iba llegando poco a poco tras hacerme un ovillo y esconderme bajo el peso de las mantas. ¿Nostalgia?, tal vez. Y a pesar de mis resistencias, llega la noche, abro un poco la ventana y me duermo con una sonrisa, aprisionada por las mantas recién rescatadas. ¿Nostalgia? No lo sé, los recuerdos quedan lejos, pero la alegría, la misma de entonces, sigue rondando muy cerca.

martes, 7 de julio de 2009

¡Viva San Fermín!

Salió esta mañana el santo,
coreado, de San Lorenzo;
parecía un poco tenso
con gesto casi de espanto.
¡Venga, hombre, no es pa'tanto!
le gritaba un borrachín
y el bueno de San Fermín
llamó al mozo por su nombre:
¡recuerda que eres un hombre!
y no un saco de serrín.

miércoles, 24 de junio de 2009

Escrituras

Alguien se dejó ayer Las bibliotecas perdidas, de Jesús Marchamalo, en la mesa del ordenador. Y aunque de ya noto abundante el cansancio en los ojos (a pesar de las gafas) no me pude resistir y empecé a echarle un vistazo. Elegí un artículo al azar: "En las horas de oficina"; que cuenta (narra y contabiliza) los escritores que dedicaron gran parte de su vida a un trabajo de despacho, burgués y corriente. Tipos como Pessoa, Kafka, Stevens, Rulfo, Benedetti o Kavafis repartieron su tiempo entre la literatura y las tareas de funcionario público o vendedor de seguros. Muchos tenían un horario cómodo, otros tenían que pelearlo, y otros, cómo no, sencillamente escribían en horas de oficina. Contra la idea romántica del escritor que vive para la literatura afincado en una casita blanca en las faldas de una loma del mediterráneo, donde el sol baña su amplia terraza con vistas a una playa solitaria, este articulito de Marchamalo empuja a pensar que "el sosiego de lo vulgar" aviva la imaginación y que "los entornos aburridos son los mejores para escribir".

A raíz de estos comentarios recordaba la época en que escribí mi trabajo de investigación. Fue una época agridulce, repleta de dificultades de principiante (¿a esto se dedican los profesores de universidad?) y descubrimientos tardíos (de vocación: poeta). Una biblioteca callada, repleta de investigadores como envasados al vacío, un pila de libros indescifrables (Sprachen sie Deutsch?) y un tema (¿hay algo más vulgar que la moda?) que no me convencía nada, pero nada, nada. Y fue precisamente en ese entorno donde empecé a aprender a leer y escribir poesía (y sigo aprendiendo).

Por eso cuando miro el blog, tan abandonado, mi cuadernillo de versos en blanco y la pila de folios de la tesis creciendo, pienso que ha cambiado algo, aunque todavía no sé muy bien el qué. Creo que ahora me gusta el tema que trabajo en la tesis, y aunque a veces tengo que pasar por lecturas aburridas, en general me divierto, porque aprendo. No me quedan ojos, ni energías, ni tiempo para escribir otras cosas. Al parecer, la musa es celosa y cuando el horario de trabajo empieza a ser un obstáculo para que una ceda a a sus reclamos, se enfada y se esconde; al menos hasta que se le devuelva el privilegio de irrumpir con sus insinuaciones cuándo y dónde a ella le dé la gana.

Por ahora la pobre tendrá que seguir airada durante unos cuantos meses. Sólo espero que el mosqueo no sea tal, que no vuelva a verla por aquí nunca más. Después de la defensa de la tesis ya se verá, dudo que me espere una terraza en la playa del mediterráneo con un Bloody Mary para estimular la creatividad. Quizá el panorama esté más cerca de la oficina de Kafka. Al final, lo que cuenta es tener algo que decir, y junto a eso, como decía Virginia Wolff, "500 libras al año y una habitación con pestillo".



jueves, 4 de junio de 2009

Notas frente al espejo (I)

Estos días de calor los paso delante del teclado y los libros. Ayer escribí mucho. No sé si bien, esa valoración he aprendido a dejársela a mi buen director. Esta mañana me he concedido un respiro y he retomado los Días de diario de Antonio Muñoz Molina. Voy recogiendo párrafos que también puedo aplicar a mi trabajo con la tesis. Me alivia pensar que la escritura académica lleva una buena dosis de literatura en su composición. Me hacen gracia los pequeños rituales que van surgiendo alrededor del oficio de escribir. Yo he añadido ahora a mis manías la pequeña ceremonia de las gafas. Apenas dura un par de minutos, pero es un tiempo que marca la separación entre mi vida cotidiana y mi vida en las ideas y las letras. Sacar las gafas de su cajita, limpiarlas (aunque estén limpias) y colocarlas sobre la nariz en el punto exacto que me permite mirar al texto desde el ángulo que me resulta más cómodo, se ha convertido en una especie de puerta secreta que me traslada a ese otro mundo.

Hasta hace tres años ese mundo me era perfectamente extraño; hostil, incluso. Los fantasmas de mi propia inseguridad me asustaban como, cuando de niña, mi madre apagaba la luz de mi habitación y cerraba la puerta después de darme un beso. Y yo me quedaba allí, a solas con los muebles en penumbra, sofocando las rebeldías de mi imaginación. Cuando me pongo las gafas recuerdo los días de tensión frente a los libros, los párrafos escasos que escribía con mucho esfuerzo y que borraba sin contemplaciones. Me ayuda encontrarme la experiencia de otros y comprobar que la incertidumbre es uno de los ingredientes imprescindibles de la escritura. Yo podría ser Muñoz Molina cuando dice que "ayer trabajé de una manera desordenada, con la sensación de estar perdido, pero al final logré alguna página decente." O también cuando después de una mañana laboriosa dice: "por la tarde sigo trabajando varias horas, sin controlar mucho lo que escribo, pero muy estimulado, encontrando cosas a medida que voy escribiendo". No están allí antes, surgen como un encuentro.

Hoy, después de dos días de buena producción vuelven al asalto los fantasmas. No sé dónde buscar, los libros y las ideas tienen forma de laberinto. Ya hemos cruzado el claro del bosque y ahora... otra vez, buscar a tientas. Y me exorcizo con Muñoz Molina "Como siempre la expectativa de empezar a escribir tiene una parte de ilusión y otra de miedo. Siempre parece que no va a salir nada: pero ayer me salieron más de seis páginas." Y todo queda atrás después del rito de las gafas, entonces ya no hay excusa y sólo puedo mirar al libro y dejar que las manos se zambullan en el teclado. Hay algo teatral en la escritura que me estimula, sobre todo al comenzar. Después, voy alimentando mi tranquilidad con el contador de palabras. Me alegra encontrar algún atajo para invocar herramientas de word desde el teclado. La lógica de la escritura es la inversa de la lógica de la vanidad. Cuando escribo sin preocuparme demasiado por los detalles salen páginas con suficiente calidad. Luego viene el trabajo paciente de corrección a cuatro manos. "Los borradores son como el dibujo en un cuadro", me ha dicho muchas veces mi director. Los perfiles son muy vagos, pero es suficiente para poder empezar después a derrochar el arte concreto de los detalles.

A veces imagino la tesis que quiero escribir. Pero a medida en que la escribo se parece menos a lo que al principio había concebido. Y me gusta más. Pienso que todo lo que estoy aprendiendo como escribiente de encargo lo retomaré algún día para escribir otros libros que me gustaría escribir. Pero entonces saltan los fantasmas. El 20 de julio del diario de A.M.M. funciona como un espejo: "Volvía anoche a mi libro posible, a mi libro quizás improbable. ¿Qué quiero contar en él? No parece que haya más historia que la mía ni más personaje que yo mismo." Pero pasan las semanas y el 13 de septiembre, con 136 páginas ya escritas de su libro improbable, me lanza una pregunta que me devuelve a la rutina: "¿Cómo habrían sido las páginas que uno estuvo a punto de escribir y no escribió? Una historia fantasma de la literatura." Vuelvo corriendo a mi habitación. Cierro el pestillo y me pongo las gafas. Prefiero saber cómo han sido.

lunes, 25 de mayo de 2009

Fuenterrabía


Ayer fui de excusión a Fuenterrabía (Guipúzcoa), un precioso pueblo pesquero fundado en 1203 por Alfonso el Noble, Rey de Castilla. Para llegar a Fuenterrabía hay que proponérselo. Imagino que ahora con la guía Michelín y el GPS la gente lo tiene más fácil, porque las autoridades de tráfico no se lo facilitan a ningún españolito medio. Ni a ningún mexicanito, panameño, uruguayo o inglesito que aprendió spanish con esfuerzo. Y ya es lástima, porque merece la pena conocer aquel precioso pueblo de mar, vecino de Hendaya, en plena frontera con Francia en la desembocadura del Bidasoa.

En todo el trayecto desde San Sebastián los carteles anuncian Hondarribia(como se denomina oficialmente por acuerdo municipal desde 1979) con frecuencia. Menos mal que una ya se ha perdido varias veces y ha encontrado gente amable que le ha explicado en su idioma, es decir, el que por un capricho del destino heredó de sus padres, hispanohablantes de América, y ha utilizado sin problemas durante años para comunicarse.

Ya digo, lo de las señales de tráfico tiene su truco. Primero no hay manera de llegar a Fuenterrabía, sino a Hondarribia, si uno adivina que se trata del mismo lugar. Debe de ser evidente quoad nos, para los que ya sabemos que son el mismo pueblo. De ahí que tráfico no traduzca, porque seguro que allí sólo van los de allí y no hace falta explicarles a los propios como se llama lo que es de su propiedad. Y si fuera alguna vez alguien de fuera, que se fastidie, se pierda varias veces, pregunte otras tantas y aprenda bien la lección para la próxima; si llega...

Pero si no te lo ponen fácil para llegar, tampoco te lo ponen fácil para salir. Cuando intentaba volver a Pamplona me pusieron una multa por cambio de sentido antirreglamentario grave. Lo de la gravedad, según me dijo el agente, venía de que estaba en la calle más transitada del pueblo. La misma infracción en otro barrio la habría pasado por alto. Y claro, sin señales de prohibido, ni marcas de incorporación, es evidente que una tiene la culpa. Por no adivinar. (Aunque confieso que la dificultad del giro algo me hizo intuir...) Y eso me pasa por no ser muy de allí y saber que esa calle es la más transitada del pueblo.
También evidente.

Aún así es un sitio muy recomendable. Se come muy bien, el paisaje es maravilloso y en lo alto del monte Jaizquibel hay una antigua ermita (siglo XVI), dedicada a la Virgen de Guadalupe que suele estar abierta. Y se puede rezar en castellano. Y en euskera y nahuatl si se prefiere. También a eso está abierta.

Dejad que los niños se acerquen a Mí

Uno de los sacerdotes que celebra la misa en la parroquia cuida especialmente la liturgia. Acompañado por el monaguillo, un chico de unos 12...